El islamista Ennahda, entre la supervivencia política y la represión en Túnez

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Túnez, 17 abr (EFE).- Tras décadas de clandestinidad, represión y exilio el partido islamista Ennahda creyó que la revolución de 2011 le permitiría liderar una nueva clase dirigente, ajena a la política demonizadora de los anteriores regímenes y favorable a una justicia transicional pero, desde hace un año, sus principales líderes están en prisión y sus sedes clausuradas: un "déjà vu" para la formación.

Después de que el presidente Kais Said, candidato independiente al que Enahda apoyó en las últimas presidenciales, se hiciera con plenos poderes en julio de 2021 para "preservar la paz social" disolviendo el Parlamento y excluyendo a los partidos de cualquier sufragio, los conservadores temieron de nuevo por su ilegalización.

"No hay vuelta atrás, no volveremos a la clandestinidad", afirma a EFE el actual vicepresidente y secretario general, Ajmi Lourimi, que recuerda que "Ennahda (principal partido de la oposición) no ha recibido "el certificado de nacimiento del Estado sino del pueblo tunecino" y que, aunque sea disuelto, "no será el fin del partido ya que defenderemos nuestro derecho constitucional a existir".

Desde lo que califica de "golpe de Estado", las autoridades han detenido a una veintena de altos cargos, incluido su líder Rached Gannouchi, además del exvicepresidente, Abdelhamid Jlassi, y antiguos responsables del Gobierno como el exprimer ministro Ali Laarayedh y el exministro de Justicia Noureddine Behiri.

Todos ellos, imputados en casos de corrupción o complot contra la seguridad del Estado, se encuentran a la espera de un juicio a pesar de que la detención provisional está limitada por ley a catorce meses.

Un golpe certero pero no mortal llegó el 17 de abril del pasado año con la detención del líder y expresidente del hemiciclo Ghannouchi, de 82 años, condenado a un año de prisión por "apología del terrorismo" y pendiente de una decena de procesos.

Un "asedio" por parte del poder golpista, señala, aunque sus órganos internos -el buró ejecutivo, el Consejo de la Shura (máximo órgano directivo) y las oficinas regionales y locales clausurados siguen siendo "legítimos".

Su trabajo continúa a pesar de "las condiciones anormales", insiste este veterano, que cumplió 17 años de prisión por su pertenencia al movimiento durante el periodo del exdictador Zine El Abidine Ben Ali.

El arresto de Ghannouchi es una "ejecución simbólica" de su carrera política, denuncia Lourimi, que rememora el despliegue policial que siguió al día siguiente para cerrar todos los locales del país y la prohibición de reunirse.

"La Policía estuvo inspeccionando durante tres meses, oficina por oficina. Incluso la investigación sobre las armas nucleares en Irak no duró tanto", relata irónicamente.

 El político niega rotundamente "cualquier comunicación o negociación" con el mandatario que, según ciertos analistas, buscan la liberación de Ghannouchi a cambio de una línea opositora lejos de la confrontación directa.

La presencia pública de los conservadores parece haberse diluido entre las movilizaciones de la oposición, encabezada por el Frente de Salvación Nacional, que reúne a activistas y dirigentes de pequeños partidos de diferente ideología y cuenta también con una decena de prisioneros políticos.

En esta nueva fase, la dirección de Ennahda se plantea un cambio de apelación para reflejar un modelo de liderazgo diferente, como "Nueva Ennahda" o "Ennahda y la reforma", avanza Lourimi.

Si bien la disidencia no está unificada y algunos partidos continúan reticentes a compartir insignia con Ennahda ante el posible coste electoral, el secretario está convencido de que comparten la misma visión y su relación ha mejorado en los últimos meses.

La lista de acusaciones contra los islamistas es extensa: desde adjudicar a sus militantes miles de puestos en la Administración pública, enviar jóvenes yihadistas a zonas de conflicto, crear un poder paralelo para controlar el Estado, orquestar los asesinatos de dos líderes de la izquierda en 2013 o exprimir las arcas públicas.

"Hay gente que acusa a Ennahda de ser la responsable hasta del agujero en la capa de ozono. Justifican sus fracasos echándole la culpa a los otros o porque tienen problemas de ideología. Esto no es nuevo, no pueden rivalizar con Ennahda en las urnas y tratan de ensuciar su imagen", justifica el dirigente.

A pocos meses de que arranque la campaña de las presidenciales, prevista en septiembre, Ennahda asegura que no presentará ningún candidato pero no descarta apoyar al elegido de la oposición y defiende en que "su objetivo no es Cartago (palacio presidencial) ni el Gobierno sino el retorno a la democracia".

"Ennahda es como un sueño que todavía no se ha realizado", se muestra optimista Lourimi, que espera que "ocurra lo que ocurra, un día pasaremos página".

Natalia Román Morte