Bienalsur en Tucumán: de los paisajes del Líbano a las huellas de la violencia sudamericana

La Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur se extiende hasta diciembre de este año en treinta y dos ciudades del mundo. En ese marco, la semana pasada se inauguraron dos muestras notables en San Miguel de Tucumán: una dedicada a artistas libaneses y la otra, consagrada a repasar los modos en que el arte latinoamericano representa la violencia institucional

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Adelantándose a la primavera, Bienalsur desembarcó en Tucumán no con una sino con dos muestras en simultáneo. En primer lugar, en el Museo Timoteo Navarro puede verse la exposición "Poética, política, lugares": se trata de ocho artistas que provienen del Líbano aunque, en su mayoría, no residen en ese país. En sus obras, la evocación del paisaje funciona como cruce entre lo estético y lo político, y también como apelación a una memoria tanto íntima como colectiva: algo doblemente pertinente en Tucumán, donde reside una importante comunidad surgida de la diáspora libanesa.

Saba Innab, “Sin título 3” (técnica mixta sobre papel, 2016) y “Sin título 9” (instalación de madera y concreto, 2016)
Saba Innab, “Sin título 3” (técnica mixta sobre papel, 2016) y “Sin título 9” (instalación de madera y concreto, 2016)

Además de evocar su lugar de origen, estos artistas complican la topografía con remisiones a otros enclaves de Medio Oriente y del mundo. Así Saba Innab, por ejemplo, aborda la crisis territorial palestina a través de una instalación de marcada impronta arquitectónica. Mireille Kassar se destaca con sus "Paisajes-tiras", doce acuarelas casi abstractas de formato apaisado. En su poético video "Niños de Uzai", Kassar también retrata a un grupo de chicos jugando en un barrio del Sur de Beirut. Hay que contemplar en silencio sus movimientos para adivinar que, bajo el idilio de un paisaje marino, late el conflicto geopolítico.

Mireille Kassar, captura del video “Niños de Uzai. Antinarciso” (2015)
Mireille Kassar, captura del video “Niños de Uzai. Antinarciso” (2015)

Todo paisaje propicia el pasaje entre lo político y lo poético, y es indisociable de una cartografía del deseo. Demasiado rápido vienen a la mente, mientras la lengua se entorpece al pronunciarlos, los conceptos de desterritorialización, territorialización, reterritorialización Los filósofos Deleuze y Guattari popularizaron esa tríada de nociones mediante las cuales la geografía desplaza y reformula las líneas de fuga de la historia.

Nadim Asfar, “Múltiples” (2015-2017)
Nadim Asfar, “Múltiples” (2015-2017)

Los "Múltiples" de Nadim Asfar ilustran esa tendencia a través de la documentación de cinco montañas, secuencias de fotos donde avistamos diversos recodos de un paisaje, ya sea entre la bruma o bajo la cúpula de un cielo diáfano. La serie asume formatos variados: esta vez se trata de grandes cartas desplegables, mapas que da gusto manipular con indolencia. Las cartografías de Asfar se abren a la belleza del paisaje, al tiempo que registran una travesía en busca del origen de los nombres de las montañas.

Las propuestas de Saliba Douaihy (litografía) y Cynthia Zaven (video) se integran con naturalidad a esta constelación de paisaje, recuerdo y deseo. Enfrentado a la cascada que pinta Daniele Genadry, se exhibe otro desplegable, confeccionado por Etel Adnan: se trata de un "Leporello", uno de esos acordeones de papel que aquí se enriquecen con la caligrafía árabe y las inscripciones poéticas de la autora. Adnan viaja también a otro monte, el Tamalpais de California, y deja constancia en un reflexivo video mudo que titula "Topografías".

Etel Adnan, “Leporello” (2015)
Etel Adnan, “Leporello” (2015)

En sus "Once vistas del monte Ararat", Gilbert Hage cita las treinta y seis xilografías con que el japonés Hokusai retrató el monte Fuji a principios del siglo XIX. Al mismo tiempo, opera más de una dislocación: se trata aquí de la comunidad armenia de Beirut. En los interiores hogareños de estos expatriados, no falta el lugar donde se divisa una reproducción del sitio sacro. Nevado o árido, el monte Ararat aparece como foto, dibujo amateur, cuadro kitsch o acuarela. Puede recibir un lugar de honor, convivir al lado de un portero eléctrico o descansar arriba de la Enciclopedia Británica; según el caso, hay que buscarlo entre naturalezas muertas, bibelots o garabatos infantiles.

Gilbert Hage, “Once vistas del monte Ararat” (2009)
Gilbert Hage, “Once vistas del monte Ararat” (2009)

Hace falta desplazarse al Museo de la Universidad Nacional de Tucumán para ver "Una estela en la tierra". Esta segunda muestra ilustra los modos en que el arte latinoamericano afronta la "violencia institucional", noción polisémica que adolece de cierta vaguedad. Ciertas obras, sin embargo, atacan de plano el asunto. Así Carlota Beltrame "traduce en plomo" diez pañuelos de randa –delicada artesanía regional– para evocar la década de la dictadura.

