Cuándo es posible imputar un testamento por demencia senil

La demencia senil es un término que abarca diferentes enfermedades mentales, como el Alzheimer o la demencia vascular, que afectan al deterioro cognitivo

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Un anciano sujetando la mano de una enfermera (Freepik)
Un anciano sujetando la mano de una enfermera (Freepik)

Un testamento es un documento legal que deja una persona para establecer sus deseos una vez haya muerto. Lo principal que se indica en este tipo de documentos es la distribución de los bienes y las propiedades, pero también habla sobre la tutela de hijos menores de edad o la administración de asuntos personales y financieros. El testamento debe ser abierto cuando su dueño haya fallecido, pero ¿Qué pasa si alguno de los herederos no está de acuerdo con lo escrito?

En ese caso el testamento puede ser impugnado, pero es un proceso que no siempre es fácil. Una primera razón para impugnar un testamento sería si este no cumple con la legalidad establecida, si se ha obviado a uno de los herederos forzosos o si existen defectos de forma en la redacción, como no incluir la fecha o la firma manuscrita ante la presencia de testigos. En este caso, la impugnación se podría realizar de forma sencilla, ya que hay pruebas concretas que lo avalen.

En otro supuesto, si una persona tiene la intención de impugnar un testamento alegando demencia senil del testador, es un proceso que se puede complicar más. Uno de los motivos por los que se puede realizar una impugnación es que dicho testamento haya sido suscrito sin tener capacidad para ello.

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La demencia senil es un término que abarca diferentes enfermedades mentales, como el Alzheimer o la demencia vascular, que afectan al deterioro cognitivo y está relacionado con la edad. Considerando esto, la demencia entraría dentro de los supuestos para recurrir el documento, pero la cuestión está en que hay que demostrarlo ante un juez.

El testamento siempre debe ser firmado ante un notario que da fe aplicando criterios intuitivos, y por tanto impugnables, de que el testador tenía la capacidad mental, conocimiento y voluntad necesarios para testar. Por ello, al no ser una persona instruida en materia sanitaria, se puede revisar mediante un proceso judicial, en el que obligatoriamente se debe mostrar un informe pericial psicológico o psiquiátrico.

Si el informe se realiza antes del fallecimiento valdría como prueba para impugnarlo una vez se haya leído el testamento. Sin embargo, ¿sería posible demostrar la demencia tras la muerte del sujeto? La respuesta directa es no, aunque siempre puede depender de cada caso en concreto.

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Debe probarse, de forma indudable, la ausencia de capacidad mental

Como ejemplo, existe una sentencia emitida por el Tribunal Supremo el 7 de julio de 2016, en la que se consideró que debe probarse, de forma indudable, la ausencia de capacidad mental del testador en el momento del otorgamiento ante el notario del testamento impugnado para poder determinar su nulidad.

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La demanda fue impulsada por una de las hijas de la testadora, que se veía afectada por cambios en la distribución de la herencia respecto a testamentos previos. La ausencia de antecedentes médicos concretos sobre el estado mental de la testadora y la realización de peritajes contradictorios post-mortem no permitieron concluir definitivamente que la testadora padeciera de demencia en el momento de la firma. La decisión del Tribunal se basó en la presunción de capacidad y el principio “favor testamenti”, que favorece la validez del testamento en casos de dudas sobre la capacidad mental del testador.

Por lo que la conclusión de este fallo es que para anular un testamento basándose en la incapacidad mental del firmante, se requiere iniciar un proceso judicial donde se aporten evidencias sólidas, tales como informes médicos y testimonios, que contradigan el juicio inicial del notario, quien por ley debe certificar la capacidad del testador para otorgar testamento.