Nicolás habla de su tío Pablo Escobar y su familia: “Manuela habría podido acabar con la guerra si se lo hubiera pedido a su padre”

Esta es la historia del narcotraficante más poderoso del mundo, desde el punto de vista de uno de sus familiares más cercanos, que lo recuerda como un hombre impasible, poco dado las emociones extremas, pero también casi incapaz de demostrar afecto

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Pablo Escobar y su familia - crédito Infobae
Pablo Escobar y su familia - crédito Infobae

Nicolás Escobar se debate en una contradicción interna cada que habla de su tío, Pablo Emilio Escobar Gaviria. ‘Nico’, como le decía Pablo, que asegura que fue uno de los sobrinos preferidos del narcotraficante, ahora, en conversación exclusiva con Infobae, trata, una vez más, de descubrir cómo ese hombre que nació en un sector rural del municipio de Rionegro, al oriente de Medellín, y creció en un barrio popular de Envigado terminó convertido en un ser ambicioso y despiadado que causó la muerte de miles de personas.

Todo el mundo ha escuchado hablar del criminal Pablo Escobar y la manera como trató de doblegar a todo un país a punta de bombas y asesinatos, pero nunca lo habían cuestionado sobre la manera en que se desenvolvía en el entorno familiar; con su hermano Roberto, con su madre Hermilda, con su esposa, su hijo Juan Pablo, con quien Nicolás mantiene una confrontación que lleva años, y con Manuela Escobar, la hija menor, la consentida de Pablo, aquella que, según Nicolás, habría podido acabar con la guerra con tan solo pedírselo al capo.

El amor por una hija pudo haber detenido la sangrienta guerra de carteles en Colombia - crédito Infobae

Nicolás Escobar es el hijo mayor de Roberto, el hermano mayor de Pablo, quizás la persona más cercana al capo fuera de su familia inmediata, y su socio en gran parte de sus crímenes. “Me hubiera gustado morirme con Pablo el día que lo mataron”, aseguró alguna vez Nicolás, así de grande era su cercanía.

El ascenso desde Envigado

Desde que era niño, Nicolás Escobar visitaba frecuentemente a su abuela y a su tío en el municipio de Envigado. Al principio, en una casa sencilla, humilde, pero acogedora; el típico refugio familiar antioqueño, donde se desayuna con chocolate y arepa. Con el paso de los años todo empezó a cambiar, ya no visitaba esa casa simple, ahora llegaba a una edificación de amplios espacios con lujos poco conocidos para él: piscina, motos, caballo y una nevera llena de comida y bebidas las 24 horas.

“Ahora llegaba a la casa de Pablo, no era la casa normal de mi abuela, en Envigado, una casa de un piso y medio, por así decirlo; llegar a donde Pablo era llegar a una casa con piscina, ahí es donde uno empieza a pensar ‘qué está pasando acá'. En ese tiempo nos sacaron las visas para ir a los Estados Unidos, y ni siquiera teníamos que ir a la embajada; nos dieron un viaje para ir a conocer Hawaii y nos dijeron que podíamos comprar de todo sin ningún límite”, le cuenta Nicolás a Infobae.

La Hacienda Nápoles en tiempos de guerra, lugar en donde se realizaron varias fiestas de los Escobar - crédito archivo Colprensa
La Hacienda Nápoles en tiempos de guerra, lugar en donde se realizaron varias fiestas de los Escobar - crédito archivo Colprensa

En un principio, esos lujos y excentricidades despertaron la curiosidad de sobrino del capo, quien, ingenuamente, le preguntaba a su abuela el por qué de todos esos cambios; era muy sencillo, todo lo pagaba su tío.

“Yo le pregunté a mi abuela Hermilda, que por qué cada vez que llegábamos a un almacén nadie me cobraba nada, por qué todo estaba pago, y ella me decía que era el tío Pablo, que él nos daba todo lo que nosotros quisiéramos”.

