“Puedo matarte ahora mismo”: el desgarrador testimonio de dos adolescentes ucranianos secuestrados por Rusia

Vladislav Buriak e Ivan Matkovskyi relatan los horrores que vivieron al ser capturados por las fuerzas rusas durante la invasión a Ucrania

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Ivan Matkovskyi y Vladislav Buriak posan tras la entrevista con Infobae (Maximiliano Luna/Infobae)
Ivan Matkovskyi y Vladislav Buriak posan tras la entrevista con Infobae (Maximiliano Luna/Infobae)

“Los soldados no tenían ningún derecho a hacer eso”, dice Vladislav Buriak, de 19 años, al recordar el momento en que fue detenido por las fuerzas rusas mientras intentaba evacuar su ciudad, el comienzo de un calvario de tres meses. “Todos los niños que estaban conmigo fueron llevados a Rusia”, cuenta por su parte Ivan Matkovskyi, de 18 años, quien pasó dos meses en un hospital de Donetsk en el que los rusos reunían a menores solos antes de deportarlos a Rusia.

Las palabras de estos adolescentes revelan una de las realidades más crudas de la invasión rusa a Ucrania: la de miles de menores arrancados por la fuerza de sus hogares. Ambos fueron víctimas y testigos de los horrores cometidos por las fuerzas del Kremlin durante el conflicto armado.

Infobae conversó con Vladislav e Ivan durante una fría mañana otoñal en Buenos Aires. Viajaron a la capital argentina como parte de una delegación ucraniana que impulsa la adhesión del país sudamericano a una iniciativa internacional destinada a recuperar a los niños deportados por la fuerza a Rusia.

Con voz firme y sin evasivas, cuentan su historia.

La captura

“Para mí la guerra empezó con una gran explosión, porque en nuestra ciudad había un enorme aeródromo. Fue a las 5:00 de la mañana del 24 de febrero de 2022. Ahí entendimos que la guerra había comenzado”, recuerda Vladislav.

Por entonces tenía 16 años y vivía con su madre en Melitopol, ciudad en el sureste de Ucrania ahora bajo ocupación rusa. Tras permanecer allí durante la fase final del cáncer terminal de su abuelo, Vladislav partió el 8 de abril para reunirse con su familia en Zaporizhzhia, a orillas del río Dnipro.

Nunca llegó. Fue detenido en un puesto de control ruso mientras intentaba evacuar Melitopol junto a otros miles de civiles. Temiendo por su vida, experimentó un momento de terror cuando un soldado lo acusó de grabar ilegalmente la inspección y le apuntó con un arma cargada: “Puedo matarte ahora mismo o romperte el teléfono”, lo amenazó.

Vladislav buscaba salir de Melitopol cuando fue detenido por tropas rusas (Maximiliano Luna/Infobae)
Vladislav buscaba salir de Melitopol cuando fue detenido por tropas rusas (Maximiliano Luna/Infobae)

“Tuve mucho miedo. Era un niño y nunca había vivido una situación así. Los soldados no tenían ningún derecho a hacer eso”, afirma Vladislav.

Tras revisar sus documentos, los rusos descubrieron que su padre, Oleg Buriak, era una importante figura política regional, jefe del ayuntamiento de Zaporizhzhia, lo que complicó más la situación. Lo detuvieron y estuvo preso durante tres meses en los que fue interrogado.

Por su parte, Ivan vivía en Mariupol cuando Putin lanzó su invasión a gran escala. De 15 años en ese momento, narró cómo, junto a su hermano mayor y dos amigos, intentó escapar a pie de la ciudad devastada por los combates luego de quedarse “sin agua, comida, calefacción, sin nada”.

Ivan intentó escapar de Mariupol junto a su hermano mayor (Maximiliano Luna/Infobae)
Ivan intentó escapar de Mariupol junto a su hermano mayor (Maximiliano Luna/Infobae)

Sin embargo, en el camino fueron detenidos por tropas rusas que separaron a Ivan de su hermano mayor y lo llevaron a Donetsk, donde fue internado en un hospital durante casi dos meses con una treintena de menores de entre 10 y 15 años.

La vida en cautiverio

Tras ser detenido, Vladislav fue llevado a la cárcel de una comisaría local. Estuvo 48 días detenido en condiciones deplorables. Describió la suciedad, la falta de ventilación y la ausencia de instalaciones sanitarias en su celda.

