Del museo a la villa

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Nicolás Stulberg 162
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En los mejores museos de la Argentina pueden encontrarse obras de León Ferrari, cuadros de Marcos López o fotografías de Sara Facio. Desde este miércoles, sin embargo, también pueden hallarse en la Villa 21 de Barracas: tras haber trasladado parte de sus oficinas al asentamiento, la Secretaría de Cultura de la Nación inauguró la primera muestra de arte permanente de la flamante Casa de la Cultura.

Con cuarenta obras de artistas argentinos y latinoamericanos contemporáneos, quedó inaugurada ayer la muestra permanente "Artistas x la 21-Barracas", exposición de pinturas, esculturas y fotografías de artistas que, en muchos casos, vendieron sus obras a precios simbólicos para que fueran parte del proyecto.

Entre ellos, además de los ya nombrados León Ferrari, Marcos López y Sara Facio, se encuentran también Adolfo Nigro, Daniel Santoro, Adriana Lestido, Fermín Eguía, Marcia Schvartz, Remo Bianchedi, Alejandra Fenochio, Carlos Gorriarena y Mariano Sapia, entre otros. Sus obras están expuestas de martes a domingo de 15 a 20 en el primero de los dos pisos que posee el centro cultural de más 1.500 metros cuadrados.

"Esto es un cambio. Todavía no alcanza, pero es un comienzo", destacó Nidia Zarza, directora de la Casa de la Cultura de la Villa 21 Barracas e integrante de la Fraternidad del Sur, escuela de artes que trabaja en el asentamiento. De la inauguración participó además el propio secretario de Cultura, Jorge Coscia, quien hace un mes mudó allí su oficina hasta entonces ubicada sobre la coqueta calle Alvear.

El nuevo centro cultural, inaugurado por la propia Cristina Kirchner a principios de septiembre, apuesta a trabajar con la inclusión social en uno de las villas con más muertes violentas de la Capital Federal. Sin ir más lejos, pocas horas antes de que fuera presentado el espacio, Kevin, un chico de apenas 9 años, murió por el balazo que recibió cuando dos bandas rivales se enfrentaban a los tiros en el barrio.

En un lugar donde ni siquiera los servicios más básicos están garantizados, la Casa de la Cultura aparece como un oasis en el desierto, con su auditorio para 300 personas y tres aulas adaptar para el dictado de talleres y cursos. Como señaló Nidia Zarza, todavía no alcanza. Pero es un buen principio.