Todo para ver a los números 512 y 1.028 del mundo

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Natalia Arriaga

Madrid, 25 abr (EFE).- Nunca un partido entre los números 512 y 1.028 del ránking mundial había suscitado tanto interés.

Programado en la pista central. Con las gradas llenas. Decenas de fotógrafos, colas para acceder a la cancha. Y, sobre todo, el runrún de las ocasiones especiales.

Todo para ver a los números 512 y 1.028 del mundo.

Sobre el papel, dos 'filetes', como se dice en el mundillo del tenis. Sobre la tierra, con el dorsal 512, Rafael Nadal, ganador de 22 Grand Slams y el mejor jugador que ha habido sobre esta superficie. Al otro lado de la red, con el 1.028, un niño de 16 años que logró su primer punto ATP cuando tenía 14.

Por eso se hizo el estadounidense Darwin Blanch merecedor de un invitación del Masters 1.000 de Madrid. Y el azar hizo el resto: enfrentamiento en primera ronda contra Nadal, la estrella local, el único ganador de cinco títulos en la capital. Oficialmente hijo adoptivo de Madrid desde 2014. Pero hijo predilecto de la Caja Mágica desde siempre y para siempre.

En la víspera del choque, Nadal dijo que esta sería su última participación en el torneo. Su recorrido lo deciden ahora sus lesiones. Cada partido podía ser el de la despedida, empezando por el de Blanch. ¿Quién quería perderse la última actuación de Rafa en Madrid?

Sobre el papel, fue un partido. Sobre la tierra, una clase para Blanch con el mejor maestro posible. Zurdo también, con muy buenas maneras, pero lejísimos de Nadal, por lejísimos que el Nadal de hoy esté del otro Nadal. Aquel que ante el público de la Caja Mágica ganó a Roger Federer, a Novak Djokovic, a Carlos Alcaraz.

A las 5 y 40 minutos de la tarde, con el público puesto en pie, apareció Nadal en pista y ejecutó el mismo ritual que Madrid conoce desde hace años. Su toalla, sus botellas, sus saltos de calentamiento. Una hora y cuatro minutos después había solventado por 6-1 y 6-0 su primer partido de esta edición, que no será también el último.

Cada punto fue un 'vamos, Rafa'. Cada juego, una explosión de entusiasmo. Cada puño en alto, una ovación.

Sobre el papel, una victoria más de Nadal en la Caja Mágica. Sobre la tierra, un resultado capaz de postergar la despedida. Tan especial, que su hijo, nacido en octubre de 2022 y al que no es nada habitual ver en las pistas, estaba en la grada en brazos de su madre. Por su aspecto tranquilo, también le pareció interesante un partido entre los números 512 y 1.028 del mundo. EFE

nam/jl