¿Por qué los Juegos Olímpicos nos fascinan?

De vez en cuando, es bueno recordar algunas particularidades que explican por qué estas competencias impactan tan fuerte también en la órbita de los negocios. París 2024, además, le agrega el upgrade de su encanto natural.

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Foto de archivo del Crocus City Hall tras el atentado de la semana pasada
Foto de archivo del Crocus City Hall tras el atentado de la semana pasada

Las trágicas imágenes que llegaron pocos días atrás del atentado terrorista en Moscú elevaron alertas en diversos lugares del planeta: cualquier muestra de vulnerabilidad en cualquiera de las principales ciudades del mundo nos hacen sentir que el próximo episodio puede ser en casa. Como Artocha, el 11-9, el Bataclán y tantos otros momentos, lo sucedido en el Crocus City Hall genera la razonable sicosis de que, ante ciertas agresiones, no hay sistema de seguridad infalible.

Como después de un episodio de semejante magnitud de tan alto impacto, es de manual que, desde muchos lugares, se especule cuando y donde podría ser el próximo. No es arbitrario que, en las últimas horas, desde algunos medios de prensa haya surgido la inquietud respecto de París 2024. Especialmente del show sin precedentes que se prepara para la ceremonia de apertura, con el Río Sena como principal escenario.

También es razonable que, desde la organización de los juegos, se descarte la existencia de un plan B. Es lógico, aun si existiese en carpeta un proyecto alternativo. No solo para no alertar a quienes pudiesen pensar en un nuevo golpe sino para evitar una escalada en nuestra psicosis.

Un juego olímpico es un espacio de extraordinaria atracción universal mucho más allá de una fiesta inaugural: cada segundo de competencias repercute notablemente en el público de los más de 200 países participantes. También ahí radica el empeño a nivel de stress que se le pone a los planes de seguridad.

FOTO ARCHIVO: La policía francesa inicia pruebas de videovigilancia con inteligencia artificial antes de los Juegos Olímpicos
FOTO ARCHIVO: La policía francesa inicia pruebas de videovigilancia con inteligencia artificial antes de los Juegos Olímpicos

Lo que para algunos resulta obvio y para muchos no lo es tanto es cual es el auténtico nivel de relevancia de este tipo de competencias.

Hay dos datos esclarecedores. Uno, específico para una sede como la de París, tiene que ver con las locaciones que estarán expuestas ya no como parte de las tradicionales Beauty Shots que genera el Olympic Broadcast System (OBS), sino en esta ocasión, como escenografía panorámica de los mismísimos espacios de competencia.

Les propongo un juego. Agreguemos a cada deporte el icono parisino delante del cual se realizarán las competencias.

  • Bádminton y gimnasia rítmica = Porte de la Chapelle
  • Maratón = Largada desde el Hotel de Ville
  • Breaking, 3x3, BMX freestyle y Skateboarding = La Concorde
  • Triatlon, ruta contra reloj y 10km de natación = Largada desde el Puente Alejandro III
  • Esgrima y Taekwondo = Grand Palais
  • Judo y Lucha = Campo de Marte
  • Arquería = Inválidos
  • Beach Voley = Torre Eiffel

Son solo algunas referencias emblemáticas, en términos de monumentos históricos a la vista de cualquiera, hasta superiores a la magnificencia expuesta por Londres 2012.

Hay que sumarle que tanto ciclismo en ruta como la maratón tendrán al Trocadero como punto de referencia, que habrá fútbol en el Parque de los Príncipes y tenis y boxeo en Roland Garros.

O que la equitación se vestirá de gala en el Palacio de Versalles.

El otro dato que da una clara idea de la magnitud de los juegos olímpicos es la cantidad de auspiciantes que pagan mucho dinero para ser parte del show.

Son cuatro categorías de sponsors y según el sitio oficial de los juegos el total de empresas alcanza a poco menos de 80. Las hay globales, domésticas y sellos distintivos históricos que llevan décadas acompañando al fenómeno de los anillos.

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Es probable que algunos de ustedes hagan memoria y piensen en lo que sucede en este rubro en Mundiales de fútbol, de rugby, básquet, atletismo o natación. Quizás, en la NBA.

La particularidad que dimensiona aún más el peso específico del olimpismo dentro del mundo del deporte en modo negocio es que ninguna de esas marcas aparecen en la publicidad estática de los estadios. Es decir, adquieren el derecho de anunciarse como patrocinantes o socios de las competencias pero, para hacerlo, deben gestionar su propio espacio de difusión.

Algo similar a lo que sucede en Wimbledon, aunque con salvedades similares en ambos casos. Mientras en el All England se reserva un sutil espacio para dos auspiciantes históricos vinculados tanto con la tecnología como con la provisión de pelotas para el torneo –relación ancestral con un antiguo socio del club-, en los juegos podrá encontrarse, no sin esfuerzo, el logo o el nombre de alguna marca proveedora de infraestructura intrínseca de las competencias.

Claramente, cuando las grandes marcas se suben a tu espectáculo casi sin poder mostrarse, hay algo especial en el prestigio del producto que estás vendiendo.

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