Mayra Arena: de la casa de chapa, pedir en la calle y mentir para conseguir trabajo a contarle al mundo “qué tienen los pobres en la cabeza”

La joven, que se hizo conocida por sus textos sobre cómo se vive y piensa en los barrios vulnerables, pasó por el ciclo Cómo Llegué Hasta Aquí y habló de lo difícil que es salir no solo de la situación de pobreza sino de las ideas que se forman en la cabeza. Habla de la importancia de la educación en su vida y por qué siempre la salvaron las palabras

Guardar

Nuevo

Mayra Arena en el ciclo Cómo llegué hasta aquí de Infobae en la Usina del Arte

“Mi nombre es Mayra Arena. Soy de Bahía Blanca pero hace dos años vivo en Buenos Aires, en el Conurbano más específicamente”. Así empieza su relato en primera persona Mayra Arena, una de las personas cuya historia conmovió en el ciclo Cómo Llegué Hasta Aquí.

Su historia de vida no requiere intervenciones, y la cuenta ella misma con maestría y espontaneidad. Apenas abre la boca, el auditorio de la Usina del Arte se sume en un silencio que solo se termina cuando ella misma, conmovida también, hace una pausa para recibir preguntas. Pero antes, cuenta cómo fue su camino hasta aquí.

“Supongamos que me hice viral o algo así por haber contado dónde nací, y por haber contado cómo más o menos intenté sobrellevarlo o intenté salir de eso. No sé si alguna vez salís del todo, pero de alguna manera poder vivir en un lugar que no sea una casa de chapa, poder vivir en un lugar que no se llueva, poder vivir en un lugar en el que pase el colectivo, por ejemplo... son un montón de cosas que parecen insignificantes, pero en su momento tuvieron algún significado para mí”, comenzó.

Tuve grandes shocks en la vida: cuando era chiquita y salía a pedir, me impactaban los pisos de las casas. Que esas personas tuvieran piso para mí era maravilloso porque yo tenía piso de tierra en mi casa, y ver un piso brillante donde podías patinar para mí era algo de otro planeta, de otra dimensión”.

“Tuve grandes shocks en la vida: cuando era chiquita y salía a pedir, me impactaban los pisos de las casas. Que esas personas tuvieran piso para mí era maravilloso porque yo tenía piso de tierra”
“Tuve grandes shocks en la vida: cuando era chiquita y salía a pedir, me impactaban los pisos de las casas. Que esas personas tuvieran piso para mí era maravilloso porque yo tenía piso de tierra”

“Me hice conocida por contar lo qué pasó la primera vez que entré a un baño. Y lo que pasó fue que vi un inodoro y un bidet y no sabía realmente lo que era un bidet, entonces pensé que las familias ricas tenían dos inodoros y era simplemente algo de ricos”.

“Si hubo clicks en mi vida, quizás fueron esos. Y además el hecho de que a los 16 años, ya teniendo un hijo de 2 años, entré a un laburo en el que le había mentido en un montón de cosas al abuelo que cuidaba. Le había dicho que tenía 19 años (yo estaba por cumplir 16, o sea era mucho más chica de lo que había dicho), le había dicho que era auxiliar de enfermería (yo realmente no sabía agarrar un paquete de algodón). Él me inculcaba que yo estudiara, que empezara la carrera de enfermería, que empezara la carrera de medicina, que estudiara algo, que leyera, que hiciera lo que sea, pero que hiciera algo a nivel institucional”.

“Yo tenía la costumbre de decir siempre que tenía la secundaria completa pero debía tres materias. ¿Por qué decía que debía tres materias? Bueno, porque era la forma de asegurarme que si me pedían algún papel, no lo tenía. ¿Por qué? Porque debía las tres materias. Era mi forma de mentir sin necesitar falsificar ningún papel, que no es que no lo hubiera hecho por algo moral, sino porque falsificar ese tipo de papeles es carísimo y yo en ese momento era más pobre que una laucha”.

“Así que entré en ese trabajo mintiendo en absolutamente todo, pero a pesar de eso, me hice querer porque en poco tiempo me gané el cariño de ese abuelo y de esa abuela que tenían 84 años. Y me hicieron leer a Cortázar, me hicieron leer a Borges, me hicieron leer a José Ingenieros, me hicieron leer a un montón de escritores y cambió mi cabeza en un montón de cosas. En ese momento empecé a pensar que quizás estaba bueno terminar la secundaria en serio y dejar de mentir, porque yo venía mintiendo hace un montón en lo laboral, desde siempre. Y ese trabajo fue de alguna manera lo que me llevó a intentar cambiar mi vida”.

