Okupas de lujo: tomaron una mansión en Beverly Hills y vivieron meses de fiesta

Morgan Gargiulo mostró un dudoso contrato y tranquilamente se instaló con otras tres personas en una villa vecina a la casa de LeBron James, en el millonario código postal 90210 de California. Con DJ sets y luces comparables a los de una disco en Ibiza, por los que recaudaban entrada, fueron felices hasta que los desalojaron

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El caso de los okupas de Beverly Hills llegó a los tribunales en marzo, luego de meses de insistencia de los vecinos.
El caso de los okupas de Beverly Hills llegó a los tribunales en marzo, luego de meses de insistencia de los vecinos.

En septiembre del año pasado, la tranquila trama de Beverly Hills se vio sacudida no por un terremoto típico de California, sino por la llegada de un espectáculo que ni el mismísimo Cirque du Soleil podría igualar. Morgan Gargiulo, mitad escocés, mitad italiano, con un aire de misterio digno de una novela de Dan Brown, se adueñó de una mansión que, aunque construida en el año de gracia de 1999, parecía haber esperado pacientemente su momento de gloria o, según se vea, de infamia.

Ubicada en el prestigioso código postal 90210, en el número 1316 de Grove Place, con 5,875 pies cuadrados (550 metros cuadrados) de puro esplendor, sin contar un coqueto un motor court para estacionar tu Lamborghini (¿cómo que no tienes uno?), esta propiedad pasó de ser un bastión de privacidad a convertirse en el anfitrión involuntario de una serie de fiestas dignas de Ibiza.

Si vas a ser un okupa, mejor elegir la propiedad más lujosa posible, ¿verdad? Esta estaba a la venta por USD 5 millones, en manos del atribulado agente inmobiliario John A. Woodward IV. No serán los USD 37 millones de la casa que el vecino LeBron James demolió para construir una a su medida, pero para una inversión nula no está mal.

El 4 de septiembre de 2023, cuando los últimos rayos del sol de verano se despedían, la casa, más acostumbrada a la quietud que a los decibeles de una discoteca, se transformó. No contento con ocuparla, Gargiulo decidió inaugurar su estadía con una fiesta que, según los vecinos de Beverly Grove, aún resuena en las profundidades de sus recuerdos más oscuros. Los invitados, que parecían multiplicarse como los panes y los peces, no llegaban en camellos, pero sí en una variedad de vehículos que iban desde Porsches hasta G-Wagons, y desde luego muchos Uber.

Mitad escocés y mitad italiano, Morgan Gargiulo conviertió una mansión de Beverly Hills en el escenario de fiestas memorables.
Mitad escocés y mitad italiano, Morgan Gargiulo conviertió una mansión de Beverly Hills en el escenario de fiestas memorables.

Entre el variopinto elenco de habitantes de la mansión, Gargiulo se destacaba con aspiraciones dignas de un Oscar a la Mejor Dramatización de un Okupa. Le acompañaban tres personajes de reparto: Martino, un autoproclamado productor, cineasta, emprendedor, y desarrollador de software que, en un giro inesperado de su carrera, añadió “promotor de fiestas estilo Burning Man” a su ya abultado currículum. Por otro lado, Jane y Kim proporcionaban el drama interpersonal necesario, y cada tanto una visita de la policía solicitada por la una contra la otra.

Los DJ sets se sucedieron a razón de cinco por semana, detalló New York Magazine, con un pago de entrada voluntario que, según la cifra, brindaba acceso a distintos niveles de actividades, servicios y sustancias. Los vecinos, armados con su ingenio y una creciente frustración, acaso por no ser invitados gratuitamente, decidieron tomar cartas en el asunto. Con la tecnología como la espada y el escudo de los justicieros urbanos, nació un chat de vigilancia. Este grupo, más activo que una colmena en pleno verano, se convirtió en el centro de operaciones para documentar y denunciar las transgresiones nocturnas.

Sin embargo, la trama se complicaba con cada intento de restaurar la tranquilidad, pues además de Gargiulo los vigilantes se enfrentan a un enemigo formidable: las complejidades legales de la propiedad y ocupación. La mansión, con su fuente que ahora parecía llorar por los días de gloria pasados, se encontraba en un limbo jurídico.

En 2007, 1316 Beverly Grove Place cambió de manos cuando Damon Dash, conocido en el mundo de la música, la vendió por USD 3,6 millones a Paul Turley, un quiropráctico local. No obstante, la identidad del verdadero residente era otra: Munir Uwaydah, un cirujano con raíces libanesas-americanas, cuya fortuna no provenía de la medicina sino de una red de fraude que inflaba facturas a las aseguradoras por procedimientos no realizados.

La mansión de Beverly Hills, envuelta en secretos y un legado oscuro, estaba en un limbo legal que complicaba tanto su venta como el desalojo de los okupas.
La mansión de Beverly Hills, envuelta en secretos y un legado oscuro, estaba en un limbo legal que complicaba tanto su venta como el desalojo de los okupas.

En 2015, Uwaydah, junto a sus socios, enfrentó cargos en uno de los escándalos de fraude de seguros más resonantes en California, pero para entonces ya se había esfumado. Los ecos de sus acciones marcaron la propiedad y la sumergieron en un legado de tinieblas legales, que se tradujeron en un control judicial. Y entonces Gargiulo produjo, como un mago que saca un sobrero de su copa, un dudoso documento que presentaba su estancia en la mansión como el resultado de un acuerdo legítimo, aunque peculiar. Además, dijo, había aportado vida y alegría a la casa, una visión romántica que no encontró mayor adhesión en la zona.

Woodward, en su rol de agente inmobiliario, enfrentó el reto de vender una mansión envuelta en polémica y escándalo. La tarea no era simplemente una cuestión de encontrar el precio adecuado o el comprador correcto; implicaba también la delicada misión de desalojar a los ocupantes no autorizados. En el chat, los vecinos desesperados restaurar la paz en su comunidad decidieron aliarse a Woodward.

Contaron la historia al Daily Mail, y se sentaron “a ver cómo explotaba”, según detalló New York Magazine. El estallido aceleró el trámite judicial y pronto la casa tuvo un dueño oficial, y el desalojo de los okupas de Beverly Hills fue solicitado de inmediato.

La conclusión de la saga judicial de los okupas de Beverly Hills reunió a vecinos y medios en un desenlace cargado de expectativa.
La conclusión de la saga judicial de los okupas de Beverly Hills reunió a vecinos y medios en un desenlace cargado de expectativa.

El 26 de enero de 2024, la policía de Los Ángeles decidió hacer su entrada triunfal en la saga de la mansión de Beverly Grove Place: la plácida tarde fue interrumpida por el estruendo de las sirenas mientras los oficiales, como en un elaborado número de danza, se desplegaban alrededor de la propiedad. Detuvieron y esposaron a los ocupantes y a los pocos invitados que quizá se preguntaban en qué momento la fiesta había tomado un giro tan inesperado y echaban mano a sus armas, un detalle que corrió por el chat de vecinos como el giro final de una capítulo de una serie.

Casi un mes más tarde, la comitiva de okupas tuvo su momento bajo los reflectores, aunque no en un estudio de Hollywood sino en los tribunales. Gargiulo, Martino, Kim y Jane, cual cuarteto desafinado, asistieron juntos a la audiencia, le recordaron al juez su derecho constitucional a un juicio por jurado y pidieron que la corte asumiera cualquier costo asociado. Los vecinos presentes asistieron ansiosos a la caída del telón sobre el peculiar espectáculo.

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