En un mundo cada vez más interconectado, donde las distancias físicas ya no son barreras para los conflictos y las tensiones, el autor y académico Robert D. Kaplan presenta un análisis sombrío sobre el estado actual del planeta en su libro Waste Land: A World in Permanent Crisis (Tierra baldía: Un mundo en crisis permanente).
Kaplan compara la situación global con la inestabilidad de la República de Weimar en Alemania, describiendo un sistema internacional donde ningún actor tiene un control absoluto y la complejidad de las relaciones entre los estados genera una fragilidad que intensifica los riesgos de conflicto.
De acuerdo con Kaplan, la aceleración de las comunicaciones modernas ha creado una cercanía sin precedentes entre las naciones, lo que amplifica las tensiones locales y las convierte en problemas globales. Esta dinámica, según el autor, es una de las razones por las que el mundo enfrenta una crisis permanente, un fenómeno que no se había experimentado en épocas anteriores, cuando las barreras geográficas limitaban el alcance de los conflictos.
Kaplan argumenta que las tres principales potencias mundiales —Estados Unidos, China y Rusia— están en diferentes etapas de declive, aunque por razones distintas. Según el análisis publicado por The Wall Street Journal, el autor señala que Estados Unidos enfrenta una “decadencia en la cultura de la vida pública”, especialmente en los medios de comunicación, lo que ha afectado la calidad de su liderazgo político. Kaplan compara figuras históricas como Dwight Eisenhower, un general y héroe de guerra, con líderes contemporáneos como Donald Trump, a quien describe como “la personificación de impulsos emocionales y egocéntricos”.
En el caso de Rusia, Kaplan la denomina “el hombre enfermo de Eurasia”, en una analogía con el Imperio Otomano en sus últimos años. Sin embargo, subraya que el deterioro de Rusia es mucho más profundo y avanzado que el de Estados Unidos. Según el autor, la invasión de Ucrania ha sido un desastre estratégico para Rusia, un conflicto que, a diferencia de la guerra de Irak para Estados Unidos, tiene implicaciones fundamentales para los intereses rusos. Mientras que el declive estadounidense es “sutil y cualitativo”, el de Rusia es “fundamental y cuantitativo”.
En cuanto a China, Kaplan critica el liderazgo de Xi Jinping, a quien describe como un “ideólogo leninista” que ha llevado al país a un autoritarismo comparable al de Mao Zedong. El autor contrasta esta situación con el legado de Deng Xiaoping, cuya gestión considera subestimada, pero que fue clave para el crecimiento y la modernización de China.
Otro de los puntos centrales del análisis de Kaplan es el impacto de la urbanización en la política global, ya que considera que el crecimiento de las ciudades representa un cambio fundamental en la geopolítica, describiéndolas como “la peor pesadilla para los conservadores”. Kaplan advierte que la tecnología, aunque ha transformado la civilización, no es sinónimo de progreso social o estabilidad.
El autor también señala que la proximidad física y comunicativa ha generado una “psicología de masas” que exacerba las divisiones, especialmente en Estados Unidos. Un ejemplo de esto es cómo un simple mensaje en redes sociales puede viralizarse y representar a grandes grupos de personas, eliminando la individualidad y fomentando una mentalidad de multitud. Kaplan cita la obra de George Orwell, 1984, para ilustrar cómo la “borradura” de la historia contribuye a esta dinámica, dejando a las sociedades atrapadas en un “presente interminable”.
El análisis de Kaplan tiene profundas implicaciones para la estrategia de Estados Unidos en el escenario internacional. Según el autor, en un mundo donde las distancias ya no protegen de los conflictos, las políticas aislacionistas no solo son obsoletas, sino peligrosas. Además, critica la tendencia de algunos líderes estadounidenses a minimizar los conflictos en otras regiones, como lo hizo el vicepresidente J.D. Vance al referirse a las elecciones en “la remota Rumania”.
Kaplan argumenta que, frente a amenazas globales que incluyen potencias nucleares y otros riesgos, Estados Unidos debe adoptar una perspectiva estratégica más amplia. Aunque las quejas sobre la falta de compromiso de los aliados en la defensa común son válidas, el autor enfatiza que la solución no es que Estados Unidos haga menos, sino que todos los aliados hagan más para enfrentar los desafíos globales.
Aunque el libro de Kaplan está impregnado de pesimismo, su mensaje final es claro: no hay otra opción más que seguir adelante y enfrentar los desafíos. Así, el autor concluye que, en un mundo donde todo está interconectado, cada lugar y cada recurso natural adquieren una importancia estratégica. En la era cibernética, los enemigos ya no están a miles de kilómetros, sino a un solo clic de distancia.
Kaplan cierra su análisis con una reflexión inspiradora, citando al poeta T.S. Eliot (de cuya obra máxima, The Wasteland, toma el título del libro): “Estos fragmentos los he apuntalado contra mis ruinas”. Una frase que encapsula la necesidad de perseverar en un mundo marcado por la incertidumbre y el cambio constante.