‘Nosotras, las refugiadas‘, de Alba Martínez, la historia rescatada de las mujeres que fueron al exilio tras la Guerra Civil

‘Infobae España’ entrevista a la autora de la tesis que recupera la memoria de las exiliadas: “Pensé que sería pertinente mostrar esos rostros que en muchas ocasiones aparecen difuminados y, en el caso de las mujeres, con una perspectiva sobre todo muy victimista de ellas, como si no hubieran tomado sus propias decisiones”

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Alba Martínez, autora de 'Nosotras, las refugiadas'. (Cedida)
Alba Martínez, autora de 'Nosotras, las refugiadas'. (Cedida)

Con el paso de los años, vemos con más claridad que las mujeres siempre han sido relegadas a un segundo plano. En la Historia, la que se escribe con mayúsculas, casi no aparecen artistas, políticas ni activistas. En ocasiones, ni siquiera han sido borradas, porque sus nombres nunca llegaron a estar escritos. En las últimas décadas, la historia de muchas mujeres ilustres ha salido a la luz gracias al esfuerzo de muchas otras que han estudiado y publicado su labor. Pero la historia de las mujeres corrientes nunca ha estado entre los objetivos de los estudiosos, hasta que otras mujeres han empezado a rescatar su memoria destilando la Historia. Esa es la misión que emprendió Alba Martínez, una joven almeriense que decidió basar su tesis doctoral en ellas, en las relegadas.

En Nosotras, las refugiadas. Género, identidades y experiencias de las españolas refugiadas en Francia 1939-1978 (Comares, 2024), Martínez recupera la memoria de las mujeres que se vieron forzadas a marcharse al país vecino después de la Guerra Civil y durante la dictadura franquista. Su interés por las refugiadas del exilio español, un tema al que no había prestado especial atención la academia, nace de la carencia.

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Pregunta: ¿Por qué decidiste enforcar tu tesis en en las mujeres españolas?

Respuesta: Hice la carrera de Historia, y desde muy pronto me interesé por los temas de la historia de las mujeres y de género. La historia que nos enseñan sigue teniendo una perspectiva muy política y muy masculina, y tuve la suerte de tener un par de asignaturas sobre Historia de las mujeres y otras donde profesores y profesoras, fundamentalmente mujeres, incorporaban una perspectiva de de género a las temáticas, y esto empezó a despertar mi interés. Pensé que si el día de mañana hacía una investigación, sería sobre historia de las mujeres.

Concretamente, sobre mujeres que se fueron al exilio después de la guerra.

Cuando estudiábamos la Guerra Civil y el franquismo, que se estudia bastante en profundidad en la carrera, o al menos en la carrera que hice yo en la Universidad de Granada, el exilio se quedaba como un episodio en medio en el que no daba tiempo a profundizar, en el que tampoco había interés por profundizar, y que, cuando se hacía alguna mención, se proyectaba como un fenómeno que hubiera estado protagonizado fundamentalmente por hombres y por miembros de la intelectualidad y de las organizaciones políticas del momento. También me vi muy inspirada por la novela Inés y la alegría de Almudena Grandes, que me marcó profundamente porque fui consciente de que fue un exilio de masa, y no estamos hablando de medio millón de personas. Pensé que sería pertinente mostrar esos rostros que en muchas ocasiones aparecen difuminados y, en el caso de las mujeres, con una perspectiva sobre todo muy victimista de ellas, como si no hubieran tomado sus propias decisiones. A partir de ahí, claro, la investigación ya se se complica, porque una se da cuenta de que en los archivos y biblioteca ellas están muy infrarrepresentadas. Vamos a encontrar nombres de mujeres prominentes del momento. Cuando pensamos en las mujeres del exilio republicano pensamos en Victoria Kent, María Zambrano, Clara Campoamor, ¿no? Pero este conjunto de mujeres sin nombre permanece así. Yo lo llamaba como una suerte de presencia ausente.

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La exposición 'El exilio republicano de 1939, ochenta años después'. (Manuel Moros/Mémorial du Camp d’Argelès-sur-Mer. Fondo Jean Peneff, 2019)
La exposición 'El exilio republicano de 1939, ochenta años después'. (Manuel Moros/Mémorial du Camp d’Argelès-sur-Mer. Fondo Jean Peneff, 2019)

¿Qué es esta “presencia ausente”?

