‘Catálogo para una familia’, la increíble vida y obra del escultor Jorge Michel, tras “30 años de silencio”

Infobae Cultura dialogó con Iair Michel Attías, director del documental y nieto del artista, sobre el filme que se exhibe en el Malba y recupera un legado artístico a la vez que cierra una historia familiar

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Catálogo para una familia / Documental de Iair Michel Attías / Tráiler

“¿Cómo se mantiene un legado artístico?, ¿cómo se cuida?, ¿quiénes deben hacerlo?”, se pregunta Iair Michel Attías, al otro lado de la pantalla, sobre Catálogo para una familia, documental que recupera la increíble obra y vida de su abuelo, el escultor Jorge Michel, y que este viernes se presenta en el auditorio del Malba.

Que el filme, que tuvo su estreno en el Bafici, continúe su camino en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires es bastante simbólico, ya que allí estuvieron expuestos “Máquina fósil” y el “Banco de ocho elementos”, únicas bancos de Michel en un espacio abierto al público en el país. Y es que, justamente, ese es uno de los grandes temas del filme: la desaparición de la obra y así, el borramiento del artista del relato historiográfico.

La película hace un juego de entrecruzamientos de dos hilos: la historia del artista tras “30 años de silencio” y, a su vez, la del propio director que por mucho tiempo lo único que sabía sobre su abuelo era a partir “diez fotografías, retratos en blanco y negro, que eran retratos de artistas y se lo veía trabajando”.

Entonces, en una construcción detectivesca, Michel Attías comienza a armar, a través de archivos, grabaciones caseras y muchas entrevistas, una juventud como marino, un paso desconocido por el cine y su presencia en las revistas junto a su pareja, la pintora Josefina Robirosa, con múltiples notas en La Celeste, la casa de San Isidro diseñada por Clorindo Testa, donde además de vivir y tener sus ateliers, se reunían los artistas más importantes del momento.

 Iair Michel Attías, director de "Catálogo para una familia" y nieto de Jorge Michel (Foto: gentileza prensa Malba)
Iair Michel Attías, director de "Catálogo para una familia" y nieto de Jorge Michel (Foto: gentileza prensa Malba)

Así, van apareciendo los testimonios de Norman Briski, Pablo Reinoso, Eduardo Costantini, Alina Diaconú, Facundo Gómez Minujín, Ricardo Longhini, Mario Robirosa y Analía Segal, para armar un retrato sobre su personalidad, sus intereses y sus conflictos.

A su vez que el director reconstruye una historia familiar también arma un “catálogo razonado” de las obras que parecían perdidas para siempre, ingresando a casas de coleccionista y hasta descubriendo piezas en una galería estadounidense e, incluso, visitando el Met de Nueva York, que tiene una de ellas en su acervo. “Es una paradoja porque una institución se ocupa de cuidar un legado artístico, pero a la vez, si no es exhibido ese legado pierde su sentido”, reflexiona con Infobae Cultura en esta entrevista vía Zoom.

¿Cómo fue un poco el encontrarte con esta historia?

— Esta historia me acompañó en distintos momentos de mi vida. A él no lo conocí porque falleció en 1991, cuando yo tenía un año y medio. Pero desde que tengo cierta memoria, en mi casa estaban esas diez fotografías, retratos en blanco y negro, que eran retratos de artistas y se lo veía trabajando. Veía esas fotos y te daba alguien como muy cálido, muy especial, conectabas inmediatamente y hacía que me pregunte quién era ese artista, qué eran esas obras, esos bancos. En mi casa no había esculturas, mi familia no heredó ninguna obra de arte y sabía que mi padre no había mantenido contacto con la familia que había formado con Josefina Robirosa. Entonces, durante mucho tiempo sabía quién era él, pero no sabía nada más y a la vez había como algo, no sé si tabú, pero no se hablaba mucho sobre eso, no se podía indagar porque había un vínculo que se había roto, que no estaba establecido, entonces eso permanecía ahí.

