En pleno corazón del distrito 7 de París, sobre una terraza cubierta de lavanda y boj, una pareja contempla por última vez una panorámica que pocos disfrutan: el Grand Palais, el puente Alejandro III, la cúpula dorada de Les Invalides y, al fondo, la torre Eiffel. Desde 2008, han vivido en un refinado dúplex de un dormitorio en esta zona histórica de la Rive Gauche. Hoy, ya cerca de los ochenta años, han decidido vender. Pero no lo harán mediante una agencia tradicional, sino a través de una subasta inmobiliaria online. El precio de salida está fijado en 7,5 millones de euros.
Este caso, recogido por Financial Times, no es anecdótico. Refleja un cambio de paradigma en el mercado de viviendas de lujo en Europa. Lo que durante años se consideró un último recurso, reservado a propiedades con problemas legales o financieros, ha comenzado a consolidarse como una vía estratégica para vender inmuebles exclusivos de forma rápida, global y transparente. Y es que las subastas, lejos de estar limitadas al mundo del arte o los objetos de colección, están empezando a reconfigurar también el universo inmobiliario más selecto.
El arte de vender con reloj en mano
“La subasta ya no es vista como una salida desesperada, sino como un proceso emocionalmente intenso y perfectamente diseñado”, asegura a Financial Times el profesor Daniel Langer, director ejecutivo de la consultora Équité y experto en estrategia del lujo en la Universidad de Pepperdine. “Como con los bolsos de alta gama o las obras de arte, hoy las viviendas de lujo se subastan en escenarios cuidadosamente curados donde convergen la exclusividad y la velocidad”.
Este nuevo modelo tiene varios actores protagonistas. En Francia, destaca Drouot.immo, plataforma lanzada en 2023 por la legendaria casa de subastas Hôtel Drouot. En el Reino Unido, Knight Frank ha creado Venteu, especializada en subastas de viviendas de alta gama en destinos vacacionales europeos. Ambas plataformas han sido clave en la reciente popularización de esta fórmula de venta. “Los propietarios lo eligen porque saben que en una fecha concreta todo estará resuelto”, explica a Financial Times Maëlys de Lummen, presidenta de Drouot Immobilier. “Las subastas ofrecen un escenario dinámico, donde un castillo o un ático pueden venderse con la misma agilidad y visibilidad que una escultura de Giacometti”.
La oferta no deja lugar a dudas: un castillo en el Valle del Loira, una villa frente al mar en Cannes, una casa provenzal con olivos... La mayoría parte de precios que superan el medio millón de euros, aunque también hay opciones más “accesibles”, como una vivienda en un pueblo de los Pirineos que salió a subasta por 299.000 euros.
Según Drouot, el 20% de las propiedades en su plataforma ya habían estado en venta anteriormente a través de inmobiliarias sin lograr cerrar la operación. Pero la gran mayoría se lanza directamente al mercado mediante subasta, con el objetivo de atraer compradores solventes y cerrar la venta sin dilaciones.
Un mercado que se adapta a nuevos tiempos (y perfiles)
El auge de las subastas online responde también a un enfriamiento del mercado de lujo en ciudades como París o Londres. La Cámara de Notarios de la capital francesa revela que en el segundo semestre de 2024 se vendieron menos viviendas que en el mismo periodo de 2020, en plena pandemia. En Londres, las transacciones de propiedades superiores a los 10 millones de dólares cayeron un 37% durante el primer trimestre de 2025, según datos de Knight Frank.
Este contexto ha empujado a muchos propietarios a optar por la rapidez y la visibilidad internacional de las subastas. En Estados Unidos, donde este sistema está mucho más asentado, firmas como Concierge Auctions —propiedad parcial de Sotheby’s— lideran el mercado. Desde su creación en 2008 ha vendido propiedades por más de 4.000 millones de dólares en 46 estados y 35 países, con una estricta política de admisión: solo acepta el 5% de los inmuebles que se le proponen.
“La clave es el tiempo”, explica a Financial Times Charlie Smith, socio director de Venteu. “Nuestros clientes suelen ser personas mayores, que buscan deshacerse de una segunda residencia que su familia ya no utiliza. El comprador medio, en cambio, es más joven, ronda los 30 o 40 años, y está familiarizado con el entorno digital, las pujas online y las visitas virtuales”.
Smith asegura que cada inmueble genera hasta 500 consultas y una media de tres a siete postores registrados. De hecho, cerca de la mitad de los compradores nunca visitan la propiedad en persona: todo el proceso se realiza digitalmente, con abogados que revisan los planos catastrales, las normativas urbanísticas o los informes de plagas desde cualquier parte del mundo.
En ese sentido, Financial Times apunta que la nueva generación de compradores adinerados ha crecido con eBay, Amazon y Sotheby’s online. Para ellos, el proceso tradicional de venta de inmuebles —lento, opaco, cargado de formalismos— resulta anticuado. “La gamificación del lujo no solo se acepta: se espera”, remata Langer.
Un espectáculo global, con luces y sombras
Las cifras lo confirman: en 2024, una finca frente al mar en los Hamptons se vendió por 89 millones de dólares en subasta, la operación más cara del año en esa zona. En Italia, una propiedad en Matera alcanzó los 1,95 millones de euros, 825.000 por encima de su valoración más alta. Y aunque el dólar débil podría frenar el interés de los estadounidenses, por ahora siguen siendo el perfil dominante en este tipo de operaciones, junto con compradores del norte y este de Europa, y nuevas incorporaciones desde Dubái, Brasil o Líbano.
Sin embargo, el modelo no está exento de polémicas. En Estados Unidos se han presentado demandas por el uso de postores ficticios para inflar precios, y no todas las subastas culminan con éxito: en mayo, dos viviendas en Londres —valoradas en 8 y 3 millones de libras— fueron retiradas por los propietarios al considerar insuficientes las pujas iniciales.
Aun así, para muchos, la experiencia lo compensa todo. “Las subastas son un espectáculo”, dice de Lummen. “No sabes quién está pujando, ni quién ganará hasta el final. Hay emoción, tensión, pasión… y envidia. Es como ver una obra de teatro en directo, solo que con millones en juego”.