El 9 de marzo de 1979, Janie Landers, de 18 años, se escapó del Centro de Entrenamiento Fairview, un lugar residencial en Salem, Estados unidos, destinado a personas con discapacidades del desarrollo y problemas de salud mental. Fairview tenía una reputación cuestionable debido al trato abusivo y cruel hacia sus residentes, lo cual llevó a varias fugas a lo largo de los años. Janie era una de esas residentes con antecedentes de fuga, pero esta vez fue diferente; la joven nunca regresó.
Ese mismo día, la policía recibió una llamada informando sobre la desaparición de un residente. La hermana de Janie, Joyce mencionó a A&E True Crime, que Janie solía regresar cada vez que se escapaba, por lo que las horas se convirtieron en días sin señales de ella. Janie medía 1,50 metros y pesaba 47 kilos y tenía un desarrollo mental equivalente al de una niña de ocho años, según su hermana.
Las investigaciones se centraron inicialmente en el último lugar donde Janie fue vista: los terrenos de Fairview. Bill Graf, su profesor, quien fue la última persona que interactuó con ella, contó a la policía que Janie había salido furiosa de su clase. Graf pensó que había ido al hogar grupal donde vivía, pero sus compañeros de cuarto nunca la vieron llegar.
Horas después de su desaparición, Leona Wase, una empleada de Fairview, informó haber visto a Janie hablando con un hombre junto a un auto dorado. Wase describió al hombre como un individuo de mediana edad con cabello castaño y algo de barriga, una descripción que coincidía con la apariencia de Bill Graf. Sin embargo, esta pista no condujo a ninguna detención inmediata.
Cinco días después, el 14 de marzo de 1979, un agricultor encontró el cuerpo de Janie en un área rural. La joven había sufrido múltiples puñaladas y su muerte fue atribuida a un traumatismo en la cabeza, no a las puñaladas. La autopsia también reveló que Janie no había sido agredida sexualmente.
Los investigadores pronto sospecharon de Bill Graf, dada su relación cercana con Janie y las descripciones iniciales, pero Graf pasó una prueba de polígrafo, lo que desvió las sospechas. En cambio, otra línea de investigación surgió en relación al novio de la compañera de cuarto de Janie, Ray, quien había expresado agravios contra ella después de un incidente en el cual Janie atacó con una comida picante a su compañera de cuarto Cheryl. Sin embargo, la policía no pudo confirmar la participación de Ray en el crimen.
Durante años, el caso permaneció sin resolver. En 1981, las pistas se evaporaron, y el expediente de Janie quedó sepultado bajo otros casos más recientes. Pero diez años después, una nueva pista sugería nuevamente a Ray; Cheryl recordó haber visto uno de los aros de Janie en la camioneta de Ray. A pesar de este descubrimiento, no se encontraron pruebas físicas suficientes para vincularlo al asesinato.
En 2015, Joyce pidió a la Policía Estatal de Oregón reabrir el caso de su hermana. Las innovaciones en las técnicas de ADN dieron un nuevo impulso a la investigación. El detective Steve Hinkle notó que las puñaladas en el cuerpo de Janie sugerían el uso de un cuchillo sin empuñadura, lo que significaba que el atacante podría haberse cortado, dejando potencialmente ADN en la escena.
La camiseta de Janie, que había sido mantenida como evidencia, resultó tener rastros de sangre del agresor. El análisis de ADN llevó al nombre de Gerald Dunlap, un convicto por violación que había trabajado en Fairview. Dunlap y había sido liberado en 1973 después de cumplir solo 12 de los 99 años de su sentencia. Trabajó en la lavandería de Fairview en 1979, confirmando su presencia en el lugar y el tiempo del crimen.
La empleada del centro, Leona Wase identificó a Dunlap en una selección de fotografías como el hombre que verdaderamente vio a Janie el día que desapareció.
Aunque Dunlap murió en prisión en 2002 por abusar sexualmente de otro menor, la identificación de su ADN cerró el caso de Janie Landers. Su familia, particularmente su hermana Joyce, finalmente pudo obtener respuestas. Dinlap, a pesar de no enfrentar juicio por el asesinato, pasó sus últimos días tras las rejas, una pequeña justicia para Janie y su familia.
El caso muestra dramáticamente cómo los avances en la tecnología de ADN pueden resolver crímenes antiguos, brindando cierre a las familias afectadas por la tragedia.