Con el tiempo crecí, tuve su apellido y me pasaba de ir al al Malba y encontrarme en la exhibición en la colección permanente a los bancos de madera, que además eran las únicas obras de todo el museo en las que la gente podía tocar o sentarse. Yo lo naturalizaba, pero era un lugar muy privilegiado, que solo tenían obras muy destacadas. Entonces la verdad, cada vez que iba volvían esas preguntas y en determinado momento quise saber más y abrirme camino, tocar esas puertas que no habían sido tocadas en 30 años.

Jorge Michel trabajando en su taller (Foto: gentileza prensa Malba)
Jorge Michel trabajando en su taller (Foto: gentileza prensa Malba)

Empezás a tocar estas puertas fue por una cuestión de reconstruir esa historia para vos, o ya pensando cinematográficamente.

— La verdad es que al principio no tenía claro que iba a hacer una película, porque lo que tenía y sabía de él era muy poco. Primero quería tener más voces en la historia, porque en ese momento solo tenía la versión de mi padre y de mi familia. Entonces quería escuchar a la gente que lo conoció, que trabajó con él y que fue su familia adoptiva, ensamblada. Y a medida que empecé a tirar del hilo empecé a conocer más, se empezaron a agregar como capas de densidad. Es decir, no es que era un escultor que había hecho un par de obras nada más. Resulta que había hecho decenas de obras en materiales muy complejos, con una marca muy propia, y que las hizo con sus manos en una práctica en desuso, con una conexión con la materia.

Además había pasado por muchos oficios y profesiones previos en los que en todos había dejado alguna marca. Fue marinero y eso lo había curtido, venía de un hogar huérfano de madre y con un padre que lo había dejado un poco a la deriva, abandónico. Entonces se lanzó a trabajar en barcos y recorrió el mundo, y se la pasaba leyendo libros y escribiendo poemas en este barco. Luego esos poemas lo llevaron, de algún modo, a ser redactor y ser creativo publicitario en la década del 60. Eso lo hizo ingresar a la agencia del Di Tella, se integró a un mundo de artistas y de bohemios. Pero le llevó algunos años más poder lanzarse definitivamente a la escultora.

También tuvo un paso por el cine, había tenido ahí un un affair cinematográfico. Imagino que eso en algún punto también te habrá tocado.

— Esa fue una sorpresa increíble. Cuando uno busca sobre cualquier material en el que investiga, se va a archivos, bibliotecas, y trata como de googlear, de buscar en los archivos palabras clave, un apellido, un nombre. Y en ese momento no me aparecía nada en ningún lado y, paradójicamente, el primer lugar donde me apareció el nombre de Jorge Michel fue en el Museo del Cine. “No puede ser”, dije. Así descubrí que había hecho cortometrajes, uno en 1959, que fue la primera aparición cinematográfica de Norman Briski, un corto blanco y negro que que se ve en la película. Briski, que era vecino, vivía entonces en Córdoba y lo trajo a Buenos Aires a trabajar en la industria. Así que fue testigo y protagonista de hechos culturales, muy, muy impactantes. Para mí fue una sorpresa, era como un capítulo del que nadie me había hablado, ni siquiera mi padre.

Jorge Michel y Josefina Robirosa (Foto: gentileza prensa Malba)
Jorge Michel y Josefina Robirosa (Foto: gentileza prensa Malba)

Esto que decías de “un personaje con muchas capas”, puede verse en el metraje casero en su taller, donde es una especie de filósofo del arte y de la vida, con una manera de hablar muy magnética.