"La pobreza es como una cárcel. No es una cárcel que tenga cerradura y candado, pero es una cárcel de la que es muy difícil salir y de la que es muy difícil también darse cuenta de que estás”
"La pobreza es como una cárcel. No es una cárcel que tenga cerradura y candado, pero es una cárcel de la que es muy difícil salir y de la que es muy difícil también darse cuenta de que estás”

“De todos los trabajos que tuve desde los 14 años siempre algo me quedó. A los 14 años tuve un laburo del que me echaron y me dijeron que iban a ‘prescindir de mis servicios’. Yo tenía 14 años pero había dicho que tenía 16, toda mi vida laboral era en base a la mentira. Cuando me dijeron eso, a mí la palabra prescindir me sonaba a imprescindible. Entonces cuando me dijeron eso pensé que me iban a dar más laburo. Entonces al otro día me presenté a laburar como siempre, normalmente, y ahí mi patrón con un poco de lástima incluso, porque fue muy paternalista y bastante humillante, me dijo: ‘No, mirá, prescindir significa que no te vamos a necesitar más’. Fue tan incómoda esa situación de que te tengan que explicar una palabra, que ahí dije tengo que empezar a estudiar o tengo que volver a la escuela. Tengo que hacer algo con mi vida”.

“Pero tenía 14 años y vino mi hijo Joaquín, quedé embarazada. Así que lo único que hice fue esperar a tenerlo. Y después vino Víctor, este abuelo maravilloso que me hacía leer, me obligaba a leer, me preguntaba qué pensaba de los libros, me obligaba a debatirlos y bueno, también siguió en mi cabeza la idea de estudiar, de hacer algo con la cabeza, con las palabras”.

Siempre tuve algo con las palabras porque de chica salía a pedir y cada vez que pedíamos o cada vez que salíamos a pedir a una empresa, a una casa, a donde fuera que pidiéramos, yo prestaba mucha atención a qué palabras le importaban a las personas, o qué palabras las impresionaban. Si las impresionaban los buenos modales o si las impresionaba algún lenguaje en particular. Si eran hombres me comportaba de una manera, si eran mujeres o si eran viejitas, me comportaba de otra. Entonces siempre prestaba mucha atención a las palabras”.

“Y entonces leí un libro que se llama Papillon, que es de Henri Charrière. Trata de un tipo que estuvo en cana toda su vida y el libro es él contando toda su vida en prisión y cómo siempre intentó escapar. Yo lo encontraba bastante parecido a la pobreza, esa idea de la prisión. No está institucionalizado pero la pobreza es como una cárcel. No es una cárcel que tenga cerradura y candado, pero es una cárcel de la que es muy difícil salir y de la que es muy difícil también darse cuenta de que estás en la cárcel”.

"Trabajé con cama adentro. Y ahí también empecé a conocer, y permití que mi hijo conociera, la vida en una casa más allá del piso y el baño, la vida en una casa con un cuarto para cada uno, con calefacción, con un comedor aparte de la cocina"
"Trabajé con cama adentro. Y ahí también empecé a conocer, y permití que mi hijo conociera, la vida en una casa más allá del piso y el baño, la vida en una casa con un cuarto para cada uno, con calefacción, con un comedor aparte de la cocina"

“Nunca me alcanzó para tener un solo trabajo y siempre buscaba trabajos en los que me aceptaran con mi hijito. Me metí cama adentro, fui cama adentro varios años en varias familias. Cuidamos familias de todo tipo, o acompañamos a viejitos de todo tipo con mi hijo. Incluso familias pobres, porque también existe que el sueldo te lo pague PAMI o la obra social de la persona, no es que trabajé siempre en casas de ricos, aunque la mayoría de las veces sí”.

