Feria de libros antiguos en el CCK, un mundo por descubrir

Exposición y venta de libros raros y exquisitos. Ediciones especiales, libros firmados por el autor, encuadernaciones singulares: el Paraíso de los bibliófilos, al alcance de la mano hasta el domingo.

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(Fede Kaplun)
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"El ascensor no mató la escalera, y el libro existirá siempre", así dice Lucio Aquilanti, de Fernández Blanco Libros Antiguos y Modernos, uno de los organizadores de la Feria del Libro Antiguo que acaba de inaugurarse en el cuarto piso del CCK. "Hace como veinte años que queríamos hacer una Feria del Libro Antiguo en Buenos Aires, esta es la 11° edición", continúa Aquilanti. "Sabíamos que esta feria hay que ponerla en agenda y para siempre, porque todas las grandes ciudades del mundo tienen su feria del libro antiguo y Buenos Aires, que tiene mucha tradición de libro antiguo y de coleccionismo, no tenía su feria. Entonces un grupo de libreros anticuarios, ALADA, refundamos la Feria que había dejado de existir durante cincuenta años. "

(Laura Szenkierman)
(Laura Szenkierman)

Hay en esta feria una docena de stands del material más diverso. Desde las primeras ediciones del Facundo de Domingo Sarmiento, por la Imprenta del Progreso de Chile, de 1845; la de Espantapájaros de Oliverio Girondo o las Cartas sobre la prensa y la política militante de J B Alberdi, Imprenta del Mercurio, 1853; a láminas de pájaros autóctonos o fotografías originales de Juan Domingo Perón o Hipólito Yrigoyen. Aun más, en uno de los stands expone la Galería Mar Dulce dedicada al arte contemporáneo y naif, y editora de Teatrito Rioplatense de entidades, una colección de mínimos libros actuales y ensayísticos, como Así no hay matrimonio que aguante, de Cristian Ferrer, un trabajo sobre los nombres propios en algunos matrimonios; El peronista rioplatense no es triple AAA sobre el anagrama o El nombre de los gatos de T S Eliot, traducido también por Ferrer.

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Aquilanti explica que "esta Feria está abierta a todo público, tanto coleccionistas como iniciados, y hay una gran posibilidad de compra, tanto por precio como por materiales. Los precios son accesibles, sobre todo porque uno tiene el preconcepto de que en una feria del libro antiguo, va a encontrar libros incunables o antiguos de más de cien años de edad. Pero nosotros incluimos en ese término a los libros raros, exquisitos, escasos, las ediciones especiales, los libros firmados por el autor, las encuadernaciones atractivas. Una de las cosas que más hace coleccionable a un libro es cuán raro es. Acá hay primeras ediciones de Cortázar o de Mujica Láinez que hoy día empiezan a ser verdaderas rarezas; y aun así los precios son más bajos que los que se pueden encontrar en una librería moderna. A veces uno puede comprar una primera edición de Mujica Láinez a un valor inferior de lo que vale una novela actual e inferior." Ejemplo de ello es el ejemplar de La condición necesaria de Alberto Girri, dedicado y firmado por él mismo.

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 The Book Cellar ofrece bellísimas ediciones en cuartos y en octavos la editorial Insel de época -aquella que inspiró a Ediciones Penguin, explica el librero Daniel Zacchariah- de clásicos alemanes como Holderlin y de botánica de la selva negra, a un precio muy módico. Tranquilamente, para alguien que gusta de los libros o la poesía, este podría ser un estupendo regalo de Navidad, tanto como la caricatura de Cortázar por Hermenegildo Sábat o la primera edición de Lolita de Vladimir Nabokov en Sur, la editorial que dirigía Victoria Ocampo, a través de la cual los lectores más antiguos se desayunaron de la existencia de Nabokov, en 1959. Vale la pena relatar, que esta novela, en esta misma edición, fue proscripta por decreto de la Municipalidad de Buenos Aires, y la editorial debió secuestrarla de la venta hasta que los tiempos cambiaron. Por esos días, Graham Greene escribió al respecto: "Lolita acaba de ingresar en la honrosa nómina de libros proscriptos, en la que ya estuvieron incluidos Las flores del mal y Madame Bovary".