— Sí, era un personaje muy ocurrente, muy carismático. Y por ese paso por la redacción publicitaria, por el cine, era muy consciente de la imagen. Algo que muchos me cuentan que cuando formó pareja con Josefina Robirosa, si bien tenían orígenes y prácticas muy distintas, se complementaban y de algún modo él impulsó la promoción de ella como artista y de ellos como pareja. Entonces, en una época, a partir de cierto momento, me empecé a encontrar con muchos artículos en revistas, todas notas de “cómo vive Josefina Robirosa y Jorge Michel”, la casa, como es la vida de un escultor y una pintora. Eran de pronto una combinación muy explosiva.

Una especie de escuela warholiana publicitaria de promoción.

— Y… me han contado que él decía “me debo a mi público”. Entonces era un gran narrador de historias y quizá su propia vida también es una narración propia. De esas historias que no vale la pena preguntarse si eran ciertas o no.

En la película hacés una búsqueda detectivesca de las obras. ¿Cómo comienza ese impulso por rastrear su legado artístico?

— Bueno, mi abuelo, y esto lo puede distinguir cualquiera que se pare frente a su obra, lo dio todo. Es decir, los bancos parten de maderas centenarias, de árboles muy enormes, y talló con sus propias manos de un solo bloque formas que parecen olas del mar, muy suaves. Dedicó sus manos y su tiempo incansablemente a crear esas obras. Cuando empecé a ver que había hecho algunas pocas exhibiciones y que había catálogos de la década del 80 en los que se veían más obras de las que yo conocía, me pregunté cómo puede ser que todo eso haya quedado en nada o que haya que rastrearlo. El fue una persona que fue a todo o nada, que se lanzó a ser escultor cuando ya tenía 40 años y parecía que todo se había perdido. ¿Cómo alguien se puede perder? Se puede perder una acuarela, una lapicera, pero estamos hablando de piezas monumentales que pesaban toneladas.

Me rehusé a creer que se había perdido el rastro por completo y me tuve que poner un disfraz de detective para tocar puertas. Y la verdad es que el nombre de mi abuelo me abrió puertas. Empecé a contactar a coleccionistas particulares, con gente del arte, un medio del cual yo no provenía, que me abrió las puertas de sus casas y me dejó conocer muchas de esas obras que se conservan a la perfección, pero bueno, en un ámbito privado, no de exhibición pública.

Así que fui armando yo mismo como un catálogo razonado de livings, de casas, de galerías, de tiendas y de hoteles y empresas que tenían obras de mi abuelo, pero que nadie sabía porque no había quedado escrito en ningún lado. En el camino pensé que iba a buscar solo las obras y me pasaron un montón de cosas y me di cuenta que estaba removiendo varios temas del pasado, fibras personales y familiares, 30 años después. Entonces mientras recuperaba las obras también recuperaba una historia familiar y tratamos de que quedara condensado en la película, porque la película no es meramente como una serie de hitos artísticos o de currículum de un artista, sino que trata de alternar la creación de su obra, los hechos que marcaron su vida y lo que pasa conmigo en el presente mientras hago la película, lo que despierta en las personas a las que entrevisto, los hechos, que son los recuerdos que vienen al presente. Todo eso se mezcla y forma la película.

"Máquina fósil” y el “Banco de ocho elementos”, ambas de 1975, obras de Michel expuesta en el Malba (Foto: gentileza prensa Malba)
"Máquina fósil” y el “Banco de ocho elementos”, ambas de 1975, obras de Michel expuesta en el Malba (Foto: gentileza prensa Malba)

En ese mundo de coleccionistas al que ingresas te encontrás además con una obra muy particular de tu abuelo, que tiene Eduardo Costantini.

— No vengo del mundo del arte y fue un poco también un descubrimiento entrar ahí y empezar a dialogar con todos estos actores que van desde el fundador del Malba, Eduardo Costantini, hasta galeristas, coleccionistas particulares. Voy al Malba y trato de averiguar cómo llegaron esos bancos ahí y Costantini me abrió las puertas de su casa y de su oficina, y me fue mostrando que él, además de las que donó al Malba cuando lo fundó, que en ese momento era toda su colección personal, se quiso quedar con dos. Y eran dos obras de Michel, un banco que tienen en su casa y un escritorio, que es como una de las piezas más fascinantes de Michel.