Ahí también empecé a conocer, y permití que mi hijo conociera, la vida en una casa más allá del piso y el baño, la vida en una casa con un cuarto para cada uno, con calefacción, con un comedor aparte de la cocina. Eran cosas que desde chica las miraba hasta con cierto resentimiento o con cierto recelo. ¿Para qué necesitás tantas habitaciones en una casa cuando hay gente que vive hacinada? ¿Para qué necesitás tanto espacio si se puede vivir con lo mínimo? Y bueno, y descubrí en esos trabajos que fui cama adentro entre los 18 y los 22 años que estar cómodo no tiene nada de malo, o que vivir cómodo no tiene nada de malo. Todos esos trabajos me fueron enseñando diferentes cosas muy valiosas. La verdad es que no fueron trabajos que en un currículum me abrieran puertas importantes a nada, pero siempre de cada patrón o de cada familia algo me llevaba”.

A los 19 años me puse de novia con una persona que tuvo mucha influencia en mi vida. Me puse de novia con un cheto básicamente, en lo que era mi universo de ese momento, con mi lenguaje y mis valores culturales, era un cheto. Hoy miro para atrás y de cheto no tenía nada, y ya no uso la palabra cheto tampoco, me parece bastante infantil. Pero en ese momento a mí me gustaba un cheto y era algo que no me lo podía permitir. Pero bueno, estaba bastante enamorada y esta persona también estaba bastante enamorada de mí, así que tuvimos una relación. Y esta persona siempre me maquinaba con que estudiara de verdad, con que institucionalizara mis estudios, con que cambiara mi forma de vestir. Yo no traje material fotográfico, pero si yo les muestro una foto antes y después de esa persona, realmente es como un antes y un después de pasar por una institución. Yo me vestía como en el imaginario de ustedes se viste cualquier villera: buzos de acetato grande, jean grande, enorme, en esa época se usaban los dragones, que eran una cosa espantosa acá al costado hecha con lavandina o con una estampa. Y si bien siempre tuve bastante lenguaje porque me importaron las palabras para tratar con las personas, yo hablaba con la tonada villera, con la tonada que escuchamos siempre que usan las personas de las villas. Y después de esta persona cambió radicalmente mi forma de vestir”.

"La autodiscriminación es algo muy presente también en la pobreza, uno se echa de los lugares antes de que lo echen a uno"
"La autodiscriminación es algo muy presente también en la pobreza, uno se echa de los lugares antes de que lo echen a uno"

Volver al estudio

“Cuando tomo la decisión de retomar los estudios, resulta que yo había mentido tanto tiempo que se me caía la cara de vergüenza de tener que hacer la primaria en mi ciudad, porque yo nunca había hecho ni la primaria. O sea, yo dejé la escuela en octavo grado. Entonces intenté buscar alguna primaria en algún lugar donde me aceptaran, pero ninguna me aceptaba porque octavo y noveno ya no existían. Tenía una frustración muy grande: una vez que me pongo las pilas, que tengo ganas de terminar, ningún lugar me acepta. Si quería terminar, tenía que ir con los que terminaban la primaria y hacer quinto, sexto y séptimo grado, y yo no quería porque me faltaba una eternidad. Y también por soberbia. Y esto lo tengo que decir: yo me sentía que estaba capacitada para ir directamente a la secundaria y que no tenía por qué hacer eso. Pero no hubo manera de violar ninguna regla, no hubo manera de truchar nada, así que tuve que ir por derecha y el único lugar que me aceptó fue una escuela rural a 40 km de mi ciudad”.

“Yo no tenía auto, no tenía moto, no existía un colectivo que uniera la ciudad en donde yo vivía con ese pueblo, que es Arroyo Corto (un pueblo de dos mil habitantes). Entonces no me quedó otra que ir a dedo. Así que con mi hijo siempre, porque siempre estuve con mi hijo, era hacer dedo en la ruta, ir a esa escuela, estar un par de horas (no era todos los días igualmente), estudiar y volver a mi ciudad. Solamente podía tener el trabajo de la noche y algún que otro trabajo a la mañana, algunas veces por semana. Entonces fue un sacrificio enorme, fue realmente una de las cosas más sacrificadas que tuve que hacer. Puede no parecer tan sacrificado hacer la secundaria pero por mi situación institucional fue recontra difícil”.

“Sin embargo le encontramos el lado positivo: nos encantaba hacer dedo, a mi hijo le encantaba subirse a los autos y a los camiones. La verdad es que nunca tuvimos una mala experiencia, los camioneros siempre frenan, muchos autos de familia también. El nene como que tenía que estar escondido porque en la ruta hay como un mito de que las mujeres que hacen dedo con niños en realidad es para robarte y es como una trampa, que es un mito que está instalado y es bastante pavo porque estadísticamente es absolutamente inchequeable”.

