El largo recorrido de la oposición venezolana: cómo llegó a derrotar al chavismo

Con los dos tercios de la Asamblea Nacional, los opositores están en su mejor momento desde que Hugo Chávez llegó al poder hace 17 años. Pero debieron atravesar un duro periplo que incluyó errores y hostigamientos

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 AFP 163
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La oposición venezolana logró algo inimaginable algún tiempo atrás: pasará de tener un poder muy marginal en la política del país a controlar ampliamente la Asamblea Nacional, a la que la Constitución le da importantes poderes. El antichavismo revivió.

Desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1999 luego de ganar las elecciones del 6 de diciembre de 1998, la oposición intentó por todas las vías posibles disputarle el poder al movimiento que puso fin a un bipartidismo que dominó la historia del país desde el Pacto de Punto Fijo en 1958, cuyos actores principales –Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei)– se alternaron la presidencia.

Un país con un sistema de partidos al que muchos académicos consideraban ejemplar –por estable e institucionalizado– comenzó a mostrar su desequilibrio a comienzos de la década del 90, luego de la crisis política y social que tuvo su momento cumbre en el "Caracazo".

Las primeras señales de esta mutabilidad comenzaron a vislumbrarse a nivel subnacional: en los estados federales de Venezuela comenzaron a perder los dos principales partidos que controlaban la mayoría de las gobernaciones y municipios. Así lo demuestran los politólogos Jennifer Cyr e Iñaki Sagarzazu, en su estudio "Sistemas de Partido Multinivel y el Colapso del Sistema de Partidos en Venezuela: Congruencia, Incongruencia y Volatilidad", en el libro Territorio y poder editado por Julieta Suárez-Cao y Flavia Freidenberg.

Iniciada la descentralización, en menos de diez años los partidos tradicionales perdieron terreno a manos de opciones alternativas. Fue el caldo de cultivo en el que emergió la figura de Chávez y que terminó por colapsar el sistema partidario venezolano.

En ese escenario, la primera –y peor– reacción de la oposición fue un golpe de Estado el 11 de abril de 2002 para derrocar a Hugo Chávez que colocó en su lugar al titular de Fedecámaras, Pedro Carmona. Luego de varios días de protestas y una huelga general declarada por la cámara empresaria, opositores y oficialistas se enfrentaron alrededor del Palacio de Gobierno en Miraflores, Caracas.

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En medio de tiroteos y muertos, los altos mandos militares comunicaron la renuncia de Chávez. Fue allí cuando generales adversos al líder de la Revolución ejecutaron el golpe que colocó a Carmona en la presidencia, quien la ejerció de facto durante 47 horas. Pero fuertes presiones internacionales –muchos no reconocían al nuevo gobierno– y las movilizaciones a favor del chavismo hicieron que los militares leales a Chávez retomaran el poder y que el líder del "socialismo del siglo XXI" reasumiera el 14 de abril.

Fueron algunas de las horas más tensas de la era, que ahora ya lleva 17 años. La polarización continuaba y, en 2004, la opositora Coordinadora Democrática logró recolectar las firmas necesarias para un referéndum revocatorio. Pero perdió y el chavismo salió airoso. El plebiscito decidió que Chávez continuara como jefe de Estado.

En 2005, la oposición cometería una de las desinteligencias más grandes: no presentarse a las elecciones legislativas al denunciar falta de confianza en el Consejo Nacional Electoral (CNE) y pocas garantías para el voto secreto.

Chávez denunció entonces la actitud de la oposición y acusó –una vez más– al gobierno de Estados Unidos de estar detrás de la maniobra para desestabilizar al país a través de un "golpe electoral".

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El corolario no fue la desestabilización sino un oficialismo todopoderoso en la Asamblea Nacional: logró 165 de los 167 escaños. La oposición seguía sin entender por qué había surgido el chavismo y por qué lograba mantener la mayoría sin claras denuncias de fraude –el ex presidente de EEUU Jimmy Carter suele destacar que las elecciones en Venezuela son limpias–. Y las desinteligencias se pagaban caro.

Pero aprendió. Su escenario institucional no podía ser peor. Hasta entonces atomizada, se tuvo que organizar. Y agrupar. En los comicios presidenciales de 2006 triunfó Chávez con el 62,85%, pero con Manuel Rosales como candidato la oposición obtuvo un 36,9%.

Y luego formó e institucionalizó la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que desde hace varios años nuclea a los principales partidos opositores. Así, la oposición logró canalizar el descontento con el gobierno y unir los conductos antichavistas. En un contexto de polarización, logró evitar la fragmentación del voto no oficialista.

En 2005, la oposición cometió una de las desinteligencias más grandes: no presentarse a los comicios legislativos

Su primer éxito concreto se produjo en los comicios parlamentarios 2010, cuando cosechó el 47% de las preferencias frente al 48% del chavismo. Así y todo, producto del sistema electoral, el chavismo se vio sobrerrepresentado en la Asamblea: 98 bancas contra 65 opositoras.

Su segundo éxito puede considerarse la exigua derrota de Henrique Capriles, primero ante el propio presidente en 2012 por 10 puntos, pero luego ante Nicolás Maduro por sólo uno tras la muerte del líder de la Revolución.

Su último éxito fue, sin duda, el del último domingo: la victoria en las elecciones del 6 de diciembre. El sistema que antaño había beneficiado al chavismo acabó por beneficiar a la oposición, que logró el 57% de los votos pero el 67% de las bancas en la Asamblea Nacional.

Con una cancha inclinada a favor del oficialismo, con candidatos encarcelados y marginados por los medios oficialistas, la MUD se organizó, hizo trabajo de base y luchó –esta vez, por la vía electoral. A diferencia de 2002, cuando la destruyeron, esta vez la oposición hizo su contribución a la democracia venezolana.