"Bajada de línea" en la formación docente: una herencia que persiste

La educación está en crisis por sus resultados, pero las soluciones tardan en llegar. Se insiste en lo pedagógico, como discurso ideologizado. Ejemplo: los desopilantes contenidos de un curso de especialización

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"Si tengo que decir la purísima verdad, me sirve para entender la 'jerga' del sistema, el nuevo catecismo, para saber en qué cree esta gente", dijo a Infobae, Guillermo Fornaresio, profesor de Disciplinas Industriales en un secundario técnico de Capital Federal, en referencia a un curso virtual que dicta el Ministerio de Educación.

Se trata de uno de los postítulos ofrecidos a los docentes por la gestión anterior en el marco del programa de perfeccionamiento docente Nuestra Escuela que el gobierno actual ha decidido mantener –al igual que el cuestionado plan FinEs, secundario para adultos- aunque con la promesa de mejorarlo. Como con los impuestos, los subsidios y los programas sociales, la continuidad suele resultar más fácil que el cambio.

El programa de la especialización en Política y Programas Socioeducativos, que sigue Fornaresio, es un ejemplo claro de hasta qué punto la formación docente ha sido invadida por la pedagogía en detrimento de los contenidos específicos. En los Institutos de formación docente, sólo la mitad del tiempo de estudio está dedicada a la materia que el futuro maestro o profesor va a enseñar. El resto es teoría de la enseñanza.

Pedagocracia

"Los diseños curriculares se llenaron de materias pedagógicas y psicológicas, en detrimento de los contenidos específicos –dijo a Infobae Gonzalo Santos, docente y escritor, autor de (De)Formación docente– Yo lo llamo pedagocracia. No viene del kirchnerismo este fenómeno del vaciamiento de los contenidos, viene ya de los 90 y antes, pero en estos años se profundizó, y mucho. En 1958, Hannah Arendt ya decía que ese fenómeno había provocado que los profesores supieran apenas un poco más que los alumnos".

Guillermo Fornaresio es ingeniero. Pero hace cinco años volvió a la docencia, que fue su primera ocupación. Como estuvo mucho tiempo fuera de la carrera necesita puntaje, por eso toma estos cursos, reconoce con sinceridad. Y es que de la lectura del programa difícilmente se entienda en qué puede ayudarlo a mejorar su práctica docente. Le sirve sí para decodificar un lenguaje y, sobre todo, un relato.

Los postítulos nacionales son adoctrinamiento, dice un profesor de secundario
 

"Los postítulos nacionales son adoctrinamiento –dice Fornaresio-, toda la bibliografía y los docentes son de la misma corriente, todo muy funcional al discurso de la igualdad: no corresponde evaluar, hay valores que se pueden medir y otros que no, hay que retener a todos los alumnos, no expulsar a nadie… Está muy instalado ese discurso. Yo tengo filtros, porque vengo de la vieja escuela, pero la mayoría de los docentes no los tiene. En estos postítulos no hay discusión entre autores. Los cursos que hice en Capital fueron mucho más amplios en la bibliografía, había diversidad. Este que hago ahora depende de Nación y se ha mantenido la estructura, los mismos profesores. Sería interesante que se revise el contenido".

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"Los responsables del curso preguntan: '¿qué les parece la bibliografía?' –comenta Fornaresio-. Yo digo 'me gustaría escuchar otras voces, conocer otros autores, son todos del mismo palo'. Pero no obtengo respuesta". Lo que deja la sensación de que la pregunta es retórica.

Auditoría

Cecilia Veleda, directora del Instituto Nacional de Formación Docente (INFD), explicó a Infobae que el programa Nuestra Escuela, destinado a todos los maestros y profesores del país, "proponía contenidos demasiado generales", y que se van a introducir cambios. "Queremos poner el acento en el desarrollo de ciertas capacidades en los estudiantes: sobre todo la alfabetización inicial, preescolar y primer grado concentran nuestra preocupación".

