Un interesante informe de la revista alemana iDer Spiegel /ide la pasada semana parece mostrar que finalmente los europeos están entendiendo la modalidad para combatir al yihadismo. De hecho, los terroristas parecieron fastidiarse con la editorial de la revista y contestaron amenazando con atacar el aeropuerto de Colonia y hasta la propia oficina de Ángela Merkel. Lejos ha quedado el elitismo teológico, político y multinacional de la preparación y ejecución del 11-S, con egipcios, libaneses y saudíes coordinados a través de complejos sistemas de comunicaciones.
En la guerra que hoy se libra en las calles europeas "las familias y el clan" (ihamulas, en idioma árabe/i) han pasado a jugar un rol fundamental. En principio, porque los lazos familiares están nutriendo e impulsando el flujo de terroristas europeos que viajan a unirse al Estado Islámico (ISIS por sus siglas en ingles). Actualmente, primos convencen a hermanos, hermanos mayores alistan a hermanos menores y éstos a sus amigos de la infancia.
Abdelkhader y Mohamed Merah, el primero instigador y el segundo ejecutor de los ataques de Toulouse en el año 2012; Tamerlán y Dzhojar Tsarnaev, responsables de las bombas en la maratón de Boston en abril de 2013; Sharif y Said Kouachi, atacantes de las oficinas de la revista Charlie Hebdo en enero de 2015; Salah y Brahim Abdeslam, autores de la matanza del 13-N en París; y ahora, Khalid e Ibrahim al-Bakraui, responsables de los barbaros crímenes del aeropuerto y el metro de Bruselas. Todos ellos tienen dos cosas en común: ser jóvenes que han nacido y crecido en sociedades occidentales abiertas y ser hermanos o primos. Esto es lo que en el mundo árabe se denomina, el terror de lai hamula /i(familia).
Cuando los yihadistas regresan a suelo europeo, la familia tiende a convertirse en el pilar de las células terroristas alrededor del cual se planean organizan y ejecutan atentados. Tal como las agencias de seguridad han descubierto en el caso de iAbdeslam/i, la familia se convierte en el lugar de cobijo y escondite de los asesinos cuando éstos ya han actuado.
Usted puede simpatizar o no con el candidato Donald Trump pero él no ha declarado nada diferente ante los hechos de Bruselas a lo dicho por la señora Clinton luego de los ataques a Parçis, ambos dieron declaraciones sosteniendo que en Europa la yihad se basa cada vez más en los lazos de sangre: los terroristas se radicalizan entre familiares, adquieren entrenamiento a través de ellos y ahora preparan y llevan a cabo atentados en familia.
Las fuerzas de seguridad siempre han ido sobre el último atentado, pero jamás han podido impedir y neutralizar los más cruentos. Tienen profundas limitaciones para detectar a tiempo este tipo de células formadas por amigos, primos y hermanos que han crecido y se han educado juntos. Sin embargo, esta yihad familiar no es un fenómeno aislado de la sociedad en la que ha surgido. Por un lado, como lo indica Der Spiegel, porque es posible dada la existencia de una comunidad amplia que facilita y ampara estos comportamientos.
El hecho de que una familia acoja a un criminal buscado por la Justicia es comprensible, pero no lo es que la comunidad en la que la familia está inserta ejerza a su vez amparo y protección externa por indiferencia, complicidad o por miedo. Lo cierto es que determinadas comunidades islámicas en Europa se han convertido en base de operaciones para la yihad familiar. La explosión demográfica en estos barrios -como producto de la alta natalidad y el desorden migratorio- agrava más el problema. El caso del barrio Molenbeek es lo suficientemente ilustrativo.
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