Allí fue testigo de los métodos de tortura que los rusos utilizaban contra otros detenidos. “Los golpeaban, usaban electricidad, les clavaban agujas bajo las uñas, usaban pistolas taser en sus genitales; e incluso los violaban”, cuenta. “En general, los torturaban durante 2 o 3 horas al día, 4 o 5 veces por semana”.

Presenció cómo un compañero de celda, desesperado, intentó suicidarse después de ser torturado repetidamente. “Cuando empezó a cortarse la muñeca yo estaba cerca de él. Y hablamos como si nada mientras sus manos sangraban. Los soldados vieron litros de sangre en el pequeño baño de nuestra celda, todo ensangrentado. Llamaron a un médico pero no sé si sobrevivió por la gran pérdida de sangre”, relata.

Vladislav fue liberado tres meses de cautiverio, Ivan después de dos (Maximiliano Luna/Infobae)
Vladislav fue liberado tres meses de cautiverio, Ivan después de dos (Maximiliano Luna/Infobae)

“Me escribió en un papelito sobre su familia y me pidió que, si salía, transmitiera un último mensaje a su padre”, agrega Vladislav, narrando cómo lo obligaron a limpiar la sangre de la sala de tortura. “Es muy difícil cuando se empieza a juntar toda la sangre coagulada y el olor. Olía a radiación, como a metal muy pesado”.

En el hospital de Donetsk, Ivan igualmente sufría, aunque desde el primer momento mostró su posición pro-ucraniana al escuchar música patriótica a todo volumen y desafiar a sus captores. “Me castigaron dos veces por discutir y preguntarles sobre los objetivos de la guerra”, dice con una sonrisa desafiante.

Compartió que muchos de los niños detenidos con él en Donetsk querían regresar a Ucrania, pero temían por sus vidas debido a la constante propaganda rusa. “No creen que haya alguien esperándolos allí”, lamenta.

La liberación y vida posterior

Ambos jóvenes ahora residen en Europa y siguen adelante con sus vidas (Maximiliano Luna/Infobae)
Ambos jóvenes ahora residen en Europa y siguen adelante con sus vidas (Maximiliano Luna/Infobae)

Después de 48 días de angustia en la prisión, Vladislav fue trasladado a un hotel-cárcel en Melitopol, donde permaneció vigilado seis semanas sin poder salir, aunque pudo usar el teléfono para comunicarse con su familia. Finalmente, el 7 de julio, los rusos lo liberaron y se reunió con su padre en Zaporizhia. “Por suerte no me pegaron ni me torturaron”, dice, aliviado pero aún afectado por lo vivido.

Por su parte, Ivan se quedó dos meses en el hospital de Donetsk. Denunció que las autoridades prorrusas pretendían que quedara huérfano para deportarlo a Rusia, pero un tutor logró rescatarlo. “Por desgracia, todos los demás niños fueron llevados a Rusia”, dice.

Las Naciones Unidas han acusado a Moscú de deportar ilegalmente a miles de ucranianos, incluidos cientos de menores huérfanos, a Rusia. Según el gobierno de Ucrania, entre 200 y 300 mil niños más podrían haber sido secuestrados por Rusia, aunque sólo tienen información concreta sobre unos 20 mil. Por esta cuestión, la Corte Penal Internacional (CPI) emitió una orden de arresto internacional por crímenes de guerra contra el presidente ruso, Vladimir Putin, y su comisaria para los derechos de la Infancia, Maria Lvova Belova.

“Odio a Rusia”

Ahora residiendo en el Reino Unido y Alemania respectivamente, Vladislav e Ivan lograron rehacer sus vidas tras la traumática experiencia. Vladislav planea mejorar su inglés y estudiar relaciones internacionales en Polonia, con la esperanza de convertirse en diplomático y “proteger al mundo de la violencia”.

Ivan desea terminar sus estudios de mecánica automotriz, seguir practicando boxeo y fútbol, y vivir en una Ucrania segura. “Me gustaría que nuestro país fuera independiente y que todos vivan bien”, dice.

No obstante, ambos muestran profundo desprecio hacia Rusia por los abusos sufridos. “Los rusos son como los nazis, creen ser la mejor nación y pueden hacer lo que quieran. Quieren borrar nuestra identidad e historia ucraniana”, denuncia Vladislav. “Debemos resistir”.

“Odio a Rusia por las cosas horribles que hace a los ucranianos. Me gustaría que cada ruso sienta el dolor que siente una madre al perder un hijo”, afirma Ivan con dureza.

Ambos coinciden en que “los crímenes rusos contra ucranianos no deben quedar impunes”.

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