El neocelandés Ian Scott (1945-2013) marcó un antes y un después en la escena pictórica de su país, ya que rompió con la tradición regionalista y nacional, abriendo así no solo un nuevo camino para las futuras generaciones, sino también el mundo.
A lo largo de su carrera tuvo diferentes etapas, de la abstracción a la figuración, pero siempre con una identidad en la que la intensidad de color y luz tuvieron un rol preponderante. Su trabajo se centró tanto en un paisajismo muy personal, como también en la imaginería popular, sobre todo con la figura femenina como centro, así como también la apropiación cultural y las referencias históricas del arte, como sucede en La joven que se aleja saltando (Leapaway girl), que se encuentra en el Museo Te Papa, de Wellington.
Realizada a finales de los ‘60, la obra está plagadas de referencias a las obras de otros artistas. “Las colinas recuerdan a la vez las formas de letras cubistas de Colin McCahon de la década de 1950 y las curvas formales de las pinturas koru de Gordon Walters. Los árboles kauri y las cascadas en la pintura también podrían ser un guiño a McCahon, quien había sido el maestro de Scott en la Escuela de Bellas Artes de Elam”, explica el crítico William McAloon, en el ensayo Art at the Papa.
Además, allí aparecen nubes que remiten a la de otra gran artista loca, Rita Angus. Scott se basó en imágenes de la abstracción contemporánea y de los artistas pop estadounidenses como Mel Ramos, en sus pinturas de pin-ups, y Tom Wesselmann en su serie Great American nude.
La inspiración de las figuras femenias salieron de la revista Vogue, por lo que el artista fue acusado de ser un “proveedor de glamour de mal gusto”. La obra pertenece a la serie Girlie, y para un crítico estas pinturas demostraban “una enorme simpatía por las mujeres atrapadas en un mundo que es en gran parte fantasías masculinas hechas tangibles”.
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