“Hoy en día, las mujeres y las niñas tienen un 25% menos de probabilidades que los hombres de saber aprovechar la tecnología digital para fines básicos, 4 veces menos de saber programar ordenadores y 13 veces menos de solicitar una patente TIC”, subrayan desde la UNESCO en un esfuerzo por destacar un panorama internacional que todavía necesita mucho trabajo para evolucionar.
Estas cifras no son aisladas en una historia que coloca al género femenino en no igualdad de oportunidades. Fundación Pescar es una organización civil sin fines de lucro que se destaca por ser Data- Driven; es decir que mide continuamente el impacto de sus programas que “combinan formación técnica, desarrollo de habilidades interpersonales y competencias digitales, y se adaptan a diferentes públicos y orientaciones técnicas.”
A partir de la articulación con empresas y organizaciones privadas, Fundación Pescar trabaja en las áreas de “inserción laboral, la terminalidad escolar, la continuidad educativa y la trayectoria laboral” impactando en jóvenes de 17 a 29 años y mujeres mayores de 18 años en situación de vulnerabilidad.
En el caso puntual del programa “Women in Technology” (Mujeres en tecnología): “Durante seis meses, las participantes completan más de 300 horas de capacitación en áreas donde hoy existe una demanda laboral concreta: Programación Web Full Stack, Soporte Técnico, SAP y Análisis de Datos, y Administración de CRM.”. Ticmas conversó con Silvia Uranga, para conocer más sobre este exitoso programa educativo en sinergia con el mundo laboral.
— ¿Cómo surgió la propuesta del proyecto “Women in Technology”(WT)? ¿Qué es ser “una mujer en tecnología”?
— La propuesta surge a partir de una necesidad concreta: la brecha de género en el sector tecnológico sigue siendo una de las más profundas a nivel mundial. Hoy, solo el 23% de las personas que trabajan en el sector tecnológico a nivel global son mujeres, una cifra que evidencia la urgencia de impulsar más oportunidades de formación e inserción laboral para reducir esta desigualdad de oportunidades. Desde Fundación Pescar venimos trabajando hace años para promover la empleabilidad de mujeres jóvenes y adultas, y encontramos en el Fondo de la Mujer de la Fundación L’Oréal un aliado estratégico para transformar esta problemática en una verdadera oportunidad.
WT es un programa federal de formación técnica y desarrollo de habilidades socioemocionales que ofrece a mujeres de todo el país la posibilidad de acceder a conocimientos digitales, herramientas transversales y oportunidades reales de inserción laboral. Está destinado a mujeres mayores de 18 años que buscan una mejora laboral, una reconversión profesional o dar sus primeros pasos en el mundo IT. Ser una mujer en tecnología hoy es sinónimo de crear, impulsar y abrir puertas. Desde ese lugar se derriban barreras, se desafían límites y se ocupan espacios que antes parecían lejanos. Es ejercer un rol estratégico que no solo transforma la industria tecnológica, sino que también amplía el futuro de muchas más.
— ¿Cómo fue el diseño y la implementación a través de la alianza entre Fundación Pescar y Fondo de la Mujer de la Fundación L’Oréal en Argentina?
— El proyecto fue diseñado desde una mirada integral del aprendizaje, un enfoque que forma parte del ADN de Pescar. Sabemos que para transformar trayectorias laborales no alcanza solo con enseñar contenidos técnicos: es imprescindible brindar las herramientas tecnológicas necesarias, trabajar la confianza, fortalecer el proyecto de vida y ofrecer un acompañamiento personalizado. Solo así es posible lograr procesos formativos que realmente habiliten nuevas oportunidades profesionales. Por eso, nuestro modelo combina formación técnica, desarrollo socioemocional, mentorías empresariales y seguimiento post-egreso, consolidando una propuesta que acompaña de manera transversal a cada participante. A esto se suma un rasgo distintivo de Pescar: gran parte de nuestras capacitaciones se dictan dentro de empresas, lo que permite aprender en contacto directo con el mundo del trabajo y construir redes profesionales clave para la empleabilidad.
Junto con el Fondo de la Mujer de la Fundación L’Oréal diseñamos una propuesta que potencia estos pilares, integrando contenidos digitales, entrenamientos para la empleabilidad y articulaciones estratégicas con empresas tecnológicas. Esta alianza permitió ampliar el alcance territorial, optimizar recursos y asegurar una experiencia formativa de calidad, con impacto concreto y medible en cada etapa del proceso.
— Es un proyecto federal ¿qué puntos de dolor y qué oportunidades fueron identificando en cada provincia? Además de las diferencias posibles, ¿qué similitudes y necesidades en común hallaron?
— En un programa federal siempre aparecen realidades diversas, pero también desafíos que se repiten. Entre los principales puntos de dolor identificamos brechas digitales muy profundas en el acceso a dispositivos y conectividad; escasa oferta de formación tecnológica accesible en provincias alejadas de los grandes centros urbanos; techos de cristal y barreras culturales que desalientan a las mujeres; y falta de redes de apoyo profesional locales. Sin embargo, también encontramos oportunidades valiosas: un enorme interés por parte de mujeres de todas las edades, capacidad de organización comunitaria, talento subrepresentado y un fuerte compromiso por mejorar sus trayectorias laborales. En todo el país aparece una necesidad en común: ganas de aprender, crecer y abrirse camino en un sector que ofrece empleo de calidad.
