Historias de nuestra gente: las mujeres que decidieron dejar todo para combatir la desnutrición en Santiago del Estero

En este episodio de un nuevo ciclo de Infobae, donde recorreremos la Argentina para contar historias inspiradoras, viajamos hasta Monte Quemado para conocer la labor de “Haciendo Camino”, la fundación creada por Catalina Hornos. Cómo son los centros de atención y el trabajo monte adentro donde ayudan a familias en situación de vulnerabilidad.

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Historias de nuestra gente en Santiago del Estero. Episodio 1: Haciendo Camino

El monte está seco. Arde el sol sobre los árboles espinosos. “Vivirán unas tres mil personas”, dice Verónica, pero no veo dónde pueden estar esas tres mil. A unos doscientos metros se levanta una antena alta de telefonía celular, no sé para qué está ahí porque en mi teléfono no hay ni una rayita, ni un mensaje de whatsapp, ni una interrupción posible. Verónica dice que nos equivocamos, que tomamos el camino del monte en lugar del claro, entonces hay que esquivar los pinches. Hace calor y no hay ruidos. Las otras familias están por ahí, atrás de alguno de estos arbustos que yo veo iguales unos a otros pero que sirven de referencia.

Nos sigue un ternero. Cuando Verónica se detiene, el ternero se detiene. Ella deja caer su mano a la altura de su cadera y el ternero empieza a lamerla como si fuera un perro. Veo cómo su mano entra casi entera en la boca del ternero. Entonces llega Tiago, el hijo mayor de Verónica, y pone su mano al lado de la de su madre y el ternero/perro cambia de juguete y empieza a lamer la mano de él. Al ratito, se va corriendo y el ternero/perro lo persigue. Me quedo con Verónica y caminamos.

-Me vine a los 26 siguiendo a mi papi.

Cuando dice “papi”, algo en ella se vuelve más inocente. Por un segundo no la veo como la madre de Tiago, Renata, Santino y Simón, sino como la hija de su papi. “Ellos se separaron, mami se quedó en Buenos Aires y yo me vine con él y nos instalamos acá. Pero el murió el año pasado”, dice.

Simón tiene tres años. Es hijo de Verónica y hermano mellizo de Santino. Cuando era un bebé su madre se acercó a Haciendo Camino porque lo veía muy flaquito. Tenía desnutrición severa. Hoy está recuperado

Verónica nació y vivió en Banfield la mayor parte de su vida. Hoy tiene 37 años y dice que por nada se iría de El Caburé, el pequeño paraje al norte de Santiago del Estero donde vive. Tiene un casa montada con algunos tablones de madera y varias lonas de plástico. Tiene un tanque también de plástico que es llenado con agua por camiones del municipio una vez cada tanto, y por la lluvia las otras veces. Tienen además gallinas, vacas, cerdos, gallos finos (también conocidos como gallos de riña), caballos y varios animales más. Están todos sueltos alrededor del monte. Viven de lo que le dan sus animales y cobran alguna plata para mantenerse de planes sociales.

Cuando nacieron los melli, Santino y Simón, su tía Julia le dijo que los veía muy chiquitos. Sobre todo a Simón, que pesaba casi un kilo menos que su hermano. Julia le recomendó a Verónica que fuera a ver a las chicas de Haciendo Camino, que estaban instaladas en Monte Quemado, a 40 kilómetros de El Caburé, y que trabajaban ayudando a las familias.

Verónica le hizo caso y se puso en contacto. Pocos días después sus hijos eran atendidos por un equipo de profesionales que encontraron en ellos un cuadro de desnutrición severa y baja talla. Llegaron a tiempo: comenzar a trabajar en su recuperación y hoy, ahora mismo, Santino y Simón corren delante de su ternero/perro que los sigue como si jugaran a la mancha.

Era el año 2014. Caren Plencovich estaba trabajando en una casa al cuidado de dos chicos. Finalmente, después de varias horas de jugar, se quedaron dormidos. Ella tomó una revista y se puso a hojearla. La historia de una chica más o menos de su edad le llamó la atención. Se llamaba Catalina Hornos y un día se había ido sola a Añatuya, en Santiago del Estero, y había descubierto una realidad que, si bien sabía que existía, no había vivido tan de cerca. Se instaló ahí y empezó a trabajar con las comunidades.

Años después creó Haciendo Camino y se convirtió en una referente absoluta del trabajo social en la Argentina. Y ahora Caren leía su historia con admiración en alguna casa ajena de la provincia de Santa Fe, donde vivía y estudiaba justamente Trabajo Social. “Me impactó lo que hacían, no era nada parecido al asistencialismo, era estar ahí en terreno desde el costado humano”, recuerda.