“Así pudimos terminar la secundaria, mi hijo de alguna manera también porque siempre estaba conmigo. Y entonces llegó el momento de pensar qué estudiar. Tenía muchas cosas en la cabeza, pensaba en letras porque me gustaban mucho las palabras y me gustaba mucho leer, pensaba en enfermería porque siempre trabajé cuidando gente y me gustaba atender a los demás, y también pensaba en medicina como algo megaimposible. No sé por qué, porque nadie nos prohíbe la entrada a medicina a los pobres, pero de alguna manera uno solo se pone ese límite de decir ‘no, voy a estudiar enfermería porque es más corto, porque es más para mí, porque en medicina va a haber otra gente’”.

"Terminé la secundaria yendo a dedo a la escuela con mi hijo. Fue un sacrificio enorme, fue realmente una de las cosas más sacrificadas que tuve que hacer. Puede no parecer tan sacrificado hacer la secundaria pero por mi situación institucional fue recontra difícil"
"Terminé la secundaria yendo a dedo a la escuela con mi hijo. Fue un sacrificio enorme, fue realmente una de las cosas más sacrificadas que tuve que hacer. Puede no parecer tan sacrificado hacer la secundaria pero por mi situación institucional fue recontra difícil"

La autodiscriminación es algo muy presente también en la pobreza, uno se echa de los lugares antes de que lo echen a uno. Si bien existe la discriminación, es decir, cuando yo me vestía como les conté era muy normal que yo fuera a un lugar y me ofrecieran siempre lo más barato o me ofrecieran cosas de segunda marca. Pero más allá de esas pequeñeces no era algo importante ni era algo que ocurría a nivel institucional, era algo que se puede vencer. Sin embargo, en uno está todo el tiempo la autodiscriminación, está todo el tiempo el: ‘no, va a estar lleno de chetos’, como decía yo en ese momento, o ‘va a estar lleno de gente con la que no voy a tener de qué hablar, con la que no me voy a entender, con la que voy a chocar incluso’. Y de repente, apareció la carrera de Ciencias Políticas y si bien Letras me encantaba, Ciencias Políticas tiene algo que a mí me apasiona: la economía y la política. Me apasionan profundamente desde que tengo 7 años, porque cuando yo tenía 7 años (en 1999), De La Rúa hizo una campaña fabulosa -o a mi criterio fabulosa- en la que hablaba mal de Menem. Decía que él no era divertido como Menem, pero que él venía a sanar las cosas que estaban mal, decía: ‘Voy a ser el médico de cada enfermo, voy a ponerle el hombro a cada trabajador’. Y yo, que crecí en la pobreza de los 90, pensaba: este tipo realmente viene a sacar el país adelante”.

“Si bien no fue un pálpito para nada acertado, me quedó para siempre en la cabeza esa campaña, y la política siempre me interesó. Y cuando aparece esta carrera y la posibilidad de hacerla, me anoté, empecé a estudiarla y la verdad es que me fue siempre muy fácil, en todos los niveles. Nunca tuve dificultad, de hecho nunca estudié, soy de esas personas que prestan atención y simplemente rinden. Todavía no me recibí. Todavía estoy cursando porque esto fue hace relativamente poco”.

El precio de salir de la villa

Lo más jodido a la hora de decidir salir de la villa es enfrentarte a los costos económicos y culturales. Los económicos son obvios porque vivir en la villa es gratis y todos los servicios en la villa son gratis o por lo general son gratis. Acá quizás en Buenos Aires las villas están un poco más urbanizadas pero de donde soy yo, todo es por izquierda. Entonces imaginate vivir en un lugar que es precario pero tenés absolutamente todo gratis y lo que vos ganes te queda para vos... no se compara con ir a un lugar donde pagás alquiler, gas, luz, agua, absolutamente todos los servicios. Es un paso que no es un progreso, al contrario, te manda para atrás porque tenés más deudas, tenés más costo de vida. Entonces esa fue una de las cosas que más me costó enfrentar, que más me costó decidir, que más me costó verla como algo bueno. Pero yo decidí que aunque me costara un montón y perdiera todos los beneficios de vivir en la villa, iba a afrontar ese costo económico. Me iba a ir para que mi hijo no tuviera que vivir más así”.