Los resultados que alcanzamos en la primera edición de WT reflejan con claridad el impacto del programa: 73% de inserción laboral, 100% de terminalidad educativa, 63% de continuidad formativa, 34% de proyección laboral; un indicador que refleja ascensos o mejoras en las condiciones de empleo. Estos avances muestran que, cuando se combinan formación técnica, herramientas tecnológicas, acompañamiento cercano y oportunidades concretas, el talento florece incluso en contextos donde históricamente no había lugar para desarrollarlo.
— ¿Qué es lo que más celebran las estudiantes que finalizan el programa?
— El 100 % de finalización del programa es un indicador que nos llena de orgullo. Consideramos que este logro se debe a varios factores: el acompañamiento permanente, una metodología personalizada, la calidad pedagógica, el fuerte sentido de comunidad entre las participantes y la claridad del propósito: favorecer su inserción laboral o mejorar sus oportunidades profesionales. Lo que más celebran las participantes es sentirse capaces. Descubrir que pueden programar, resolver problemas, trabajar en equipo y animarse a enfrentar nuevos desafíos. Muchas expresan que el programa les ofrece una nueva perspectiva de futuro, mayor independencia económica y, sobre todo, confianza en sí mismas.
A lo largo de estos años, hemos sido testigos de transformaciones profundas: mujeres que pasaron de dudar de su propio valor a liderar equipos, sostener sus hogares y convertirse en referentes para sus hijos, sus comunidades y para otras mujeres que hoy también se animan a proyectar un futuro distinto.
— Como destacaste, la propuesta tiene una sinergia clara con la empleabilidad y con la importancia del aprendizaje continuo ¿Cómo es la estrategia de desarrollo del programa para el futuro cercano?
— Nuestro desafío es consolidar WT como un modelo sostenible y escalable. Para eso estamos trabajando actualmente en tres líneas estratégicas; más alianzas empresariales, que habiliten prácticas profesionales, búsquedas laborales y mentorías. Ampliación de la oferta formativa, incorporando perfiles emergentes de la industria. Y el fortalecimiento de un ecosistema de graduadas, para que continúen capacitándose, conectadas con oportunidades y acompañadas en su inserción laboral. El objetivo es que la formación no sea un punto de llegada, sino, como ya hemos comprobado y seguimos confirmando día a día, el inicio de un recorrido profesional continuo y transformador.
-– ¿Hay alguna historia de una alumna del programa que te haya impactado?
— Una historia que nos inspira profundamente es la de Camila, egresada de la primera edición del programa WT. Su presente profesional es el reflejo del propósito central del programa: acompañar trayectorias reales de crecimiento y creación de oportunidades. Camila tiene 25 años y es de Salta Capital. Su interés por la tecnología comenzó en 2021, cuando decidió formarse de manera autodidacta a través de cursos gratuitos. En 2022 inició una tecnicatura en Desarrollo de Software, que actualmente está finalizando, con solo dos materias pendientes.
Su compromiso y dedicación le permitieron acceder a una pasantía en Globant como programadora front-end. Más adelante se desempeñó como cloud support en Artech para un proyecto con P&G y luego incursionó en el ámbito freelance, diseñando y programando sitios web de forma independiente. Este recorrido la llevó, en diciembre de 2024, a ingresar a Accenture, donde continúa desarrollándose como Security Analyst. Además, proyecta seguir consolidando su formación: en 2026 planea comenzar una tecnicatura en Ciberseguridad.
– ¿Cómo es tu relación con la tecnología como mujer y como directora de la Fundación Pescar?
— Mi relación con la tecnología, tanto como mujer como en mi rol de directora de Fundación Pescar, es muy activa y consciente. Creo profundamente que la tecnología no es neutra: puede excluir o puede ampliar derechos. En lo profesional, la vivo como una herramienta esencial para generar oportunidades reales, acercar formación y abrir caminos que antes no existían.
Y como mujer, la entiendo como un espacio que debemos habitar cada vez más: no solo consumiéndola, sino creándola, liderándola y tomando decisiones que definan su futuro. Es algo que vengo impulsando a lo largo de toda mi trayectoria laboral, en cada institución que me tocó liderar. Estoy convencida de que la participación de las mujeres en tecnología no solo es necesaria; es transformadora.
— “Mujeres en tecnología”, parece algo tácito pero es necesario impulsar para que suceda y no sea solo un nicho ¿Qué inspira a Fundación Pescar a seguir trabajando en ello?
— En Pescar sabemos que nada ocurre “por decantación”. Que haya más mujeres en tecnología requiere intención, acompañamiento y políticas concretas. Lo que nos inspira a seguir impulsando este camino es ver cómo, cuando una mujer accede a formación tecnológica, no sólo transforma su futuro laboral: transforma el de su familia y amplía las oportunidades de toda su comunidad. Trabajamos en esto porque la tecnología define el presente y va a definir el futuro, y no podemos permitir que ese futuro sea construido sin la mirada, el talento y la sensibilidad de las mujeres. Cada programa y cada alianza que generamos está sostenida por la convicción de que la inclusión en tecnología es una herramienta real de movilidad social. Y mientras sigamos viendo ese impacto, vamos a seguir empujando este desafío con aún más fuerza.
Me gustaría destacar que WT confirma algo que vemos todos los días: el talento está distribuido pero las oportunidades no. La educación y la transformación real requieren compromiso sostenido y mayor inversión del sector privado. Las políticas públicas son fundamentales, pero suelen demandar tiempos más largos para su implementación. Mientras tanto, el sector privado tiene la posibilidad, y la responsabilidad, de acelerar los cambios, de invertir en formación, abrir puertas y acompañar procesos que hoy transforman vidas. Nuestro compromiso es seguir acortando esa brecha: con alianzas estratégicas, políticas de impacto y una formación que transforme vidas, porque la tecnología, no espera.