La Navidad es una oportunidad para fortalecer los lazos familiares, y compartir películas navideñas se presenta como una actividad para conectar a abuelos y nietos. Ver cine juntos no solo entretiene, sino que fomenta el diálogo, la transmisión de valores y la construcción de recuerdos entre generaciones.
A continuación, cinco películas ideales para disfrutar en familia, convirtiendo el encuentro en un auténtico puente intergeneracional.
Milagro en la calle 34: la fe y la confianza como vínculo familiar
Milagro en la calle 34, cuenta con dos versiones cinematográficas que atraviesan distintas generaciones y pueden verse de manera complementaria.
La película original de 1947, dirigida por George Seaton, se convirtió en un clásico del cine estadounidense al abordar, desde una mirada sobria, la fe, la infancia y la confianza en un mundo atravesado por el escepticismo. Su tono narrativo y su contexto histórico la vuelven especialmente atractiva para los abuelos, que encuentran allí una forma de reconectar con su propia memoria cultural.
El remake de 1994, dirigido por Les Mayfield y protagonizado por Richard Attenborough, retoma el mismo eje argumental y lo adapta a un lenguaje más contemporáneo. La historia gira en torno a una niña que duda de la existencia de Santa Claus, mientras un hombre intenta demostrar que la magia y la confianza siguen teniendo un lugar en la vida cotidiana.
Vista en conjunto, ambas versiones permiten un diálogo intergeneracional: comparar épocas, formas de narrar y miradas sobre la fe y la ilusión. Abuelos y nietos pueden reflexionar sobre cómo cambian las creencias, qué se conserva con el paso del tiempo y de qué manera la confianza compartida fortalece los vínculos familiares.
Mi pobre angelito: humor y emoción para todas las generaciones
Kevin tiene ocho años y una certeza: nadie lo escucha. La casa está llena, la mesa rebalsa, los adultos hablan de vuelos, valijas y horarios. Kevin sobra. En esa confusión doméstica, típica de las fiestas, queda olvidado. No es un accidente extraordinario: es apenas una distracción familiar amplificada por la Navidad.
Mi pobre angelito cuenta esa ausencia con humor, pero también con algo más incómodo. Un niño solo en una casa grande, enfrentado a la noche, al silencio y a dos ladrones torpes que creen que las fiestas habilitan el descuido. Kevin improvisa trampas como quien ensaya una adultez prematura. No hay épica: hay ingenio, miedo contenido y una soledad que se disfraza de juego.
Para los chicos, la película es una sucesión de golpes y caídas. Para los adultos, otra cosa aparece. La pregunta sobre hasta dónde llega el cuidado, qué tan frágil es la organización familiar y cuánto se delega en la rutina.
La Navidad, en esta historia, no sucede en la mesa compartida sino en el regreso. En el reencuentro. En ese abrazo que llega tarde pero llega.
El expreso polar: viaje iniciático y espíritu navideño compartido
El expreso polar es una animación reconocida por su tono clásico y su imponente estética. La trama sigue a un niño que, en la noche de Navidad, emprende un viaje en tren hacia el Polo Norte. A través de esta aventura, se aborda la importancia de creer y cómo la fantasía navideña puede ser vivida de manera distinta por cada generación.
El film invita a dialogar sobre las tradiciones, los misterios que intrigan a grandes y chicos y los sueños compartidos. Para los abuelos, representa una oportunidad para relatar recuerdos de su propia infancia, mientras los nietos encuentran un espacio para expresar sus deseos y preguntas.
Cuento de Navidad: memoria, transformación y segundas oportunidades
Cuento de Navidad, inspirada en la obra de Charles Dickens y llevada múltiples veces al cine, sigue vigente como relato de cambio y redescubrimiento.
El personaje central, Ebenezer Scrooge, es visitado por tres espíritus durante Nochebuena, lo que desencadena un proceso personal de transformación y apertura a la generosidad. Esta historia facilita que abuelos y nietos profundicen juntos sobre la memoria, los recuerdos festivos y el valor de las segundas oportunidades, independientemente de la edad.
La emotividad del relato y la temática de los cambios personales ofrecen un terreno común para conversaciones enriquecedoras sobre el paso del tiempo y la capacidad de reinventarse.
El extraño mundo de Jack: creatividad y unión de tradiciones
Jack Skellington gobierna Ciudad Halloween con eficacia y hastío. Todo funciona, todo se repite. Las calabazas cumplen su rol, los sustos también. Hasta que aparece la Navidad. No como celebración, sino como intriga. Un mundo ajeno que brilla demasiado y promete algo que Jack no termina de entender.
Dirigida por Henry Selick y producida por Tim Burton, El extraño mundo de Jack cruza la estética gótica con la liturgia navideña sin pedir permiso. La animación en stop-motion no suaviza el contraste, lo subraya. Jack no quiere destruir la Navidad: quiere apropiársela, traducirla, llevarla a su propio idioma. Y en ese intento revela algo más incómodo: no todas las tradiciones son universales, pero todas buscan ser comprendidas.
La película funciona como un espejo torcido. Habla de la diferencia, de la curiosidad y del deseo de pertenecer sin dejar de ser. En la mesa familiar, abre una conversación posible sobre creatividad, identidad y tradiciones que no se heredan intactas, sino que se reinventan con cada generación.
Disfrutar juntos estas películas durante la época festiva contribuye a fortalecer el afecto entre abuelos y nietos, y facilita la transmisión de valores y experiencias.
El cine navideño, además de entretener, favorece la creación de lazos duraderos y memorias compartidas que acompañarán a cada generación más allá de las fiestas.