Nick Reiner, hijo del director Rob Reiner y Michele Singer, asistió en su adolescencia a un controvertido centro de rehabilitación en la naturaleza en Utah, donde su vida aparentemente comenzó a complicarse aún más.
A los 16 años, tras intentos fallidos de rehabilitación en centros de lujo de Malibu y Los Ángeles, sus padres decidieron inscribirlo en Second Nature, un programa de terapia en la naturaleza considerado más extremo que los convencionales.
Fundado en 1998 por un pequeño grupo de clínicos, esta institución promueve en su sitio web un enfoque de “senderismo nómada” diseñado para enseñar a los adolescentes a enfrentar desafíos de manera directa y auténtica.
Sin embargo, Nick confesó en 2016, en un episodio del podcast Dopey, que creía que la experiencia pudo haberle hecho más daño que bien.
“Fui a un programa de naturaleza en Utah… y conocí a un chico de Los Ángeles que estaba bastante metido en la vida dura de Venice. Esa experiencia sembró la semilla del consumo de heroína”, relató.
Dos exalumnas del centro, Savanna Boda y Margaret Lynd, quienes asistieron en 2007 y 2012 respectivamente, compartieron con Daily Mail su percepción de las condiciones en el lugar.
Boda recordó que, al igual que Nick, fue expuesta a conversaciones sobre consumo de drogas y describió una experiencia física extremadamente dura que conllevaba caminar alrededor de siete millas por día en la nieve con una mochila pesada.
“Hacíamos chequeos de congelamiento en los pies cada hora para asegurarnos de no perder los dedos”, dijo.
Además, Savanna Boda afirmó que a los adolescentes cansados y sucios solo se les permitía bañarse cada pocos días, momento en el que supuestamente se paraban sobre un pañuelo y vertían agua de un balde.
Lynd, por su parte, relató un proceso que los adolescentes denominaban “gooning”, que consistía en ser trasladados de manera nocturna y bajo restricciones de movimiento desde su hogar hasta Utah, una experiencia que describió como una especie de secuestro.
Margaret Lynd relató que en su caso, alrededor de las 2:00 de la madrugada, dos personas corpulentas la subieron a una camioneta, le vendaron los ojos, la ataron con bridas y la trasladaron en avión desde un aeropuerto de Chicago hasta el de Salt Lake City.
Mientras tanto, supuestamente la amenazaron: “Puedes venir por las buenas o por las malas”, recordó que le dieron.
Al llegar, fue despojada de sus pertenencias, la dejaron desnuda frente a dos mujeres en una habitación fría para asegurarse de que “no estaba ocultando nada” y la obligaron a lavarse el cabello con champú para piojos.
Ambas mujeres denunciaron que los consejeros del programa, muchos sin formación en psicología, abusaban de su autoridad y ejercían un trato intimidante y humillante sobre los adolescentes.
“Tienen una mentalidad de poder. Disfrutaban acosándonos y haciéndonos la vida imposible”, expresaron.
El programa también incluía sesiones de terapia grupal y encuentros semanales con profesionales certificados, pero las exalumnas consideraron que estas eran insuficientes frente al rigor físico y psicológico impuesto por los consejeros.
Las comidas consistían en alimentos enlatados o deshidratados que sólo podían calentarse si los jóvenes lograban encender un fuego, bajo amenaza de dejarlos sin comer.
“No pude encender una fogata durante un par de meses, así que se enfadaron mucho conmigo y me obligaron a aislarme. No me permitían comer nada caliente, así que me moría de frío por no poder encender una fogata”, recordó Savanna Boda.
Por si fuera poco, a la hora de acostarse, los adolescentes supuestamente permanecían al aire libre y dormían dentro de una lona, sobre un saco de dormir, sin mantas adicionales ni almohadas.
Rob y Michele Reiner han reconocido públicamente que, en retrospectiva, algunos de sus métodos de manejo de la rehabilitación de Nick pudieron haber sido equivocados.
“Cuando Nick nos decía que no funcionaba para él, no lo escuchábamos. Estábamos desesperados y porque la gente tenía diplomas en la pared, los escuchábamos cuando deberíamos haber escuchado a nuestro hijo”, admitió Rob en entrevistas previas.
Michele agregó: “Nos dejamos influenciar demasiado por estas personas. Nos decían que él mentía y que intentaba manipularnos, y les creímos”.
Pese a las críticas, Second Nature aseguró que el programa mantiene estándares estrictos de seguridad y cuidado, supervisión profesional continua y participación activa de los padres.
“Los programas de terapia basada en la naturaleza ofrecen un entorno estructurado y seguro que sirve como alternativa saludable para familias cuyos hijos no han respondido a tratamientos tradicionales”, señalaron sus representantes.