Pues que aparecen, pero a través de su marido, a través de su hijo. Ellas quedan en una suerte de limbo, y me parecía importante rescatarlas de ahí. Esto dificultó profundamente la investigación, porque me encontré con dificultades para encontrar fuentes que explícitamente me hablaran de ellas. Por lo tanto, esto me obligó a trabajar con una gran cantidad de fuentes de distinta naturaleza: administrativas, de correspondencia y fuentes orales, por supuesto. Al mismo tiempo, aprendí a leer las fuentes de otra manera, es decir, no solamente quedarme con aquellas en las que ellas aparecen de forma explícita, sino también entender por qué no aparecen en las que no están. En todo ese proceso, tuve la oportunidad de hacer poquitas entrevistas, por cuestiones evidentemente biológicas, a mujeres de la segunda generación, es decir, a aquellas que nacieron en España en la década de los 20-30, que llegaron siendo niñas o adolescentes al exilio junto a sus padres. Y aunque fueron poquitas, fueron muy reveladoras.

¿Qué te contaban las mujeres a las que entrevistaste?

El libro lo abro con un caso especialmente particular: el de Carmen, una mujer que falleció hace relativamente poco, hace año y medio. Y cuando la entrevisté ya tenía 92 años y conservaba muy bien la memoria. Tenía 16 años cuando llegó al exilio, llegó junto a sus padres y a su hermana pequeña. Fue internada en campos de refugiados de distintas zonas de Francia, junto a su madre y su hermana. Y cuando consiguieron salir, ella decidió empezar a colaborar con la Resistencia que se organizó en contra de la ocupación alemana en Francia. Colaboraba como agente de enlace, y ello la llevó a afiliarse al Partido Comunista de España, pese a que su padre era de ideas anarquistas, lo cual era una transgresión bastante significativa en ese contexto. Después, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, Carmen se casó con un comunista también resistente, y un hombre que había sido deportado al campo de Mauthausen y que sobrevivió. Cuando yo empecé a entrevistarla, me di cuenta de que los recuerdos no habían sido anclados en su memoria y de que la memoria que ella había construido del exilio tenía a su marido como protagonista.

Se había omitido a si misma de su historia.

Ella no estaba acostumbrada a que le preguntaran por sus propias experiencias, sino por las experiencias de su marido, que en ese momento ya había fallecido. Pero a través de fotografías o de otros recuerdos materiales, ella fue a su experiencia. Sus propias vivencias fueron saliendo, y ahí pude ver que emergían de alguna forma identidades complejas y aparentemente contradictorias. Es decir, de una mujer superviviente, una mujer aguerrida, con conciencia política propia, y al mismo tiempo la de una mujer dependiente de su marido y que había renunciado a muchas cosas en la vida por cuidar de un marido al que veneraban tanto ella como su entorno y que se había convertido en el principal protagonista de su exilio. A partir de ahí pensé: ‘Vale, aquí lo interesante es comprender cómo esa identidad aparentemente contradictoria coexiste en el exilio y cómo se construye‘.

La portada del libro
La portada del libro

A lo largo del libro, se menciona en muchas ocasiones el “paradigma del acompañante”.

Entiendo el paradigma del acompañante como el conjunto de reacciones, de mecanismos, de prácticas que convirtieron a las mujeres en refugiadas a través de su identidad de acompañante. Independientemente de las razones que les llevaran al exilio, de cara a las autoridades francesas y de cara a sus compañeros, ellas fueron entendidas automáticamente como acompañantes de los refugiados, de los auténticos exiliados, que serían los varones. Es decir, se entiende que lo único que te lleva al exilio son razones políticas. ¿Las razones familiares, otro tipo de razones, se infravaloran? Y entonces eso convierte al hombre en el arquetipo del auténtico refugiado, que es el que se va al exilio, el que tiene realmente motivos para ir al exilio, y las mujeres permanecen alrededor, como una suerte de daño colateral de ese exilio, pero no como protagonistas. Entonces, al final sus identidades quedan ancladas en este paradigma del acompañante.

Las mujeres aparecen ancladas en ese paradigma y parece que no tuvieran más identidad ni motivaciones.

A mí me interesaba ver qué mecanismos habían apuntalado esa imagen de ella, y al mismo tiempo demostrar que ellas no fueron solo eso, que tuvieron muchas más identidades y que a veces jugaron con ese perfil del acompañante en beneficio propio.

Hablando de aprovechar ese rol al que las habían encasillado, el libro recoge la correspondencia entre una pareja donde se ven estas dinámicas y cómo ella intenta valerse de las mismas para conseguir sus objetivos.