La madera es un material que te condiciona, no decidís qué forma le das, sino que las vetas, los nudos que tiene la madera van poniendo como pruebas a las que te tenés que adaptar. Y el escritorio, que lo tiene en su oficina particular en una de las Torres Catalinas, es algo fantástico, un poco surrealista, lleno de formas y concavidades. Es impresionante ver cómo este personaje que vino un poco de la nada, que se inventó a sí mismo y que arrancó como marinero y ahí mismo ya sus manos le daban de comer, porque su trabajo era su supervivencia, fue como un poco enamorando a distintas personas con lo que creaba. Fue un gran esfuerzo localizar las obras, una victoria en una especie de batalla contra el olvido. Las obras no desaparecieron ni se extraviaron. Están.

Una de las escenas más potentes es tu encuentro con obras que estaban embaladas en Nueva York, donde hizo su última exhibición.

— Sí, Michel hizo su última exhibición en 1989 en Nueva York, dos años antes de morir y quizás la más importante en lo que significó logísticamente y preparativos. Trabajó muchos meses y tuvo que embalar sus mejores obras y ponerlas en un barco para una muestra que después duró un mes y que lo encontró enfermo, sin tener claro qué hacer después con la obra. Entonces mucha obra quedó varada allá, sin destino muy preciso. En la película se va a ver que pude encontrar buena parte de esa obra y lo que pasa después con esa obra, en buena medida no depende de mí.

El artista tuvo su última muestra en Nueva York, en 1989 (Foto: gentileza prensa Malba)
El artista tuvo su última muestra en Nueva York, en 1989 (Foto: gentileza prensa Malba)

¿Después del estreno en el Bafici se te acercó gente del arte, coleccionista, para conocer el estado de esas piezas y un posible regreso?

— Bueno, a mí me interesaría que vuelva a encontrar a su público, que vuelva a verse y eso yo creo que puede pasar en la Argentina. Así que nada, una de las preguntas que plantea la película es si es posible recuperar esa obra. La película también plantea varios temas. Y una es qué es lo que pasa con el legado de un artista, cómo se lo mantiene, cómo se cuida y quiénes deben hacerlo. Por un lado, yo retomé esta historia después de 30 años de silencio de u nartista que estaba como olvidado o no había mucha información. En el presente es válida la pregunta. Creo que en el arte el tiempo está a nuestro favor, siempre podemos recuperar el camino que un artista dejó, pero hay que ocuparse, porque si no el tiempo sigue pasando, se convierte en olvido. Y bueno, la verdad es que creo que hay muchas cosas que se pueden hacer gracias a que pudimos hacer la película y dejo abierto el espacio para que puedan ocurrir.

Por otro lado, hay obras que están en colecciones particulares o con distintos niveles de acceso y hay otras que están muy bien conservadas, como por ejemplo, el Met Museum de Nueva York tiene una obra, pero está en un depósito y fuera de exhibición. Eso también es una paradoja porque una institución se ocupa de cuidar un legado artístico, pero a la vez, si no es exhibido ese legado pierde su sentido. Entonces, abre preguntas sobre cómo podemos hacer para mantener eso.

*”Catálogo para una familiase presenta todos los viernes de octubre, a las 20:00, y el 3 de noviembre, en el mismo horario, en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415. Además, tendrá funciones del jueves 12 al miércoles 18 de octubre, a las 16.15 hs, en Cine Gaumont; mientras que en Cine El Cairo (Rosario) se verá el sábado 14 de octubre (20:30), con presencia del director; jueves 19 de octubre (18) y sábado 28 de octubre (22:30); en el Teatro Auditorium - Sala Gregorio Nachman (Mar del Plata), el martes 17 de octubre (18) y en el Cine Teatro Helios (El Palomar), el miércoles 25 de octubre, a las 20.

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