Rivera, antes de morir: "Los montoneros querían matarme y los comunistas me echaron del partido, pero no huí del país"

El escritor Andrés Rivera fue un hombre libre, valiente y en peligro: judío y comunista en tiempos difíciles, se consideraba un sobreviviente. Pero también un privilegiado. El último 22 de diciembre murió en Córdoba a sus 88 años. En 2005, el periodista Alfredo Serra habló con él durante varias horas. Y hoy, es el mejor modo de recordarlo

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Andrés Rivera murió el último 22 de diciembre en Córdoba: dejó una inmensa obra con más de 30 libros publicados
Andrés Rivera murió el último 22 de diciembre en Córdoba: dejó una inmensa obra con más de 30 libros publicados

Andrés Rivera murió el 22 de diciembre de 2016. Escritor singular y premiado, escribió su brillante obra desde los bordes, y muchas veces en peligro. Siguiendo con la serie de escritores entrevistados por Alfredo Serra que se inauguró con Umberto Eco, hoy Rivera retorna en esta nota realizada en Buenos Aires en el año 2005, como si estuviera vivo. Porque grandes así no mueren.

Para los lectores la lectura y el recuerdo de estas entrevistas será una fiesta de la inteligencia, la reflexión profunda y el humor. ¿Encuentro o reencuentro? Ambos casos son igualmente válidos. Para comprender el contexto histórico de cada entrevista, se indicará el año en que sucedió. Bienvenidos a esta aventura…

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Buenos Aires, año 2005

Hace café. A las cinco en punto de la tarde, con precisión de químico (porque, entre otros oficios terrestres, estudió Química), vigila el punto del agua, echa las exactas cucharadas, presiona el émbolo, sirve.

-Buen café, Rivera.

-Sin modestia: dicen que lo hago muy bien.

-No mienten, créame. León Bloy les dijo a sus hijos, mientras agonizaba: aprendan a hacer café. Nada de lo demás tiene importancia.

Se ríe. Divagamos un rato: libros, anarquistas, poetas, barrios de Buenos Aires.

-¿Grabo?

-Grabe.

-Judío, comunista, escritor, y no se exilió después del golpe del 76. ¿Cómo le escapó a la muerte?

-Pensé: "No soy conocido. Más que un militante, soy un testigo. Mi hijo Carlos está enfermo y debo ayudarlo (Nota: Carlos murió de leucemia a los 16 años). Conclusión: me quedo".

-Con un agravante, además: usted, en esos años, trabajaba en "El Cronista", un diario copado por los Montoneros.…

-Así es. Éramos cien periodistas, había asambleas y votaciones a cada rato, y cuando yo pedía la palabra, sentía que hablaba solo, y en el Polo. Un día, mientras iba para el baño, uno de los redactores me susurró: "A vos te vamos a llevar al paredón". Levanté una máquina de escribir y amenacé con estrellársela en la cabeza…

-Pero el gran peligro estaba en la calle…

-Créame. No hubo un día, en todos esos años, en que caminando desde el diario hasta el subte dejé de sentir que alguien, desde atrás, me agarraba del hombro. Ya sabe a qué me refiero…

-Absolutamente. Pero también lo expulsaron del Partido Comunista. Doble soledad.

-Sí. Me afilié en el ´45 y me echaron en el ´65 por nacionalista, burgués, contrarrevolucionario, indisciplinado partidario, etcétera. Me aplicaron todo el repertorio.

Se afilió al partido comunista en el ’45 y en 1965 lo echaron por burgués. Se considera a sí mismo un indisciplinado partidario.
Se afilió al partido comunista en el ’45 y en 1965 lo echaron por burgués. Se considera a sí mismo un indisciplinado partidario.

-Pero cumplió su destino. Llegó, por fin, su primer éxito literario: "La revolución es un sueño eterno". ¿Por qué eligió a Juan José Castelli como protagonista?

-No sé mucho de Castelli. En todo caso, sé lo mismo que usted y que la mayoría. El orador de la Revolución de Mayo, el enviado a los ejércitos del Alto Perú… Pero cuando leí que ese hombre, como Freud, murió de cáncer de lengua, bueno: sentí el impulso, el disparador, esa pasión de la que hablaba Faulkner, y me puse a escribir. ¿Sabe qué decía Faulkner del impulso? "Si su madre se interpone entre el impulso y usted, ¡mate a su
madre!".

-¿Qué vio en Castelli?

-El Bien absoluto. Y en Rosas, el Mal absoluto.

-Sin embargo, Rosas es el personaje de otro libro suyo también exitoso: "El farmer". ¿Por qué?

-Mis afinidades con Castelli son ideológicas, políticas y humanas: totales. Por Rosas, en cambio, no tengo afinidad ni simpatía alguna. Sin embargo, estoy ligado al Rosas de "El Farmer"…

-¿En qué? ¿Por qué?

-Ese Rosas es viejo, y yo soy viejo. Ese Rosas está solo, y yo estoy solo. Ese Rosas vive en el exilio, y yo también. Vivo en Córdoba, que es una forma de exilio.

En 1992 Rivera ganó el Premio Nacional de Literatura por su libro “La revolución es un sueño eterno”
En 1992 Rivera ganó el Premio Nacional de Literatura por su libro “La revolución es un sueño eterno”

-Pero algo afín debe encontrar en Córdoba, Rivera.

