En Argentina, la Nochebuena sigue siendo uno de los rituales familiares más relevantes del año. Aunque seis de cada diez personas planean hacer regalos en Navidad, los niños suelen concentrar la mayor parte de los obsequios.
En ese escenario, pensar un regalo para una persona mayor requiere otra lógica: no se trata solo del precio, sino del sentido, la utilidad y el vínculo que ese objeto o experiencia construye.
Para entender cómo piensan, sienten y consumen las personas mayores en fechas clave como la Navidad, dialogamos con la antropóloga Ximena Díaz Alarcón, CEO y cofundadora de Youniversal, consultora especializada en tendencias de consumo y estudios generacionales.
—¿Qué diferencias observas en el comportamiento de consumo de las personas mayores respecto de otros grupos etarios en Nochebuena?
—Lo primero que aparece, tanto en entrevistas como en encuestas, es que las personas mayores reservan sus recursos para regalarles a los más chicos de la familia. No es tanto que quieran recibir, sino poder dar. Ahí hay una idea de legado y de transmisión muy fuerte, que se expresa a través del consumo. Más allá del nivel socioeconómico, hay un componente emocional central: compartir el momento, entender que el tiempo pasa y que esos encuentros tienen un valor especial. El regalo suele ser un detalle, pero lo importante es lo que simboliza.
—¿Qué factores pesan más al elegir un regalo para el público silver?
—No hay grandes diferencias con otros grupos: entran en juego el precio, la utilidad, la experiencia y el vínculo emocional, todo junto. La decisión depende mucho de quién sea la persona regalada y de cuánto se la conozca. En esta generación hay bastante rechazo a los regalos impersonales, como cupones o dinero. Les gusta sentir que alguien pensó en ellos, que eligió algo sabiendo qué les gusta. Son más clásicos en ese sentido y valoran el gesto detrás del objeto.
—En un contexto de restricción del gasto, ¿cómo reconfiguran sus decisiones de consumo sin resignar bienestar?
—Las personas mayores, y especialmente las mujeres, están entre los segmentos más restringidos a nivel de consumo. El gasto cotidiano es muy racional. Sin embargo, en las fiestas aparece una especie de permiso, o incluso obligación emocional, de hacer un regalo a hijos o nietos. Cuando no pueden hacerlo, surge tristeza y frustración. Las fiestas funcionan como un ritual social de cierre y de comienzo de año, y celebrarlas importa. A veces, cuando no hay regalos físicos, la celebración pasa por compartir una comida especial, una bebida o una marca que tenga un significado común para todos.
—¿Qué errores frecuentes cometen las marcas al dirigirse a la generación silver?
—Principalmente dos: infantilizar o invisibilizar. Ambas cosas generan rechazo. La edad es un dato, no una identidad completa. A nadie le gusta que lo traten como “abuelito” si se siente activo y autónomo. Más allá de la salud, el género o el nivel socioeconómico, hay algo transversal: no quieren que los traten ni como viejitos dependientes ni como niños.
—¿Qué tipo de productos o experiencias logran mayor aceptación entre las personas mayores?
—En general, aquello que respeta sus gustos y su trayectoria. Las marcas con historia, con promesas claras de calidad, suelen funcionar bien. También las propuestas nuevas que demuestran utilidad real. Lo clave es que solucionen algo concreto, que sean accesibles y que no caigan en estereotipos. Calidad, sentido y respeto son las claves.
Más allá del objeto: qué tener en cuenta al elegir un regalo
Especialistas coinciden en que, en la generación silver, cobran más peso la comodidad, la seguridad, la autonomía y la conexión con otros. Por eso, los regalos más valorados suelen combinar utilidad cotidiana con carga emocional.
Entre las opciones más apreciadas aparecen los objetos que evocan recuerdos, como álbumes de fotos personalizados o cajas de memoria, que estimulan la conversación y el tiempo compartido. También los juegos cognitivos, rompecabezas o libros de actividades, asociados al entrenamiento mental y la concentración.
En el plano práctico, se destacan prendas cómodas y fáciles de usar, calzado seguro, mantas térmicas o dispositivos simples que faciliten la vida diaria.
La tecnología, cuando es accesible y pensada desde la utilidad, puede ayudar a mantener el contacto con familiares o a reforzar rutinas, como radios portátiles, tablets de interfaz sencilla o relojes inteligentes básicos.
Regalar tiempo, atención y presencia
Para muchas personas mayores, especialmente quienes viven solas, el mayor regalo no es material. Compartir una comida, planear una salida, escuchar música juntos o simplemente estar presentes durante la Nochebuena puede tener un valor superior a cualquier objeto.
En el contexto argentino, donde la Navidad sigue ligada al encuentro, el gesto de pensar en las necesidades y deseos de una persona mayor transforma el regalo en algo más que un obsequio: lo convierte en una forma de reconocimiento y cuidado. Porque, al final, en Nochebuena, lo que se pone bajo el árbol también habla de los vínculos que se sostienen durante todo el año.