Los costos culturales fueron un poquito más difíciles de superar, porque el pobre en su barrio o en su contexto o en su lugar nunca es discriminado. Uno nunca es discriminado en su entorno. El choque empieza cuando vos te empezás a meter en lugares donde nunca hay villeros o donde nunca hubo villeros y no es que te echan, no es que te señalan con el dedo, pero hay pequeñísimas señales, pequeñísimas miradas, pequeñísimas risas también que uno las llega a detectar y que son muy dolorosas. Entonces uno se termina yendo de esos lugares porque no se la banca. Así que para mí fue bastante difícil alquilar con mi hijo y empezar a buscar trabajo en lugares distintos y empezar a movernos en lugares que no fueran la villa”.

“Lo más jodido a la hora de decidir salir de la villa es enfrentarte a los costos económicos y culturales"
“Lo más jodido a la hora de decidir salir de la villa es enfrentarte a los costos económicos y culturales"

“No es que no volvimos nunca más a la villa. Siempre volvimos porque tenemos a todos nuestros afectos, pero fue recontra difícil. Una vez que estuve de novia con esta persona que les conté, es como que aprendí un montón de cosas, pavadas de cómo sentarme a comer en algún lugar, hasta cómo agarrar los cubiertos, cómo vestirme, cómo hablar, cómo saludar. Yo no tenía la costumbre ni de saludar. Prácticamente esta persona me civilizó en un año”.

“Y finalmente, ante lo caro de vivir y alquilar, me decido a meterme cama adentro para no tener que volver a la villa. Entonces cama adentro viví hasta los 22 años. Fue todo tan lento, tan espaciado, fueron tantas decisiones tan sobre la marcha que sería ridículo decir que hay una forma de salir de la pobreza. O sea, la verdad es que tuve muchas oportunidades, tuve mucha gente buena, mucha gente que me alentó, mucha gente que me alentó a estudiar. Y tuve la suerte de que estudiar tuviera sentido, porque muchas veces pasa que cuando las puertas están completamente cerradas, estudiar no tiene ni el más mínimo sentido. Se ve como una pérdida de tiempo absoluta. Y como yo presentía, o por lo menos me atajaba de que como politóloga no iba a tener laburo, al mismo tiempo estudié un oficio. Estudié depilación, y creo que fue la decisión más acertada que tomé en mi vida. Hacer un curso de algo que tuviera salida laboral concreta y rápida y que me permitiera dejar de ser cama adentro. Porque si bien siendo cama adentro conocí gente maravillosa que me trató como de la familia, que me enseñó muchas cosas, y pude ahorrar un montón porque el sueldo me quedaba limpio, también tuve familias crueles, muy crueles. Estilo la Cenicienta, o estilo maldades con la empleada que se ven en las películas, realmente. Mi hijo las percibía mucho, mi hijo hoy es un nene recontra inteligente, percibe mucho la soberbia, percibe mucho el destrato, percibe mucho la maldad o la crueldad gratuita, y también percibe mucho la simpatía sincera. Es recontra inteligente en ese sentido. Así que a él de alguna manera quizás también le sirvió para eso”.

“Entonces cuando empiezo a tener una clientela importante en depilación, dejo de ser cama adentro y me alquilo mi propia casa, armo mi propio local y me voy ahí a vivir con mi hijo y con mi pareja (que no era el cheto sino otro). Así que básicamente esos fueron más o menos todos los procesos más importantes. Con la depilación llegó una salida laboral estable, un ingreso estable, por primera vez vivir hasta fin de mes tranquila, por primera vez poder comprarle a mi hijo todo lo que quería y estudiar la carrera tranquila, tener tiempo para estudiar a la noche y dormir en una casa con techo, calentita”.

Una nota en Infobae y la charla TED

“Cuando todo estaba tranquilo y estable, me llaman para dar una charla TED en mi ciudad. Resulta que yo había escrito cosas en Facebook, contando de dónde era, siempre usando las palabras, y escribí un texto que se hizo muy viral en el que contaba que mi mamá había sido marginal y yo simplemente había sido pobre y de título, para que sea bastante tramposo, le puse “El beneficio de ser pobre”. En realidad, en todo el texto intento contar que no tiene ningún beneficio la pobreza ni la marginalidad, pero el texto juega con eso y con cómo la pobreza es un estado superior a la marginalidad. Bueno, se recontra viralizó, como setenta mil compartidos, notas para medios de toda Latinoamérica, notas para Infobae (que fue el primer medio nacional que me hizo una nota, el periodista se llama Joaquín Cavanna). Entonces ahí me llaman para dar una charla TED”.

