Las triangulaciones entre el "Pipita", Lorenzo Insigne y Marek Hamsik expusieron a una defensa que se mostraba desordenada por las constantes combinaciones ofensivas. Las paredes continuas, los disparos de media distancia y la vía aérea eran los argumentos más perceptibles que demostraban la superioridad local.
De todos modos, la fortuna estaba vestida de rosa, dado que el local no lograba llegar a la red por la suerte de Stefano Sorrentino. El tiro cruzado al palo del ex Pescara ejemplificó lo sucedido en el primer tiempo.
Tuvo que aparecer el delantero con pasado en River para justificar la producción del elenco napolitano y encauzar la victoria local. La diagonal perfecta y la precisión del argentino fueron los condimentos que hicieron explotar a las 45.000 personas que arribaron al estadio.
El complemento se estableció bajo la misma sintonía, pero como el arquero de Cava dei Tirreni tuvo una noche extraordinaria, el Nápoli no lograba cerrar el pleito y el suspenso se mantenía vigente. El ingreso de Dries Mertens le dio más aire al ataque sureño, pero una vez más el poste le negó el grito a los locales, ya que en una de sus intervenciones, el belga estrelló su tiro contra el vertical.
Justamente, el reemplazante de Insigne fue el que se encargó de bajarle el telón al espectáculo con una aparición por el segundo palo, que dejó sin posibilidades a Sorrentino. La descarga en el grito representó el sufrimiento del trabajo conseguido. La pelea por el Calcio está justificada en las manos de uno de los combinados que mejor propuestas presenta.
Por Fernando Taveira – ftaveira@infobae.com