
Por Daniela Hacker
Su hijo adolescente murió en 1997 cuando un camión lo atropelló y escapó, a una cuadra de su casa en barrio de Presidente Perón, San Fernando, Provincia de Buenos Aires. Mary Martínez era empleada doméstica y su esposo hacía changas. La tristeza infinita la dejó muy mal por un año. Sus otros seis hijos no sabían cómo ayudarla. Pero un día, un chico con poca ropa y zapatillas rotas le pidió un plato de comida. Luego vino otro que bajó del tren y pidió ayuda. Y así, de boca en boca, los pedidos de comida fueron llegando. No le sobraba nada pero empezó a alimentar a cada niño que tocaba la puerta.
Ya hace casi 20 años que murió el hijo de Mary. Hoy es abuela y ni un solo día dejó de ayudar a su barrio. El comedor -que es su propia casa- se llama "Ebenezer" y no recibe ningún tipo de ayuda del municipio ni del gobierno. A pesar de que muchos lo intentaron, Mary nunca dejó que la política entrara al comedor, ni permitió que lo usen para poner carteles ni juntar votos.

"Yo tuve una niñez muy dura. No conocí a mi papá. Por eso siempre quise esforzarme para que mis hijos tengan una vida mejor a la que yo tuve. A veces miro a los jóvenes que están perdidos con el alcohol y las drogas. Veo mucha falta de amor y de fe", contó Mary a Infobae. "Hay muchas mujeres deprimidas, pero yo siempre tuve mucha voluntad para salir adelante por mis hijos".
Ya son dos generaciones las que Mary alimenta en su barrio. Este es el caso de una familia que recibe su ayuda desde hace 20 años: la bisabuela, la primera en calentarse la panza gracias a Mary, hoy tiene 55 años. Tiene una hija de 35 y su nieta de 15 años ya tiene un bebé. Es, básicamente, una radiografía de la Argentina más marginal y sufrida.

Un día en el comedor de Mary
El barrio Presidente Perón en San Fernando está ubicado entre la Ruta 202 y el río, a solo una cuadra de la rotonda Bancalari que lleva al camino de Nordelta. La mayoría de las familias vive de changas y asignaciones universales. Todos tiene más de cuatro o cinco hijos; hay mucho consumo de droga que consiguen afuera del barrio, porque adentro los vecinos intentan que no se venda.
Todos los días, Mary da de comer a 130 chicos que vienen a buscar una vianda con guiso para llevarse a su casa, y los miércoles toman la merienda en el comedor. Solo cuenta con la ayuda de la escuela Perito Moreno de la localidad de Martínez y de gente particular que se entera de su trabajo y le acerca leche, comida y también, ropa y juguetes. "Hay muchos chicos gordos en el barrio porque solo se alimentan con harinas. Yo trato de ponerles muchas verduras a los guisos y carne picada que compro con mi jubilación", explicó Mary.

Todos los miércoles los chicos hacen cola para entrar a tomar la merienda a la casa de Mary. Entran por turnos, porque la casa es chica. A veces hay leche o mate cocido, pan y galletitas, depende de las donaciones.
En el comedor hay una máquina para hacer pan, un horno industrial y mezcladoras para hacer pizzas para vender y cocinar a tantos chicos. También una biblioteca y máquinas de coser. Todo conseguido gracias a donaciones.
Durante el día hay mucha actividad en la casa. Hay que preparar la comida, clasificar donaciones y atender a los que tocan la puerta para pedir algún tipo de ayuda extra. Los viernes, la escuela Perito Moreno manda un grupo de profesores que les da apoyo escolar a los chicos, los entretienen con actividades y les dan propuestas educativas. Los sábados, Mary recorre el hospital de San Fernando para ocuparse de los viejitos a los que nadie va a visitar. Les habla, se preocupa por si les falta algo y su hija les corta el pelo a los que lo necesitan. Los domingos va a su iglesia cristiana evangelista.

"Si un día no hago nada por la gente me siento mal. Yo no tengo mucho, pero lo que tengo me alcanza. Por eso siempre pido en la iglesia poder ayudar a los demás. La fe me acompaña y siempre me ayudó mucho en los momento más duros de mi vida", reveló.
Mary sueña con poder tener un espacio más grande. A metros de su casa hay terrenos baldíos y le gustaría contar con un lugar para hacer talleres para que los más chiquitos no estén en la calle. "Muchos chicos vienen a mi casa a buscar más que comida: vienen a conversar, a buscar atención y cariño. Así que acá damos mucho más que alimento, les damos nuestro tiempo y nuestro corazón".
Para ayudar, contactarse con el Comedor Ebenezer Mary Martínez. Teléfono: 115745 5256
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