El humor como forma de lucidez: sobre "The Marvelous Mrs. Maisel"

La serie de Amy Sherman Palladino, creadora de “Gilmore Girls”, propone un abordaje originalísimo sobre la década del 50 y una mirada excepcional sobre cómo la vida es la mayor de las comedias. Antes del comienzo de la segunda temporada, un recorrido sobre el show que se quedó con cuatro premios Emmy

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Si hay una serie de la que se ha hablado bastante este año ha sido The Marvelous Mrs. Maisel. Este programa es famoso por varias razones, además de haberse quedado con 4 premios Emmy, entre ellos el de "Mejor Comedia".

Una de ellas es por ser una creación de Amy Sherman Palladino, nombre imprescindible de la televisión contemporánea, responsable de programas como Bunheads, The Return of Jezebe James, y sobre todo por ese nuevo clásico de las series que es Gilmore Girls.

Otra razón es porque hablamos de una de las últimas grandes ganadoras de los premios Emmy; capaz incluso de ganarle en su categoría (mejor serie de comedia) a esa otra maravilla cómica que es Atlanta, de Donald Glover.

Rachel Brosnaham, quien se hizo conocida a partir de sus papeles en las series House of Cards y Orange is the New Black, e interpreta de una forma extraordinaria a Midge Maisel
Rachel Brosnaham, quien se hizo conocida a partir de sus papeles en las series House of Cards y Orange is the New Black, e interpreta de una forma extraordinaria a Midge Maisel

Otras, por supuesto, son las muchas virtudes particulares que tiene este programa, y que exceden tanto a los premios (que no siempre tienen por qué ser justos), como al prestigio previo de su creadora.

The Marvelous Mrs. Maisel, disponible en Amazon Prime, es una serie sofisticada, con diálogos filosos y cómicos que se dicen con una velocidad supersónica, con personajes extraordinarios cuya apariencia estereotipada se va desarmando hasta terminar revelando una complejidad insospechada (algo que va sucediendo, por ejemplo, con el marido de Midge a lo largo de los capítulos). Por otro lado, la serie transcurre en los años 50, y busca una reproducción poco frecuente de esa época, con una banda de sonido hermosa hecha de canciones distintas a las que asociamos con esa década, una mirada hacia sus costumbres y discriminaciones, que están más vistas desde un costado humorístico e irónico que dramático.

En ese contexto imagina la historia de la ya mencionada Miriam Maisel, una mujer proveniente de una familia judía de muy buen pasar económico que se comporta como ejemplar esposa y madre. Miriam vive en un departamento enorme, está siempre espléndida y no parece tener otra vida más allá de la marital. Su casa incluso está modelada (no sin poca ironía por parte de esta ficción) como las casas que habitaba Doris Day en las comedias románticas felices que protagonizaba con Rock Hudson. Sin embargo, de un segundo a otro todo todo se le derrumba cuando descubre que esa comodidad es falsa, que todo es una gigantesca casa de muñecas que se armó y le armaron, y que su marido en el fondo es alguien a quien no conoce.

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Esa misma noche, shockeada, emocionalmente destruida y en estado de ebriedad, va hacia un café donde se realizan shows de stand-up. Allí se apropia del micrófono y empieza a lanzar un monólogo catártico. Es entonces cuando se descubren varias cosas de ella: que reprime mucha furia interna, que tiene ganas de insultar y usar un lenguaje impropio para una señora de la época, y, sobre todo, que puede ser muy pero muy graciosa. Así es como, en unos minutos, Miriam Maisel descubre al menos dos cosas: que tiene un gran talento para la comedia, y que en su personalidad había una cantidad importante de ira escondida.

A partir de ahí, toda su vida empieza a cambiar. Descubrirá una vocación, los gajes de un oficio, las dificultades de hacer reír y a los grandes comediantes de su época. De paso, y también a partir del nacimiento de su vocación, comenzará a cambiar las relaciones con sus padres, a ganar una socia y posible amiga (una manager llamada Susie), a tener un rol distinto en reuniones sociales y cuestionar su propio lugar como mujer en la sociedad.

Y si bien la serie trabaja con figuras ficticias, se permite introducir una persona de la vida real: el comediante de stand-up Lenny Bruce, figura imprescindible en la historia de la comedia americana, y pionero a la hora de pensar al monólogo cómico como un espacio clave para impartir en el escenario incorrección política tan catártica como incómoda. Bruce habló de política, religión, sexualidad, drogas y racismo en épocas donde no lo hacía nadie (o por lo menos no en público y con tanta frontalidad), dándole al stand up una categoría distinta y más sofisticada, y transformando al propio Bruce en uno de los grandes desmitificadores del idealismo americano de los 50.

