Fin de un mito: no hay cerebro femenino y cerebro masculino

Un estudio de conductas y resonancias magnéticas a más de 5.000 personas concluyó que el órgano no tiene mayores diferencias por pertenecer a uno u otro sexo: "Están hechos de mosaicos únicos", aseguran

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Ni los varones son de Marte ni las mujeres son de Venus, al menos en lo que respecta al cerebro. Existen diferencias entre los sexos en su tamaño y el de algunas de sus regiones en particular; también en la composición de las neuronas, el contenido de algunos neurotransmisores y la morfología de las dentritas. Sin embargo, un nuevo estudio de la Universidad de Tel Aviv probó con imágenes de resonancias magnéticas que nada de eso alcanza para establecer la existencia de un cerebro masculino y un cerebro femenino. En casi todos los casos analizados, el cerebro de los seres humanos presenta una forma de mosaico, con rasgos individuales. Los varones y las mujeres son de la Tierra, tienen más en común que en oposición.

"Mientras que siempre se ha reconocido una diferencia clasificatoria en los genitales", explica el texto que firma la doctora Daphna Joel como autora principal, "la pregunta de hasta qué punto en la biología humana se extienden estas categorías no se ha respondido aún". Las diferencias se suelen tomar como base de una visión divisiva: cerebro femenino y cerebro masculino. "Sin embargo —continúa el trabajo científico— tal distinción sólo sería posible si las diferencias de sexo/género en los rasgos del cerebro fueran altamente dismórficas (es decir, que hubiera una escasa superposición entre las formas de estas características en varones y mujeres) y congruentes internamente (es decir, que un cerebro tuviera sólo rasgos masculinos o sólo rasgos femeninos)".

Los mosaicos mixtos forman más del 90 por ciento del cerebro

Y eso no existe. El estudio de Joel, Sex beyond the genitalia: The human brain mosaic­ (El sexo más allá de los genitales: el mosaico del cerebro humano), comprobó con el escaneo en resonadores magnéticos de más de 1.400 cerebros humanos y el análisis de conducta de 5.500 personas que en realidad se dan "grandes superposiciones entre las distribuciones de mujeres y varones en lo que respecta a la materia gris, la material blanca y las conexiones estudiadas". Más aún: "Los análisis de la congruencia interna revelan que los cerebros con rasgos preponderamente en los extremos del continuo masculinidad-femineidad son raros. En cambio, la mayoría de los cerebros están compuestos de mosaicos únicos de características, algunas más comunes en las mujeres en comparación con los varones, algunas más comunes en los varones en comparación con las mujeres, y algunas comunes en ambos".

La investigación identificó entre 7 y 12 regiones o conexiones cerebrales que diferían entre los sexos, y las ubicó en el extremo femenino y en el extremo masculino, según correspondiera. Se descubrió luego que los cerebros que tenían al menos una región con una marca de extremo masculino a la vez que una región con una marca de extremo femenino eran más que los que tenían sólo marcas de un extremo u otro. Los mosaicos mixtos resultaron los más numerosos, mientras que los sólo masculinos o sólo femeninos no llegaron a 1 de cada 10 casos.


Un estudio pionero en humanos

En diálogo con Infobae, la profesora de la Escuela Sagol de Neurociencia, directora del programa posgrado en Psicobiología y directora del Comité de la Escuela de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Tel Aviv aclaró algunos puntos de su descubrimiento:

— En un estudio anterior, Male or Female? Brains are Intersex (¿Masculino o femenino? Los cerebros son intersexuales), usted ya había confrontado el punto de vista de los autores que sostienen que, desde la anatomía, los cerebros humanos pueden ser masculinos o femeninos. ¿Qué cambió con su nuevo estudio?

— Aquel estudio era un ensayo teórico —respondió Joel—, y la afirmación de que no existen cerebros masculinos y cerebros femeninos se basaba en la revisión de estudios hechos en animales. El nuevo trabajo fue el primero en evaluar hasta qué punto el cerebro-mosaico es preponderante en los seres humanos. Hallamos que los cerebros-mosaicos son más comunes que los cerebros internamente consistentes.

"Los cerebros-mosaicos son más comunes que los cerebros internamente consistentes"

—¿No había antecedentes?