Mayra en la charla TED en Bahía Blanca
Mayra en la charla TED en Bahía Blanca

“Siempre había tenido esta idea de que siempre están diciendo: ‘Qué tienen en la cabeza los pobres’. Y como siempre miré qué tienen en la cabeza las personas, porque cada vez que tenía un laburo a lo que más le prestaba atención era a la cabeza de mi patrón o a la cabeza de mi patrona, y prestaba atención a qué cosas eran importantes para esa cabeza, si era una cabeza más emocional, si le importaba más la simpatía y el buen trato o si era una cabeza más rigorista y le importaba más la puntualidad y ciertas exigencias. Y hablar de qué tenemos en la cabeza los pobres me parecía interesante, porque es un prejuicio muy instalado. Entonces me puse a desmenuzar los grandes prejuicios que yo conocía. Intentar explicar por qué hacíamos lo que hacíamos o por qué actuábamos como actuábamos. Y de nuevo, recontra viral”.

“La verdad que ahí sí que no esperaba tal nivel de viralización, fue algo que me excedió y realmente todos los medios nacionales me empezaron a dar una cabida o un lugar que yo no esperaba. Quizás era un lugar que estaba vacío porque no existen pobres que hablen de pobreza, existen economistas que hablan de pobreza, existen sociólogos, existen un montón de gente que habla de pobreza, pero no hay pobres. Entonces, de alguna manera, quizás es novedoso eso”.

“No sé hasta cuándo va a durar esto de que me llamen para dar charlas o de que me den notas en los medios o de que escriba para una editorial. Durará lo que tenga que durar. Así que esa es básicamente mi historia y les agradezco que me la hayan escuchado”.

Preguntas para Mayra

Como en cada encuentro de Cómo Llegué Hasta Aquí, al final de la charla los jóvenes pueden hacerle preguntas a la figura invitada. Mayra dejó a todos emocionados con su exposición, pero no faltaron chicos y chicas que quisieran saber más de su vida.

-Mayra, en todo tu relato siempre sos vos la madre, ¿pero cómo eras como hija?

-Es que yo fui toda la vida madre, porque crie a mi hijo a los 14 y antes había criado también a mis hermanos menores. Nunca fui mujer sin ser madre... no existe, porque si lo pensás, desde los 14 que soy madre, entonces no tengo concepción mía siendo mujer y no madre. Mi mamá fue una mamá amorosa dentro de lo que pudo y las limitaciones que tuvo, si bien no tengo recuerdos de ella dándome un abrazo, tampoco nunca me pegó una patada. Lo cual en el contexto en el que yo nací, es gran cosa. Mi mamá era muy limitada, no sabía explicarnos nunca las cosas, pero de alguna manera hasta creo que eso me sirvió, porque como mi mamá nunca entendía, yo todo el tiempo me rompía la cabeza pensando cómo traducirle las cosas del mundo, y a la vez cómo traducir lo que pensaba mi mamá para el mundo. Por ejemplo, yo no le podía decir a mi mamá “mañana no hay clases por profilaxis”. No lo hubiera entendido. Entonces yo tenía que traducirlo y decirle: “mañana no tengo que ir a la escuela”. Por darte un solo ejemplo, pero así aplicado a todo. Y no digo que no fue un condicionante, siempre es condicionante porque uno tiene que buscar afuera lo que no tiene, pero lejos de limitarme hizo que todo el tiempo intentara entender más para poder ayudarla a ella cuando tenía que hacer un trámite o lo que sea.

"Mi mamá fue una mamá amorosa dentro de lo que pudo y las limitaciones que tuvo, si bien no tengo recuerdos de ella dándome un abrazo, tampoco nunca me pegó una patada. Lo cual en el contexto en el que yo nací, es gran cosa"
"Mi mamá fue una mamá amorosa dentro de lo que pudo y las limitaciones que tuvo, si bien no tengo recuerdos de ella dándome un abrazo, tampoco nunca me pegó una patada. Lo cual en el contexto en el que yo nací, es gran cosa"

-¿Cómo era tu familia y la casa donde vivían?

