El 2025 cerró para la Casa de Nariño con un componente inesperado, la vida privada del presidente Gustavo Petro terminó convertida en un asunto de debate público, atravesado por sanciones internacionales, viajes polémicos y explicaciones oficiales. A lo largo del año, la relación entre el mandatario y su entonces esposa, Verónica Alcocer, pasó de la discreción institucional a ocupar titulares, comunicados y controversias que trascendieron lo personal.
La confirmación llegó a través de un mensaje directo del propio jefe de Estado. Petro reconoció que su vínculo sentimental con Alcocer había terminado, aunque aclaró que el matrimonio seguía vigente en lo legal. Fue la primera vez que abordó públicamente el tema, en un contexto especialmente sensible y es que su nombre, junto al de Alcocer y el de su hijo Nicolás Petro, había sido incluido en la Lista Clinton del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
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En ese pronunciamiento, el presidente precisó que la separación era “física” desde hacía tiempo y defendió a su exesposa de cuestionamientos sobre el uso de recursos públicos. “Verónica cuida a mis hijas en el tiempo que no me queda. Ni un solo peso público ha salido para ella desde que estoy separado”, escribió en su perfil de X. Y agregó una frase que marcó el tono del mensaje: “Lo que pase en mi corazón es asunto mío”.
Para entonces, la figura de la primera dama ya venía generando controversia. Su presencia en escenarios internacionales sin el acompañamiento del presidente, viajes a China, Egipto, Dubái o la inauguración de los Juegos Olímpicos de París en 2024, despertó preguntas sobre el alcance de su rol institucional. Desde el Gobierno se insistió en que esas actividades estaban relacionadas con iniciativas de reconciliación y derechos de las mujeres, y que eran financiadas de manera privada.
Uno de los episodios más discutidos del año ocurrió antes de que se hiciera pública la separación. Verónica Alcocer tenía prevista una visita a la Cárcel La Picota, en Bogotá, el jueves 4 de septiembre, para reunirse con 58 reclusos. El anuncio desató críticas en el escenario político. “El Gobierno tiene que explicar por qué ella está visitando las cárceles a 8 meses de las elecciones presidenciales. ¿Estamos frente al pacto de La Picota 2.0?”, cuestionó Vicky Dávila.
Desde la Casa de Nariño confirmaron la visita y explicaron que se trataba de “una jornada de escucha activa en la cárcel la Picota”, orientada a “conocer los procesos de resocialización (panadería y artesanías que realizan) con el fin de apoyar las segundas oportunidades”. Presidencia aseguró que esta labor no era nueva y que Alcocer venía desarrollándola desde 2024 en centros penitenciarios de ciudades como Montería, Sincelejo, Santa Marta y Barranquilla. Según el Gobierno, estas actividades buscaban aportar a procesos de reconciliación y estaban siendo documentadas en redes sociales con mensajes de respeto y no polarización.
En el plano internacional, Alcocer volvió a aparecer en la agenda pública en abril de 2025, cuando asistió al funeral del papa Francisco. A la ceremonia acudieron líderes y delegaciones de todo el mundo, y Colombia estuvo representada por Verónica Alcocer, la canciller Laura Sarabia y el embajador ante la Santa Sede, Alberto Ospina Carreño.
Sin embargo, la mayor polémica del año se concentró en su estadía en Suecia. Tras ser incluida en la Lista Ofac del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, Alcocer permaneció varios meses en Estocolmo. Su regreso a Colombia se produjo a mediados de diciembre, en lo que fue descrito como una “operación discreta” que facilitó su salida del país europeo y su ingreso sin contratiempos. El domingo 14 de diciembre aterrizó en el Aeropuerto El Dorado en un vuelo comercial y luego se trasladó al Palacio de Nariño, según revelaron medios como Semana y Blu Radio.
La permanencia de Alcocer en Suecia fue objeto de una investigación del diario Expressen, que detalló el entorno de lujo y exclusividad en el que se movía. El medio sueco reportó su asistencia a fiestas privadas, restaurantes de alto nivel y clubes reservados para la élite de Estocolmo, como Noppes. También señaló que inicialmente se alojó en un hotel de lujo antes de mudarse a un apartamento exclusivo en el centro de la ciudad. El reportaje planteó interrogantes sobre el origen de los recursos que financiaban su estadía, en un contexto marcado por la compra de 17 aviones Gripen a la empresa Saab, una operación superior a los $16 billones.
En uno de los momentos más comentados de esa investigación, Alcocer fue abordada por periodistas mientras realizaba compras, acompañada por su hija Antonella Petro y el empresario Manuel Grau Pujadas. Ante las preguntas, respondió: “No hablo inglés”. Luego hizo un llamado a frenar los juicios y la desinformación: “Como sociedad, necesitamos detenernos y reflexionar sobre lo que estamos construyendo en las redes sociales: el odio y la mentira no pueden convertirse en las fuerzas que guíen nuestra convivencia. Necesitamos reconstruirnos desde el respeto, la empatía y la verdad”.
El presidente Petro, por su parte, calificó el reportaje como un ataque directo contra su familia y su Gobierno. Así, entre comunicados, viajes y controversias, 2025 terminó dejando al descubierto cómo la frontera entre lo privado y lo político se volvió cada vez más difusa para la pareja presidencial.