— Éste es el primer estudio que se hace en este campo sobre la cuestión del mosaico. Para poder realizarlo utilizamos resonancias magnéticas, porque es el único método que permite la evaluación del cerebro completo en muchos individuos.

— Sus resultados demuestran que los cerebros humanos no se pueden clasificar como masculinos o femeninos: "Los cerebros con consistencia interna se ubicaron entre el 0% y el 8%". ¿Cómo se interpreta la mezcla intermedia, estadísticamente mayoritaria?

—Nuestro análisis de la estructura del cerebro humano, que incluyó la mayoría de las regiones de materia gris y materia blanca, así como las medidas de conectividad, revelaron muchas diferencias no-dismórficas en términos de sexo/género en la estructura cerebral. Se observó una extensa superposición de la distribución de características femeninas y masculinas en todas las regiones cerebrales y todas las conexiones analizadas. Quiero enfatizar que utilizamos solamente medidas que mostrasen las diferencias más amplias, y hallamos que los cerebros de las personas se pueden hallar en el extremo masculino en una medición y en el extremo femenino en otra.

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Sin base para el trato desigual

El interés social de las diferencias de sexo/género en el cerebro es enorme porque se presupone que ellas explican que los seres humanos pertenecen a dos categorías distintivas no sólo en lo que respecta a sus genitales, y por eso se justifica el trato diferencial de varones y mujeres sobre la base de sus conductas, su habilidad cognitiva, sus rasgos, su personalidad, sus actitudes, sus intereses y otras características de género.

El nuevo estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States (PNAS, Registros de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos), muestra que "aunque existen diferencias de sexo/género en el cerebro y en la conducta, los seres humanos y los cerebros humanos están hechos de mosaicos únicos de rasgos". Los resultados de la observación de imágenes de resonancia magnética y de comportamiento ("lo innato contra lo adquirido", se aclara en el texto, para indicar que se cubrió un campo amplio) demuestran que "la congruencia interna es extremadamente rara".

— Además de concentrarse en la anatomía, estudiaron el funcionamiento del cerebro. ¿Tienen base los argumentos sobre las diferencias sexuales en el procesamiento de la información o en la prevalencia de ciertos desórdenes neuropsiquiátricos?

— Analizamos conductas, rasgos psicológicos, preferencias, etc., que reflejan cómo funciona el cerebro, además de lo que muestran las resonancias magnéticas. Sobre las diferencias en los desórdenes neuropsiquiátricos, según nuestra presunción del cerebro como un solo mosaico heterogéneo la existencia de diferencias entre mujeres y varones en la prevalencia de comportamientos y psicopatologías específicos (por ejemplo, agresión física extrema, autismo) se explica por las diferencias entre mujeres y varones en las frecuencias de mosaicos cerebrales raros (por ejemplo, los cerebros que sólo tienen características del extremo masculino son más comunes entre los varones que entre las mujeres).

El estudio demuestra que se puede romper con las diferencias sociales establecidas entre el hombre y la mujer

Están, además, los factores externos, señaló la especialista. En otro estudio, Beyond sex differences: new approaches for thinking about variation in brain structure and function ("Más allá de las diferencias de sexo: nuevas aproximaciones para pensar la variación en la estructura y la función cerebrales"), realizado con la bióloga molecular de la Universidad de Brown Anne Fausto-Sterling, Joel citó la capacidad de los factores ambientales para alterar los rasgos de género en animales. Tres semanas de estrés mediano revirtieron la diferencia de sexo en la densidad de algunos receptores del hipocampo en ratas.

En el plano social, observó Joel, se requiere una nueva perspectiva que reconozca la variabilidad y la diversidad humana, desde esta heterogeneidad de los cerebros, para intervenir en los debates sobre el significado de sexo y género. "Tenemos que tratar a cada persona de acuerdo con lo que él o ella es, y no según la forma de sus genitales", dijo.

—¿Cómo se puede aspirar a ese cambio social, si el trato diferencial de los sexos es un concepto de raíces profundas?

— Estoy de acuerdo en que es algo establecido, pero eso no es una razón para no cambiarlo. Espero que nos podamos liberar del significado social de la forma de los genitales del mismo modo en que nos liberamos del significado social de ser zurdo o ser diestro.

Joel2015_PNAS_Text&SI.pdf

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