Escobar le dio la oportunidad a todos sus sobrinos de elegir dónde estudiar, algunos eligieron el Reino Unido, mientras que Nicolás decidió viajar a Suiza, allí aprendió más de dos lenguas y, asegura, pudo codearse con los hijos de los multimillonarios más destacados de la época.

Ahora, no solo veía casas con piscinas, era testigo de otro nivel del lujo, el que se veía en los altos círculos en Europa; sin embargo, en Colombia empezó la guerra, y tanto él como su familia tuvieron que esconderse, ya no más fiestas ostentosas, ni gigantescas reuniones de Navidad en la Hacienda Nápoles, con reconocidos chefs preparando platos a la carta para todos mientras de fondo sonaba la música decembrina

Pablo Escobar posa en esta fotografía junto a su familia. En la actualidad, Victoria Eugenia Henao, Manuela y Juan Pablo viven en Argentina y con nombres cambiados para evitar ser identificados - crédito Netflix
Pablo Escobar posa en esta fotografía junto a su familia. En la actualidad, Victoria Eugenia Henao, Manuela y Juan Pablo viven en Argentina y con nombres cambiados para evitar ser identificados - crédito Netflix

“En ese proceso de estar viviendo en Europa conocí a muchísima gente de diferentes niveles económicos. Estuve en uno de los colegios más importantes del mundo, con los príncipes de Qatar, con los hijos del rey de Madagascar, eran 60 mil dólares al mes, teníamos cosas salidas del contexto. Pero pasamos de vivir con esa tranquilidad, a ver que cada vez que venía a Colombia el círculo era más cerrado, ya no eran las fiestas en Nápoles, era una reunión pequeña en donde estaba solo la familia”.

Así como el dinero llegó a la familia, la muerte también tocó a la puerta con varios asesinatos.

“Con el paso del tiempo empiezan a morir las personas de la familia y empieza a haber un declive en la tranquilidad y la paz”.

La última Navidad del capo

Uno de los hechos que marcó la memoria de Nicolás y demostró el poder que tenía Pablo Escobar, que edificó su propia cárcel antes de organizar la pantomima de su “entrega”, ocurrió dos años antes de su muerte. En medio de lo que parecía el regreso a una relativa tranquilidad, Escobar organizó una reunión de final de año con su familia en La Catedral, a donde llegaron los más cercanos e incluso, los familiares de sus trabajadores.

“Yo recuerdo el último diciembre al lado de Pablo, fue en diciembre de 1991. Estábamos los de la familia, gran parte de los tíos, fue nuestro último diciembre, incluso con la familia de todos los trabajadores de Pablo que estaban allá en La Catedral, antes de eso, un 24 de diciembre podíamos estar cinco personas o cuatro, se regresó a un punto mucho más íntimo”, contó el sobrino del narco.

El capo junto a su esposa Victoria Eugenia y sus hijos Juan Pablo y Manuela en el interior de la antigua cárcel La Catedral, durante su reclusión - crédito Archivo
El capo junto a su esposa Victoria Eugenia y sus hijos Juan Pablo y Manuela en el interior de la antigua cárcel La Catedral, durante su reclusión - crédito Archivo

Seis meses después, el 22 de julio de 1992, Pablo Escobar decidió escaparse de su cárcel. Mientras todos los miembros del cartel de Medellín trabajaban en la fuga y apoyaban al capo en su huida, en casa, la señora Hermilda Gaviria esperaba a su hijo con el amor de madre que siempre demostró, olvidando la figura del sangriento narcotraficante y asumiendo solo la del hombre que nació de sus entrañas.

Según relata Nicolás Escobar, el día que le avisaron a la madre de Pablo que su hijo iba a salir de la cárcel, a pesar de las medidas de seguridad y las demás restricciones, empezó a preparar su comida favorita, un tradicional “sudado”, que en Colombia es un estofado de carne o pollo con papa, yuca y una salsa con aliños, que era lo que el narco siempre le pedía a su mamá.

La idea de la señora Hermilda era que le llevaran el encargo a su hijo, para que pudiera comer algo caliente mientras escapaba de las autoridades que emprendieron su persecución por todo el país.