Carlota Beltrame, “Los años de plomo” (2017)
Carlota Beltrame, “Los años de plomo” (2017)

O vemos "Toponimia", un largometraje en el cual Jonathan Perel sondea la actualidad de cuatro pueblos del oeste tucumano, que llevan nombres de "mártires" militares caídos en la lucha contra la guerrilla. Desde los años setenta, Diana Dowek nos trae al presente con su instalación "Viaje a la esperanza": sobre un muro de bolsas apiladas a la manera de una trinchera, proyecta tres pinturas alusivas a la tragedia migratoria del Mediterráneo.

Renata Espinoza Roa, “La banda sonora de mi vida” (2017)
Renata Espinoza Roa, “La banda sonora de mi vida” (2017)

La chilena Renata Espinoza dispone una autobiografía edípica, signada por la identificación con su padre –militante del Movimiento de Izquierda Revolucionario– y la cuenta a través una instalación de serigrafías, planfletos y un atrapante soundtrack. Por otra parte, la española Regina de Miguel se sirve de testimonios, animaciones 3D y una voz en off entre lírica e informativa para recordarnos la historia de Cybersyn, esa especie de Internet socialista que se ensayó en el Chile de Allende, antes del golpe de Pinochet.  Al conjunto de proyectos malogrados también aluden los óleos de Paulo Almeida: arquitecturas visionarias que no llegaron a trascender la fase de meros proyectos. Entre esos "museos que nunca fueron", se cuentan el Guggenheim de Guadalajara, cancelado en 2009, y el Museo de Arte Moderno de Caracas, proyectado en 1955 por Oscar Niemeyer.

Paulo Almeida, “Museo de Arte Moderno de Caracas cancelado” (2016)
Paulo Almeida, “Museo de Arte Moderno de Caracas cancelado” (2016)

Otras obras liberan la imaginación. Una videoinstalación de Julian D´Angiolillo propone un paseo audiovisual que homenajea a Carlos Thays (1849-1934): la presencia de la obra es especialmente pertinente en esta ciudad, donde el arquitecto y paisajista francés diseñó, para los festejos del Centenario de la Independencia, el vasto Parque 9 de Julio. Contra la domesticación del paisaje de Thays, los brasileños Bruno O. y Victor Tozarin reivindican las malas hierbas y las especies salvajes y, en plan lúdico e interactivo, montan su "Oficina de Botánica Ordinaria".

Bruno O. y Victor Tozarin, “Oficina de Botánica Ordinaria” (2017)
Bruno O. y Victor Tozarin, “Oficina de Botánica Ordinaria” (2017)

Una inflexión interesante se verifica en la instalación de Nicolás Martella. Exhibe capturas de pantalla de cámaras de vigilancia, algunas enmarcadas como fotos familiares: un paisaje nevado, las pirámides, una iglesia, la tumba de Andy Warhol, una oficina vacía, una lavandería… De la fotografía de apropiación, Martella logra extraer una estética del espionaje impersonal. Pero sus fotos ilustran no tanto la hostilidad del panóptico contemporáneo, como la banalidad de la sociedad administrada, un tema sobre el cual reflexionó el cineasta Harun Farocki. Entre tanto, un dedo acusador y la pregunta: "¿Quién fue?" se multiplican en afiches y cortinas semitransparentes de PVC. Son la obra de esa virtuosa de la incomodidad que es Graciela Sacco, una de las presencias fundamentales de esta Bienal.

Graciela Sacco, “¿Quién fue?” (2017)
Graciela Sacco, “¿Quién fue?” (2017)

Sumadas al vendaval de artistas, exposiciones e intervenciones urbanas que propicia Bienalsur, estas muestras logran materializar una articulación bien tangible entre los espacios provinciales del arte, los curadores y las universidades. En las obras más notables de "Una estela en la tierra" el sentido se vuelve más inasible y la huella de la violencia, más equívoca. ¿Será que el arte se reconoce sobre todo en su renuencia a traficar con obviedades? Sin renunciar a la política, las cartografías del ensueño que propone "Poéticas, políticas, lugares" parecen inclinar el juicio en esa dirección. Y así al momento de escribir estas líneas, el viajero recuerda no sólo las marcas del terrorismo de Estado sino también la poesía mitad real, mitad imaginaria de los paisajes del Líbano o el lirismo involuntario que nos regala la sociedad del control.

* La exposición "Poetics, politics, places", curada por Nayla Tamraz, puede visitarse en el Museo Provincial de Bellas Artes Timoteo Navarro (9 de julio 44, San Miguel de Tucumán), hasta el 19 de noviembre.

** "Una estela en la tierra. Ecos de violencia institucional desde América Latina", se exhibe en el MUNT (San Martín 1545, San Miguel de Tucumán). La curaduría está a cargo de Florencia Battiti y Leandro Martínez Depietri. La muestra concluye el 17 de diciembre.

*** Eden Medina cuenta con detalle la historia de Cybersyn en su libro Revolucionarios cibernéticos: Tecnología y política en el Chile de Salvador Allende, originariamente publicado en 2011.

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