-Mi familia es mi mamá y mis hermanitos. Al principio, solamente mi hermanita, porque yo soy la mayor. La casa era de 3x3, de chapa, la puerta… Esto es algo que por ahí se sobreentiende, pero la puerta obviamente en una casa de chapa no tiene llave, no existe la cerradura, entonces cierra con candado. Cuando tuve que empezar a usar llaves, siendo cama adentro, ya grande, me costó un montón acostumbrarme. Y fueron naciendo mis hermanitos, así que fui conociendo a mis padrastros, siempre mi mamá con la puntería de tener hijos con hombres que se borraban, lo cual fue algo que yo tenía como común, que en la villa es común y que en otras clases sociales también es recontra común. Así que mi familia era eso, la casa de 3x3, piso de tierra, techo de chapa de cartón con brea, se recontra llovía y si hace mucho calor se derrite y si hace mucho frío gotea, y si graniza se agujerea. O sea, todos los problemas. La forma que teníamos de atrancar era con un palo, pero no existía en ese momento que te entraran a robar a un rancho, ahora sí existe, en aquel momento no era común. El único problema que teníamos era que la casa era tan pequeña que entraba la cucheta, la mesa donde cocinaba mi madre y el ropero donde guardábamos la ropa. Y en el medio quedaba un espacio de un metro por un metro, o sea que no entrábamos parados en nuestra casa. No existía jugar en nuestra casa, no existía sentarse a la mesa, no existía sentarse a hacer los deberes en la mesa, no existía nada de eso. Si teníamos que jugar había que jugar afuera cuando estuviera lindo, porque yo soy del sur y el clima es durísimo.

-¿Cómo hacés hoy para vivir sin miedo a la pobreza?

-¡Qué buena pregunta! Porque la verdad no es algo a lo que le tenga miedo, sin embargo mi amada hermana con quien crecimos exactamente de la misma manera, le tiene terror a la pobreza, con decirte que sin plata no sale a la calle porque siente que le puede pasar algo y no va a tener plata, como si la plata solucionara que te pise un coche. La verdad es que a mí no me da miedo volver a caer en la pobreza, nunca permitiría que mis hijos pasen necesidades y tengo, de alguna manera, una seguridad de que mis hijos nunca van a pasar necesidades, pero quizás es un poco soberbia mía también. Soy de esas personas que sienten que sobrevivirían a cualquier cosa, no siento que me debilitaría o me bajaría la moral o que dejaría de estudiar o que dejaría de ser como soy, no creo que me cambiaría. Sí tengo la seguridad de que ningún hijo mío va a pasar hambre y ningún ser querido mío nunca.

-¿Qué es lo que te enseñó la vida después de todo lo que pasaste?

-La perseverancia sin dudas. La perseverancia para mí es algo fundamental. O sea, cuando tenés una idea en la cabeza y querés concretarla quizás pasen un montón de cosas que te hagan sentir que no, o que te hagan sentir mal, o que te frustren... porque en realidad siempre quedarse en lo que uno ya conoce va a ser más seguro, siempre se sufre mucho menos. Aún en la pobreza, en la seguridad de la pobreza, en la seguridad de la villa, no está el sufrimiento de la discriminación, no está el sufrimiento de tener un trabajo que no es para vos o que te hacen sentir que no es para vos. En mi primer laburo más o menos formal yo tenía un solo pantalón para ir, entonces día por medio tenía que lavarlo a la noche y rogar que se secara porque en Bahía Blanca hay un clima durísimo. Y si al otro día no estaba seco tenía que ponérmelo húmedo e ir a trabajar con ese pantalón. Entonces hay muchas limitaciones, pero sobre todas las cosas hay que evitar ponerse limitaciones a uno mismo. Existen barreras reales, concretas, específicas, económicas, políticas, de todo tipo, pero si superás las que te ponés vos mismo, tenés la fuerza para enfrentar todo lo que te ponga la vida.

Por: Joaquín Sánchez Mariño. Fotos: Gustavo Gavotti

Agradecimiento: Usina del Arte y Susana Mitchell, Coordinadora Laboratorio de Comunicación y Medios-FCS-UCA y Fontenla (Furniture Design)

SEGUÍ LEYENDO:

Guardar

Nuevo