“Recuerdo el día que Pablo sale de La Catedral, nosotros estábamos haciendo todo el proceso de la salida de Pablo con el resto de personas que salieron, mientras, mi abuela estaba haciéndole un sudado para que se lo lleváramos caliente. Como era ese amor y ese cariño que se tenían Pablo con mi abuela, que ella por ser la mamá quizá nunca pensaba que le iba a pasar algo”
La única foto que se tiene de Pablo Escobar, cabecilla del cartel de Medellín en La Catedral de Envigado - crédito Archivo
La única foto que se tiene de Pablo Escobar, cabecilla del cartel de Medellín en La Catedral de Envigado - crédito Archivo

El tío Pablo: una persona tranquila y con pocas emociones

Debido a los crímenes, la sangre y los estragos de la droga, Pablo Emilio Escobar será recordado siempre como el narcotraficante más nefasto en la historia de Colombia; durante sus 44 años de vida fue ladrón, asesino, traficante, político, multimillonario y uno de los hombres más buscados del mundo e incluso en la confianza de su círculo más cercano un ser que limitaba la expresión de sus sentimientos.

Nicolás Escobar fue secuestrado en 1993, según él, por las autoridades colombianas. Durante varias horas estuvo privado de la libertad, hoy insiste en que lo torturaron antes de dejarlo en libertad. Fue su tío Pablo el que lo recogió en una popular zona de Medellín, a donde el capo llegó en un vehículo sencillo, sin escoltas, como si nadie estuviera detrás del hombre más buscado del mundo.

“La última vez que yo veo a Pablo es el 17 de mayo de 1993, 40 minutos después de que me soltaron de haberme tenido secuestrado; esa fue la última vez que estuve con Pablo. Me recogió en un Renault 4 color beige en el parque de El Poblado, como si nada, como si nadie lo estuviera buscando”, dijo Nicolás Escobar.

Los millones de dólares producto del envío constante de coca y otros negocios le permitieron a Pablo Escobar crear un verdadero emporio económico. Toda esa riqueza de poco le servía durante los largos períodos en que tuvo que permanecer escondido, corriendo de casa en casa; sin embargo, según su sobrino, siempre conservo su tranquilidad, nunca se le vio desbordado por sus emociones, en ningún contexto.

“Era una persona muy tranquila, era una persona que podía ganarse mil millones de dólares hoy y no lo veías riendo a carcajadas, y podía ser una persona que perdía mil millones de dólares y vos nunca lo oías maldecir, era una persona totalmente centrada”, añadió.

Una foto tomada por Edgar Jiménez, "El Chino", de la vida cotidiana de Pablo Escobar. - crédito Edgar Jiménez
Una foto tomada por Edgar Jiménez, "El Chino", de la vida cotidiana de Pablo Escobar. - crédito Edgar Jiménez

Ni ganar ni perder lo emocionaba, según su sobrino. Del mismo modo, nunca fue afectuoso; él, que siempre se consideró su sobrino favorito no recuerda haberlo abrazado nunca. “Yo le decía ‘tío, necesito hablar con usted’, y él podía estar con el que fuera y se retiraba hablar con el sobrino, pero no en cuanto a cariño o amor, no, no había esa forma”, recuerda.

“Yo nunca en mi vida vi a Pablo soltar una lágrima –asegura Nicolás Escobar– , nunca recibí un abrazo de Pablo, yo nunca supe lo que era un abrazo de Pablo”

Su tío, sostiene, era un tipo diferente. “Ni siquiera el día que murió mi tío Luis Fernando (primo de Pablo) lloró, yo creo que Pablo era tan diferente y tan centrado en lo que él hacía, que por eso se convirtió en una persona que nació en una casa en donde el piso era de tierra, a ser el hombre más millonario del mundo, tenía una capacidad totalmente diferente a la que muchas otras personas tienen”, mencionó Nicolás Escobar.

Una capacidad que aplicó en la maldad y el horror y que ocasionó no solamente su muerte, sino la ruina de su familia, de aquellos que tanto quiso y que nunca fue capaz de abrazar.

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