Luis Arévalo Venegas nació en Tepito, es un tepiteño original, su oficio: zapatero eterno. Hoy no duda en revalorizar al barrio más peligroso de la ciudad, no sólo por su cultura, sino por manifestaciones intangibles como el lenguaje, las costumbres, los mitos, creencias y leyendas.
"Nací en Tepito hace 79 años, y en esta zona, donde ahora están Los Palomares, era donde estaba el vecindario donde nací… Era un vecindario bonito, horizontal…", recuerda con nostalgia, "en donde había reflexión, donde había capacitación…", suspira.
"Tepito está ardiendo y solamente lo podemos apagar con cultura, educación y capacitación", afirma Luis, que recorre junto con Infobae su barrio, el más violento según las estadísticas y, también, según la creencia popular.
"Cuando fue el terremoto, se aprovecharon de él para derribar el vecindario horizontal y convertirlo en vertical. Desde ahí los problemas sociales se agravaron", cuenta.
—¿Cómo se agravaron?
-Se acabaron los espacios de trabajo, los talleres familiares, donde el oficio se aprendía de abuelos a papás a hijos… el oficio se fue perdiendo como propuesta, y surgió el auge del comercio callejero desordenado.
—¿Cómo ve ese comercio hoy?
Es un comercio que no cuestiono, pero nos ha traído consecuencias fatales… ¿Por qué los niños no van a la escuela? No porque no haya población infantil, sino porque a los niños los tienen integrados en ese comercio.
Pero no perdemos la esperanza, somos un pueblo guerrero y estamos en pie de lucha…
"Las paredes de Tepito gritan con diferentes trazos y colores…", durante el recorrido Luis se detiene ante cada obra de Daniel Manrique, pintor que a petición de la gente de allí pintó y plasmó la historia de Tepito desde lo prehispánico hasta la actualidad. Retrató los oficios, como también a un veterano de guerra y hasta al propio Luis, como zapatero de oficio que es.
Algo que nuestro guía tepiteño destaca de Manrique es que nunca presentó violencia en sus murales.
“La propuesta de Manrique siempre fue la del trabajo, el saber para qué tenemos nuestras manos y para qué tenemos nuestro pensamiento”.
—¿Cuál es su trabajo hoy específicamente?
-Después de ser zapatero y convertirme en un promotor de cultura fuerte, mi trabajo es tratar de involucrar a los jóvenes para que esto continúe y no se inicie otra vez de cero.
Sobre el valor del oficio, Luis afirma y con profunda razón: "Una persona que se prepare y tiene oficio la va a hacer bien, tú puedes salir de la universidad con tu papelito, pero no vas a encontrar trabajo, pero si tienes un oficio vas a poder administrar el oficio que tú sabes hacer".
Sobre la represión policial, postal casi diaria de un barrio en plena ebullición cultural permanente, este zapatero no está de acuerdo con lo que ella reclama, y demanda: "Hay que traer proyectos y apoyar los que ya tenemos".
[Si fuese por Luis se quedaría toda la tarde contando proyectos y protestando por los que no pudieron concretarse, pero sabe que es hora de terminar la entrevista.]
Un vecino saludó justo cuando nos estábamos retirando del barrio.
"¿Ves? El que nos saludó trabaja de robar teléfonos celulares". "¡Ah!" le digo, y sigo la plática como si nada, como naturalizando esa información, dando por sentado que la delincuencia es el trabajo "autorizado" del lugar…
Luis nos despide, y sus últimas palabras resumen su misión personal: "Ya mi caminar es lento, pero mientras haya cuerda, seguiré trabajando en el rescate de mi barrio, por la cultura, la educación y la capacitación".