Cuando lo técnicamente posible no es éticamente aceptable: “La clonación humana crearía ciudadanos de primera y de segunda”

En España ya existen clínicas destinadas a la clonación de mascotas, caballos de carreras y ganado. Desde el campo de la bioética, se abordan las problemáticas de estas técnicas y la situación actual de la clonación de personas

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Genetistas trabajan en un laboratorio. (Shutterstock)
Genetistas trabajan en un laboratorio. (Shutterstock)

En ocasiones, los avances científicos pueden volverse contra nosotros como nuestro propio retrato de Dorian Gray. Lo que en apariencia se muestra como una exhibición de poderío tecnológico, es posible que esconda tras la tela un retroceso humanístico. Tan aterradora como fascinante, la clonación se ha presentado en los últimos años como un posible escenario en una realidad futura. Las películas y los libros de ficción han recogido esta dimensión de la ciencia desde toda una variedad de ángulos, aunque lo que está claro es que la clonación supondría un punto de inflexión en el devenir de la Humanidad.

Las leyes de la bioética son tajantes con la clonación, pues la rechazan y prohíben de forma categórica. Pero, ¿podemos realmente fabricar una copia exacta de un ser humano? Técnicamente, sí. Para ello, bastaría con seleccionar una célula no sexual de un individuo, separar su núcleo (que es el que contiene la información genética) e introducirlo en un óvulo anucleado, es decir, al que anteriormente se le haya quitado el núcleo. Así lo explica la genetista Martina Fonalleras, científica en el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) de L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona.

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“Con esto se conseguiría tener toda la información genética dentro de una célula que tiene toda la maquinaria necesaria para poder dividirse y formar este nuevo ser”, aclara Fonalleras. La pregunta que se hacen los estudiosos de la bioética es si el mero hecho de ser capaces de hacer algo nos da la potestad para llevarlo a cabo. Indudablemente, las consecuencias que tendría para nuestra sociedad la legalización de la clonación humana supondrían un antes y un después en la historia de la evolución.

Fabiola Leyton es profesora de Ética y Legislación en Enfermería en la Universidad de Barcelona y miembro del Observatorio de Bioética y Derecho (OBD) de la misma institución. La doctora en Filosofía sostiene que si la sociedad permitiera la clonación y las modificaciones genéticas, “se crearían ciudadanos de primera y de segunda”. “Si ya nosotros establecemos diferencias entre individuos que nacen naturalmente y están presentes en el mundo, como son las discriminaciones racistas, sexistas, homófobas... ¿Qué pasaría si se permitieran las manipulaciones genéticas?”, plantea para Infobae España.

La pregunta no es baladí. Si esto llegara a ocurrir, todos los Estados del mundo se verían obligados a reformar su legislación para afrontar esta hipotética nueva realidad, para brindar de derechos o de deberes a los clones, para protegerlos o para hacer uso de ellos, pues solo unos pocos (los más ricos) tendrían acceso a esta tecnología.

La doctora María Castellano, además de ser la primera mujer catedrática de una Facultad de Medicina en nuestro país y académica de la Real Academia Nacional de Medicina Española, es especialista en medicina legal y forense. Las investigaciones realizadas a lo largo de su vida han contribuido a la humanización de esta disciplina. En una entrevista con Infobae España, la doctora Castellano hace bandera de la dignidad intrínseca del ser humano y defiende que esta “se debe mantener a toda costa”. De hecho, los propios clones “serían personas fabricadas para servir a otras” y “quitarían la dignidad al origen de la vida humana”.

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La experta declara que la clonación de personas elimina la identidad genética, algo que tendría unas consecuencias hasta entonces nunca experimentadas: “No se puede pensar en una sociedad de individuos idénticos. Sería conducir a la Humanidad al fin de una era y alterar todas las leyes de la evolución”. Sin embargo, a pesar de los avances tecnológicos que ya se están dando y que indudablemente se intensificarán en un futuro, la profesora Leyton descarta la idea de que estas manipulaciones genéticas lleguen a ser reales: “Confío en que el ser humano tenga un mínimo de responsabilidad sobre eso y que sea capaz de sentarse a una mesa y hablar sobre qué usos de la tecnología permitiremos socialmente y cuáles no”.