Inmediatamente quiso ser parte. Escribió un mail a la ONG poniéndose a disposición. Sin embargo, nunca le respondieron. Unos meses después volvió a ver a Catalina en una entrevista y decidió volver a probar. Entró a la carpeta de correos enviados y descubrió que había puesto mal la dirección: su mail nunca había llegado. Volvió a enviarlo, esta vez con la dirección correcta, y en el mismo día le respondieron. Ese mes salía una nueva misión a Añatuya y, si quería, podía participar. Caren no dudó. Armó su valija y sin avisarle siquiera a su familia o a sus amigos se fue para Santiago. “Desde entonces, mi corazón quedó acá”, dice.

-¿Y tu cuerpo?

-Ese año estuve el tiempo que duró el viaje y ya me di cuenta de que tenía que venir a quedarme. Pero recién en el 2018 pude materializarlo. Todos esos años sabía que tenía que estar acá, pero me llevó tiempo tomar finalmente el impulso. Y un día lo hice y creo que fue la mejor decisión.

Hoy Caren tiene 33 años y es la Coordinadora Regional en el norte de la provincia. Está a cargo de Pampa de los Guanacos, Monte Quemado y Taco Pozo, donde Haciendo Camino tiene presencia efectiva y desde donde salen a diferentes parajes alejados para alcanzar a más familias. Pero la misión de la fundación no se limita a la provincia de Santiago del Estero sino que trabajan en todo el norte argentino y tienen centros de atención en Chaco y Salta.

Caren Plencovich tiene 33 años y es la Coordinadora Regional de Haciendo Camino en el norte de Santiago del Estero

En el último año, en Haciendo Camino diagnosticaron nutricionalmente a 1209 niños y niñas, de los cuales 1128 recibieron tratamientos. Además, 1114 madres fueron capacitadas en Educación para la Salud y entregaron 8668 kilos de leche en polvo y suplementos.

Todo eso en plena pandemia, en lugares muchas veces sin rutas ni accesos, y en contextos complicados. Del total de las familias beneficiadas por los programas de Haciendo Camino, el 73% de las madres tuvieron su primer hijo en la adolescencia, el 43% de los hogares no consume agua potable, el 69% de las madres manifiestan sufrir violencia de género y el 54% de las familias viven en condiciones de hacinamiento.

-¿Qué es lo más duro del trabajo acá?

-Así como hemos celebrado un montón de triunfos con las familias, también nos ha tocado despedir a muchas caras conocidas: mamás, niños, bebés por nacer… De pronto nosotros acompañamos durante nueve meses a una mujer embarazada que no vuelve con su hijo porque fallece en el parto, o no llegó a destino, o tuvo fisura de bolsa y la mandaron a su casa… Problemáticas que se ven a diario y uno tal vez las naturaliza y no está bueno.

-¿La desnutrición en la zona sigue siendo grave?

-Sí. Me acuerdo de un caso puntual de un varoncito. Su mamá se acercó a Haciendo Camino por pedido expreso del papá, que lo veía flaquito y sentía que la teta de su mamá no lo estaba llenando. Y la nutricionista lo atendió y tenía una desnutrición grave con baja talla. Armamos un dispositivo especial para ese caso, lo empezamos a ver tres veces a la semana por la gravedad del asunto, y un día vamos a pesarlo a la casa y cuando llegamos nos dicen que había fallecido. Y eso fue un golpe fuerte para todo el equipo. Porque uno se hace propia la vida del otro, se pone al hombro la vida de esa familia, de ese niño… Son cosas que te tiran abajo como grupo, pero a la vez son aprendizajes que uno trata de tomar para ver en qué aspectos podemos mejorar y tomar una enseñanza.

Es mediodía. Uno puede saberlo porque el movimiento se detiene. Ni los árboles tienen ganas de seguir al viento en estas horas. La ciudad de Monte Quemado duerme la siesta. En el diario local leemos sobre un escándalo que tiene a todos preocupados: durante una jornada sobre violencia de género, un profesor universitario modificó un texto bíblico para expresar una idea y provocó la ira de las iglesias de la zona (las evangélicas y la católica). En su presentación leyó un texto que proponía que los apóstoles, al enterarse de que Jesús era virgen, le regalaron una noche de sexo con María Magdalena (que Jesús aceptaba agradecido, y algunos detalles más). Los líderes religiosos de Monte Quemado, indignados, repudiaron la presentación y pidieron algún tipo de represalia.

El centro de Haciendo Camino en Monte Quemado, al norte de Santiago del Estero. Quien quiera comunicarse con la fundación puede hacerlo al teléfono 5199 6482 o entrando en www.haciendocamino.org.ar

Hace calor a las dos de la tarde en la provincia de Santiago del Estero. El caso del profesor parece que va a durar varias semanas. De pronto, la ciudad parece el escenario de Inherit the wind (Heredarás el viento), la película de Stanley Kramer en la que pasa algo bastante parecido, pero en 1960.

“El fondo de la cuestión es que aparentemente yo atento contra su creencia al tratar el patriarcado -su ontología-, desde un enfoque psicoanalítico y filosófico zizekiano en una institución pública, gratuita y laica. La verdad no recuerdo en qué momento criticamos de manera despectiva a la religión que ellos practican; tampoco hicimos apología del ateísmo”, se defendió el profesor. Dejo el diario sobre la mesa del restaurante y salimos con la camioneta hacia un nuevo centro de atención. Caren nos guía en otra camioneta igual a la nuestra. Se las dio Renault como premio cuando ganaron el concurso Mujeres Emprendedoras, y gracias a ella pueden llegar hasta comunidades que, de otra forma, no vería a una nutricionista o una trabajadora social casi nunca en sus vidas.