(Laura Szenkierman)
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La Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires puede ser el primer paso para ingresar en un mundo casi novelesco y formar parte de él. Lucio Aquilanti aconseja cómo convertirse en un bibliófilo: "Lo primero que tiene que hacer quien se quiere iniciar es animarse a entrar a las librerías. Suele ocurrir que la gente no se anima a entrar a las librerías porque se imagina que tiene que estar acompañado por alguien que lo asesore. O que tiene que saber de libros antiguos. Esto no es así; es como en cualquier otro rubro donde se quiere aprender. Es importante saber que ese librero que está adentro a su servicio no lo va a morder, no le va a tomar examen, no le va a pedir que entre con la tarjeta de crédito en la mano. Los libreros aprendemos de los clientes y somos esponjas en este sentido: nosotros queremos saber por qué el cliente quiere comprar tal o cual libro." Tampoco es difícil luego cuidar las adquisiciones; las recomendaciones del librero son las siguientes: "mantenerlos lejos de la humedad, lejos de los rayos de sol y lejos de los tubos de luz fluorescente que tiene UV lo mismo que el sol, y protegerlos del calor".

El oficio de coleccionista

El librero Daniel Zaccharia, de Book Cellar, dice que coleccionar es tener muchos objetos de lo mismo; pero en cambio a él lo atrae lo diverso. Lucio Aquilanti, locuaz y elegante, tiene sin embargo una visión más febril del oficio y cuenta: "La cacería de un libro está en mi parte de coleccionista. Umberto Eco era coleccionista y algunas historias de El nombre de la Rosa parecen actuales, lo mismo un libro de Padura que cuenta sobre un anticuario o el de Pérez Reverte, La última puerta, que tiene historias que parecen sacadas de Buenos Aires. Hoy ayuda mucho Internet, pero aun así uno tiene que meterse en altillos y desvanes y revolver cajas y a veces aparecen las maravillas." Podrían agregarse muchas más historias de libros que sólo hallan los libreros, pero basten estas dos para abrir los ojos de los bibliófilos: la ya famosa historia que cuenta Umberto Eco en el prólogo de El nombre de la Rosa de cómo halló un libro antiguo en una librería de viejo de Buenos Aires y éste le dio el impulso y la idea para su novela; y, más recientemente, la edición original y casi perdida de Una librería en Berlín de Françoise Frenkel, la crónica de una librera que decide ponerse una librería en Berlín en los años de la Segunda Guerra Mundial, fue hallado entre los libros donados y a precios benéficos en un Emaús de París.

(Fede Kaplun)
(Fede Kaplun)

Crónica de un libro extraño

En el stand de Libros La Teatral descansa un pequeño cuaderno especial: se trata de un libro de recetas y de economía doméstica, escrito por mano propia, por doña Rufina Cambaceres, madre del escritor Eugenio Cambaceres y abuela de la tristemente célebre por su catalepsia y condición de fantasma errante en el Cementerio de la Recoleta, la joven Rufina Cambaceres. Para aclarar, Rufinita llevaba ese nombre propio en honor a su abuela, la que aquí anota cuántos huevos requiere un pastel. La chica acabó siendo más recordada que su padre -al menos popularmente- por su catalepsia.

(Laura Szenkierman)
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La familia Cambaceres, su viuda Luisa Bacicchi -que algunos tachan de un poco ligera y amante de don Hipólito Yrigoyen, quien tal vez sería el verdadero padre de Rufina- y su hija, vivían en una aristocrática casona de Barracas, casi Constitución, en lo que antes era el Pasaje Europa y ahora está cerrado como patio entre edificios. Rufina nieta sufrió un desvanecimiento y luego falleció; fue enterrada en la Recoleta; las malas lenguas cuentan que la muerte fue efecto de unos somníferos que le administraba a escondidas su madre -¡quién sabe si Luisa, la "bachicha" como le decían, que era austríaca, habría aprendido alguna de las recetas de su suegra!; ¿tal vez un merengue donde no se percibiera el sabor amargo del psicofármaco?-  para que la chica no descubriera las visitas nocturnas a la mamá. Al día siguiente del entierro, el sepulturero notó el ataúd movido, la tapa rajada, y dio noticias a la familia. Rufina Cambaceres padecía de catalepsia; su abuela, que estaba en Italia, regresó de inmediato -dice una de las versiones- y fue quien pidió abrir el ataúd. La chica estaba rasguñada y deformada por la asfixia. La versión oficial que dieron a la prensa fue que la cripta fue saqueada por maleantes ya que Rufina había sido enterrada con sus joyas. Pero el recuerdo de la chica perdura en la imaginación de todos los porteños: ella es la que se aparece vestida de blanco, en las inmediaciones de la Recoleta: ella es la dama de blanco de las leyendas urbanas.

 

*11a edición de la Feria del Libro Antiguo. Hasta el domingo 12 de noviembre, de 14 a 20 en el CCK, Sarmiento 151 (CABA)

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