Clonación animal: ¿la rentabilización de la muerte?

¿Qué es lo que tienen en común Javier Milei y Barbra Streisand? Tanto el presidente argentino como la actriz han revelado haber clonado a sus mascotas, una tendencia que está ganando cada vez más popularidad entre los más adinerados. Según una crónica publicada por The New York Times en octubre de 2023, Milei habría pagado más de 50.000 dólares para clonar a su perro Conan en una clínica estadounidense. En Corea del Sur, los precios para clonar a una mascota alcanzan los 100.000 dólares.

Estas clínicas son la prueba de que, a diferencia del consenso existente en torno a la clonación humana, el panorama entra en matices si hablamos de clonación animal. Respecto a las leyes de la bioética, esta se mantiene en la misma posición, pero las normas jurídicas son mucho más flexibles. En España, la clonación animal no está regulada, por lo que se considera alegal. En nuestro país existen dos clínicas dedicadas a estas prácticas: Embryotools y Ovoclone. Ninguno de ellas ha querido participar en la elaboración de este reportaje. Ambas compañías se dedican principalmente a la clonación de caballos, aunque también trabajan con perros, gatos y camellos, entre otros.

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La profesora Leyton se mantiene en su posición respecto a este negocio. “Es un intento desesperado y muy caro de replicar a un animal por nuestras propias necesidades, por puro egoísmo. Ese animal jamás va a ser igual que el que hemos perdido, porque es otro individuo”. Estas técnicas reproductivas vienen marcadas por el determinismo genético, que es valorar a un ser por su genética y restarle el valor de su individualidad.

Las corrientes deterministas implican que la identidad de un individuo, ya sea persona o animal, es simplemente una identidad genética. No obstante, no debemos olvidar que existen factores epigenéticos que también moldean la personalidad. “Estas personas tendrán un animal de compañía que se parezca físicamente, porque en carácter nunca será el mismo”, aclara. “Si tanto te duele la muerte de un animal, puedes honrarlo dándole la oportunidad a otro de la misma especie, porque con la clonación lo que se intenta es llenar un hueco que tiene que ver con carencias personales”.

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Animales instrumentalizados

Si bien estas prácticas pueden ser defendidas por algunos sectores de la población como un acto de amor a una mascota, ¿qué ocurre con aquellos animales que se clonan con un fin económico, como algunos toros y caballos de competición? “Lo que se busca es reproducir a individuos que tengan unas determinadas características que sean rentables para sus dueños. Estos animales están valorados de manera instrumental porque no tienen un valor como individuos en sí mismos, sino solamente en función de cuánto rédito generen”.

Las investigaciones en torno a la clonación animal son relativamente nuevas: la famosa oveja Dolly dio el pistoletazo de salida en 1997. Un evento más reciente en cuanto a estas técnicas tuvo lugar en 2022, cuando China anunció que había conseguido clonar con éxito un lobo ártico, una subespecie propia de la tundra del norte de Canadá y que está en peligro de extinción. Este laboratorio de Pekín, Sinogene Biotechnologies, celebró el hito como una nueva forma de proteger y conservar los seres vivos en peligro.

¿Podría ser la clonación de animales en peligro de extinción una escisión en las leyes de la bioética? Pese a que, en apariencia, las intenciones pueden ser más nobles, para la doctora Leyton el problema sigue siendo el mismo. Si bien no existe ganancia económica, una vez más “intentamos desde el poderío técnico del ser humano paliar esta situación en vez de actuar sobre las causas que son motivo de la desaparición del animal”. Además, una segunda lectura deja ver que sigue existiendo una ganancia económica para la compañía que lo lleva a cabo.

Es más, clonar animales en peligro de extinción también conlleva una serie de problemáticas, pues un acervo o pool genético pobre termina por condenar a los individuos a la desaparición. A mayor diversidad genética, los individuos son más sanos y tienen más posibilidades de sobrevivir. Cuanto más se empobrece esa diversidad, los animales se vuelven más enfermizos y con mayor riesgo de morir de forma prematura, algo que también ocurre con los animales de razas puras, cuya esperanza de vida es menor. En el caso de las ovejas finlandesas-Dosset, la expectativa de vida es de 12 años. Dolly solo vivió seis años y medio.

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