-Es cierto. Córdoba es una ciudad de iglesias, y yo soy ateo. Pero en Córdoba, Castelli ordenó fusilar a Liniers por contrarrevolucionario, estalló la Reforma Universitaria, y hubo dos cordobazos. ¿Me entiende?

-Absolutamente.

-Como se habrá dado cuenta, no soy un profesional del optimismo. No tengo definiciones para las palabras "amor" y "felicidad", y me guía una frase de la que tengo el copyright: "La esperanza se escribe en el agua".

-Pero ahora, contra toda esperanza, "Ese manco Paz", su última novela, está a la cabeza de las ventas. De paso: ese mirar hacia atrás (Castelli, Rosas, Paz), ¿es su manera de definir su desencanto hacia el país de hoy?

-La palabra desencanto es buena, sí. Después de todo, pertenezco al bando de los que pelearon y perdieron.

-Pero, además de la literatura, le quedan otros placeres, supongo. No todo será desencanto y derrota…

-Es cierto. Me queda escribir (el impulso), el café, el guiso de lentejas, el whisky JB, el bourbon Jack Daniel´s, la noche, el cine (amo el cine), mi hijo Jorge, -que es mago de profesión-, y la Susana Fiorito, mi mujer.

-¿Por qué dice "la" Susana Fiorito?

-Ah, porque en Córdoba, a todos le meten el artículo: el Andrés, la Susana, etcétera.

-¿Y Borges?

-Quien no lo lee no aprenderá nunca a escribir.

-¿Sus grandes pecados?

-Como ateo, no creo en el pecado. Sin embargo, tengo un pecado: no haber aprendido inglés para leer a Shakespeare y a Joyce en su lengua original. Me perdí esa música para siempre…

Andrés Rivera era el seudónimo del escritor. En realidad se llamaba Marcos Ribak
Andrés Rivera era el seudónimo del escritor. En realidad se llamaba Marcos Ribak

Breve pero imprescindible informe sobre Andrés Rivera (seudónimo: se llama Marcos Ribak). Hijo de inmigrantes judíos que huyeron de Ucrania acosados por el Pogrom. No terminó la escuela secundaria. Sólo recuerda, de ella, la fórmula del ácido sulfúrico: acaso una metáfora de la violencia que respira toda su literatura.

Fue obrero textil, periodista y corrector de estilo. Susana Fiorito, su segunda mujer, fue redactora de diarios gremiales en los días del primer Cordobazo. A Rivera lo cautivaron su militancia y su inteligencia, pero también "su minifalda y sus medias negras de red". Durante más de una década, Susana y él dirigieron en Bella Vista, un barrio bravo y pobre de Córdoba, una fundación que tiene desde huerta hasta biblioteca, desde costura y cocina hasta cine-debate, apoyada por organizaciones no gubernamentales extranjeras (Suecia, Canadá, los Países Bajos) y fundaciones locales.

Rivera escribía un libro por año, a mano, con lapicera fuente, en cuadernos anillados, y luego pasaba el texto a máquina. Cuando tenía 14 años, su tío Felipe le hizo descubrir a Roberto Arlt. Admiraba el Martín Fierro. Sus libros esenciales: "El amigo de Baudelaire", "La sierva", "El verdugo en el umbral", "En esta dulce tierra", "El Farmer", "La Revolución es un sueño eterno", "Ese Manco Paz".

-Dinero. Hablemos de dinero, Rivera.

-No me importa mucho, y tengo el que necesito. Anote. Cobro, para siempre, 709,50 pesos por el Premio Nacional de Literatura y 328,50 pesos como periodista jubilado. Son 1,038 pesos. Me alcanza para comprar un jean, JB, libros, y para salir a comer una vez por mes con un amigo. ¿Para qué más? Usted me dijo antes que soy un sobreviviente. Es cierto. Pero también soy un privilegiado.

-Bueno, puede aumentar su bolsa presentándose a otros concursos literarios…

-No. ¿Sabe por qué? Porque tengo vergüenza de mí mismo.

-Su literatura no puede avergonzarlo: a esta altura, está sacramentada por las cifras…

-Es cierto. Pero hoy no premiarían a un libro sino a un nombre y una trayectoria. A una marca. Me niego a ser un fetiche.

Nació en Villa Crespo el 12 de diciembre de 1928. Fue obrero textil, periodista y corrector de estilo
Nació en Villa Crespo el 12 de diciembre de 1928. Fue obrero textil, periodista y corrector de estilo

Anochece. Volvemos a divagar. De pronto me dice:

-¿Sabe? Un día, a mis 27 años, descubrí que iba a morirme. Es decir, tomé conciencia de mi mortalidad. Porque hasta ese momento me sentía eterno.

-Extraño descubrimiento. Y algo tardío…

-Y le digo otra cosa. Esta entrevista fue mucho más que una entrevista: ¡fue un banquete!

Abrió los brazos y explotó en una risa larga, franca, casi inédita en un campeón del pesimismo.

Desde la ventana de su alto departamento porteño (su "pied-à-terre") y ya en silencio, nos quedamos mirando las infinitas luces de Buenos Aires, y el río en sombras. Y nos prometemos, para un día sin fecha, un brindis con bourbon.

Pero no sucedió.

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