Dejamos Monte Quemado rumbo a Pampa de los Guanacos. Pienso en un texto bíblico. Mateo 14:13-21. “Luego de ordenar que la gente se sentara sobre la hierba, Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y dio gracias a Dios. Después partió los panes y se los dio a los discípulos, para que ellos los repartieran a la gente”. En la ruta no hay nadie más que nosotros.

Pampa de los Guanacos se fundó en 1932 y hoy tiene cerca de cinco mil habitantes. Antes de llegar al centro de Haciendo Camino vemos al costado de la ruta una carreta tirada por un caballo que lleva a un hombre y dos niños. Son parte de una colonia menonita que está cerca de la zona. El padre de los niños responde a nuestro saludo con la mano. Los chicos se miran entre ellos, no dicen nada.

Seguimos camino y estacionamos detrás de Caren. La ayudamos a bajar algunas bolsas de suplemento. Abre la casa y empiezan a preparar todo para la actividad. Caren mira la lista: hoy la nutricionista tiene agendados cerca de veinte chicos y chicas a las que tiene que atender. A los pocos minutos de nuestra llegada, empiezan a llegar las madres con sus hijos. No hay padres, solo madres. Caren recibe a cada una y hacen una reunión de bienvenida.

-¿Quién va a preparar la merienda hoy?

Caren pregunta y una de las madres responde levantando la mano. Es una costumbre, me explican, que todos hagan algo para que sea un trabajo en conjunto.

Caren Plencovich y Daniela Abdo, ambas trabajadoras sociales de profesión

Otra de las trabajadoras sociales es Daniela Abdo. Es de Santiago del Estero capital pero hoy vive en Monte Quemado y trabaja con todas las problemáticas de la zona. “Tratamos de orientar a las mamás y a las familias para que los niños crezcan en contextos sanos”, explica.

“Cuando recibimos una mamá adolescente entendemos que hay un problema mucho más profundo. Las menores de edad no tienen conciencia de lo que están viviendo, y de pronto nos encontramos con una persona mayor que es su pareja y que ella lo menciona como marido. Entonces ahí intentamos articular con otras instituciones para dar aviso a las autoridades. Se trata de casos de abusos pero las mamás que recibimos no lo entienden así. Son situaciones muy naturalizadas y muy normalizadas, entonces nosotras tratamos de generar esa conciencia para que puedan tener otras atenciones institucionales”, dice.

Como Caren, ella también se dedica a la vida de los otros. Como Caren, ella también dejó la comodidad de su casa para hacerlo. Pero es tímida y no le gusta hablar demasiado. Caren nos explica que no siempre es fácil contar las situaciones que se viven porque duele.

“Hay veces que está bien abrirse a la vulnerabilidad porque no somos robots, estamos siempre trabajando con situaciones que nos hacen repensar muchas cosas, como por ejemplo por qué hay tanta desigualdad… Y desde ese lugar tal vez está bueno irse a dormir pensando que uno puede ser todos los días un poquito más útil”, dice.

Lucía Garaycoechea llegó a Santiago el Estero desde Rosario. Es otra de las nutricionistas de Haciendo Camino. Acá, en su consultorio en Pampa de los Guanacos. Quien quiera apoyar a la fundación puede escribir a desarrolloinstitucional@haciendocamino.org.ar

-¿Y la tristeza, cómo se saca?

-Un montón de veces termino llorando sola en mi cuarto. Y lo dejo que siga su curso. Cuando uno le pone rostro al dolor, a la desigualdad, a la falta de acceso a un derecho como el agua, la vivienda digna, o la salud… es muy difícil volver a tu casa. La Caren que vino hace tres años o la que llegó en 2014 claramente no es la misma de hoy porque justamente la Caren de hoy está construida por millones de historias, por millones de rostros, y millones de situaciones que hicieron que ande y desande mi camino un montón de veces.

Evita el llanto, Caren. No por pudor, no por coquetería. Lo evita porque en la galería acaban de llegar las otras madres y es hora de comenzar la actividad.

Camina hacia el patio y se detiene debajo de una parra. “Hola mamás”, dice. “Hola”, le responden bajito. Busca la planilla y comienza a tomar lista. Los chicos entran uno detrás de otro a ver a la nutricionista. Los otros juegan en el patio.

En la sala principal hay un montón de carteles pintados con mensajes optimistas.

Y de pronto, un segundo antes de que me anime a discutir para mis adentros el optimismo, veo a un chico que mira uno de esos carteles dibujados con animalitos, y sonríe. Es una sonrisa enorme, una sonrisa nueva. La sonrisa de alguien que recién empieza a ver cosas lindas a su alrededor.

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