Francesc Torrades y Antonia Marcinaire. Ellos son una pareja corriente del exilio, cuya correspondencia fue depositada por Antonia Marcinaire en el año 2004, en el Archivo de Carcassonne, en el Archivo Departamental. Esta correspondencia a mí me permitió hacer un análisis micro-histórico de cómo la pareja gestionó ese contexto, tanto la separación como el propio exilio. Y era muy interesante, porque yo vi cómo durante el internamiento -ella estuvo en distintos refugios de Francia- la personalidad de Antonia va cambiando, va mutando, y la de él también, a consecuencia de las vivencias que están experimentando.

Pablo Bustinduy, ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, sobre Memoria histórica.

En ese contexto de internamiento, ella al principio se muestra mucho más dependiente de él, mostrándole continuamente su amor e insistiendo en que ella se ha ido al exilio por él. Conforme va pasando el tiempo, ella insiste en que quiere trabajar, en que ya no la considere más una niña, sino que la considere una compañera. Le pide que le cuente las cosas, porque ella, en ese tiempo que ha estado en el exilio, se ha dado cuenta de lo que es la vida y que, por tanto, ha madurado y que deje de infantilizarla. Y esto era muy interesante, porque si bien al principio se puede ver cómo ella llega al exilio parece que solo y exclusivamente por seguirlo a él, luego adquiere conciencia política porque su entorno en el internamiento era un entorno muy politizado. Y él, sin embargo, se va al exilio por motivos estrictamente políticos, pero en su permanencia en el exilio también depende de ella, porque él le pide por favor que no vuelva. La necesita para poder sobrevivir emocionalmente. Ella sutilmente le dice que quiere trabajar, pero que sin el trabajo de él no podrían vivir. Siempre juega con esa forma de intentar que él no se sienta amenazado, que su rol masculino no se sienta amenazado.

¿Cuáles son las diferencias entre las distintas generaciones de mujeres que se fueron al exilio?

Se puede ver una una diferencia generacional en el caso de las mujeres que llegan siendo adolescentes y que ya se casan en el exilio y construyen su hogar de cero. Vivieron la Segunda Guerra Mundial de una forma muy intensa, aprovechando los espacios políticos que este contexto, que el contexto de la Resistencia había permitido. Se politizaron, desempeñaron trabajos remunerados y ganaron su propio salario. Cuando termina la Segunda Guerra Mundial, hay una relativa vuelta al orden y se entiende que las mujeres tienen que volver a los hogares y tienen que encargarse de reconstruir esos hogares.

Sobre estas mujeres de la generación intermedia, yo digo que recae el peso de la comunidad de exiliados. Eran comunidades muy endogámicas, donde había que mantener las tradiciones, las identidades regionales y nacionales. Yo considero que esto vio limitada la propia individualidad de estas mujeres jóvenes, que a lo mejor querrían haber seguido desarrollándose políticamente o laboralmente. Una de las mujeres me contaba que su madre le decía que, cuando se casara, ella se tenía que casar con un español, pero que su hermano, que también estaba en el exilio, hiciera lo que quisiera, que si quería casarse con una francesa, que se casara una francesa, pero que ella se tenía que casar con un español porque había que mantener la costumbre, había que mantener la identidad. Se entendió que su rol era el de cuidar a los varones y mantener esas identidades nacionales,

Imagen extraída de la exposición 'El exilio republicano de 1939, ochenta años después'. (Biblioteca Nacional de España)
Imagen extraída de la exposición 'El exilio republicano de 1939, ochenta años después'. (Biblioteca Nacional de España)

La sensación es que durante el contexto de guerra y posguerra, y luego otra vez en la Segunda Guerra Mundial, parece que toman un papel protagonista en sus vidas. Toman más decisiones, tienen capacidad para echar un pie adelante con respecto a generaciones anteriores. Y de repente, con la normalidad, vuelven otra vez a las casas y a los cuidados.

Los contextos de excepción al final siempre son favorables a la alteración de los roles y las relaciones de género más normativas. En esos contextos, a la mujer se la requería, las necesitaban. Después esto ya no es así, pero no fue un movimiento radical. Quiero decir, no es que el día de la liberación las mujeres dejaran totalmente su actividad política. Fue mucho más complejo y generó mucho malestar y muchas frustraciones en las propias mujeres, como es lógico. Después de todo lo que habían experimentado, volver a los hogares no fue sin resistencia por su parte. Y ellas también ahí intentaron negociar una vida en matrimonio más igualitaria, más libre, donde quizás se les permitiera trabajar.

Presentación del libro

Durante las próximas semanas, Martínez presentará su libro en distintas ciudades de España. El próximo martes, 28 de mayo, lo hará en la librería Picasso de Almería; el miércoles, 29 de mayo, en la Corrala de Santiago de Granada; y el viernes, 31 de mayo, estará en la librería Traficantes de Libros de Madrid.

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