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En algún punto, Mrs. Maisel termina siendo en la serie una heredera involuntaria de Lenny Bruce, capaz de decir frente a un escenario que, por ejemplo, se ha dado cuenta de que no ha nacido para ser madre, y que sus hijos le importan menos de lo que está dispuesta a admitir.

Son discursos fuertes, y más aún en el contexto de la vida de una mujer de la conservadora década del 50, pero también son discursos que como en todo stand up pasan rápido, como un instante en una película en donde los personajes hablan hasta por los codos y hacen comentarios reveladores como si fuesen puramente circunstanciales. Sobre esto es clave la actuación de Rachel Brosnaham, quien se hizo conocida a partir de sus papeles en las series House of Cards y Orange is the New Black, e interpreta de una forma extraordinaria a Midge Maisel.

Brosnaham tiene justamente una presencia eléctrica en la pantalla, y siempre parece moverse y hablar como si estuviese apurada por algo. Cuando se ve esta verborragia desbordante en su vida cotidiana, es casi imposible no imaginarla en un escenario haciendo monólogos incorrectos y humorísticos. Al contrario, la interpretación de Susie Myerson como su mentora y manager -personificada por esa actriz extraordinaria que es Alex Borstein-, tiene una personalidad cómica distinta, basada no en una característica hiperquinética, sino en un andar cansino permanente y un tono de voz que sugiere un malestar constante, incluso cuando expresa felicidad.

Alex Borstein, como Susie Myerson, junto a Rachel Brosnahan
Alex Borstein, como Susie Myerson, junto a Rachel Brosnahan

Myerson, justamente, es también en la serie una opuesta social de Midge. Si esta última pertenece a una clase acomodada, Susie es parte de lo que se conoce habitualmente como la white trash, personas de clase media baja, que no tienen demasiadas oportunidades en la vida. Precisamente, su tono de ironía incesante puede ser percibido por el espectador como una de forma de digerir su propia tristeza a fin de no caer en estados de angustia mayores.

Y es acá donde radica una de las tomas de posición más fuertes de esta serie, la que habla del humor como forma de aliciente para hacer más tolerable un padecimiento. Esto no solamente tiene que ver con personajes particulares, sino también con el propio espíritu de la serie, que se permite usar la comedia como manera de reflejar ciertas situaciones que bien pudieron haber caído en algo más dramático.

Por ejemplo, en un momento de The Marvelous. Mrs. Maisel, vemos que la protagonista espera a que su marido se quede dormido ni bien llega la noche. Cuando sucede, ella va sigilosamente al baño, se pone una máscara antiarrugas en la cara, y vuelve a dormirse. Luego, procura despertarse antes que su marido, sacarse la máscara, peinarse y perfumarse para que cuando él despierte vea una mujer que milagrosamente despierta perfecta.

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Esa escena significa muchas cosas. Es en primer lugar una exposición clara de los parámetros de belleza imposibles que se le imponían a la mujer en la Nueva York de los 50 (algo que además, la propia serie mostrará que viene de mucho antes, cuando muestra a la propia madre de Midge haciendo lo mismo por su marido). En segundo lugar, es una forma sintética y hermosa de mostrar que la felicidad y el supuesto estado de perfección en el que vive Midge no es otra cosa que una farsa. Y, en tercer lugar, es también una escena filmada como un chiste. De este modo, permite mostrar un hecho con total lucidez, sin cargar excesivamente las tintas sobre eso y permitiendo que ese momento sea más tolerable.

Sí, claro, la serie también se puede hacer cargo de los daños que puede producir el humor, algo que se deja más claro en el último capítulo de la primera temporada. Esos últimos minutos permiten entrever la posibilidad de que su segunda y ya anunciada segunda parte (que empezará en diciembre de este año) empiece a volverse un tanto más oscura.

Dicho esto, estos primeros ocho capítulos de The Marvelous Mrs. Maisel no sólo están entre lo más amable y sofisticado que ha dado la televisión americana en los últimos años, sino que también constituyen uno de los raros casos de una comedia televisiva que reflexiona sobre lo cómico. Se trata de una ficción donde su protagonista descubre que su vida era un chiste, y decide hacer algo felizmente consecuente con eso.

Después de todo, como decía el intelectual Clifton Fadiman, el sentido del humor es la capacidad de entender una broma y entender que la broma es uno mismo. Fadiman lo expresó en una teoría, y The Marvelous Mrs. Maisel es la historia de una mujer que supo poner con talento y esfuerzo esa idea en práctica.

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