En cuanto a los postítulos, afirma que "están bajo auditoría didáctica y financiera". Pero, lamentablemente, el producto de la auditoría será "interno". Entretanto, aseguró que ya han hecho "una revisión de la bibliografía en los postítulos más sociales".

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En la jerga pedagogista de auge en estos años, las materias son llamadas "espacios curriculares". Uno de estos espacios en el postítulo citado es "Pensamiento Pedagógico Latinoamericano", cuyo programa "busca exponer los vínculos entre el proyecto educativo y el proyecto político". Y que, dice la presentación, "recorre una parte de las culturas latinoamericanas, a sabiendas de sus complejidades, hechas de saberes pero también de ignorancias, de memorias pero también de olvidos, de diálogos y articulaciones, pero también de rupturas e invisibilizaciones, de proyectos revolucionarios y de reacciones conservadoras".

Fornaresio lo traduce: "El discurso que bajan es que todo lo anterior estuvo mal y no sirvió para nada. La culpa de todo la sigue teniendo el neoliberalismo salvaje, el capitalismo que quiere generar un ejército de reserva. Y el que no piensa como ellos es un facho, un gorila, un neoliberal".

La materia –dicen- tiene como propósito "repensar si existe un sujeto pedagógico latinoamericano, así como el sentido de la educación en nuestro continente"; algo que a esta altura debería estar claro. "Se detiene en las pedagogías que reconocen en la educación una herramienta de emancipación de los pueblos latinoamericanos…", etc.

El programa de un curso de perfeccionamiento docente
El programa de un curso de perfeccionamiento docente

Otro espacio curricular es "Problemas, estrategias y discursos de las políticas socioeducativas" y se centra en dos conceptos de moda: la igualdad y la inclusión. "Nos interpela la injusticia educativa, nos desvela que un niño/a [N.de la R: nótese el lenguaje inclusivo, que en otro tiempo hubiera sido un error de sintaxis], un joven no tenga acceso a la escuela o pase por ella sin haber aprendido".

¿Quién no estaría de acuerdo? Lo difícil es ver la relación que puede haber entre esa preocupación y lo que proponen al docente que busca perfeccionarse. En la Clase 4 se hablará de "gramática escolar", pero no se refieren a la gramática de la lengua sino a cosas tan abstractas como "las formas de lo escolar y las culturas escolares" o "nuevas infancias, adolescencias y juventudes"; o sea, psicología.

No extraña encontrar a Philippe Mérieu en la bibliografía obligatoria: es el gurú francés del pedagogismo; señalado en su país como uno de los responsables de la decadencia educativa.

Pero la frutilla del postre es el espacio curricular "Escuelas, familias, ciudadanía".

"¿En qué sentido puede resultar relevante abordar en la Especialización en Políticas Socioeducativas algunas aristas del entramado familiar, escolar, ciudadano?", preguntan los responsables en la presentación y es lo que cualquiera con sentido común se pregunta: ¿para qué sirve esto?

Parece que la propuesta es "animarse a pensar condiciones que hagan posible relaciones más profundas entre escuelas, familias e instituciones sociales…."

Considerando que hoy los maestros deben ser asistentes sociales y se espera de ellos que resuelvan todos los problemas, ya que las autoridades o las familias no lo hacen, quizá sirva para algo. Pero la lectura del programa completo lo hace dudar.

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"El módulo (circunscribe esta temática tan amplia) en tres ejes transversales: vida, pasiones y obra" (sic). La cosa se vuelve críptica.

Por vida, se alude a "una breve genealogía crítica de algunos modelos institucionales fundados en una violencia intolerable (sic)"; Pasiones; "interrogarnos por el modo en que las pasiones son la materia de la que están hechas nuestras instituciones. Se toman como ejes de la reflexión dos elementos centrales a la hora de pensar las pasiones: el cuerpo y la lengua (…). Pasiones, el amor, el odio, la alegría y la tristeza, cuya resonancia en cada institución es inevitable".  Y Obra: " o, más claramente la articulación del saber-poder con el que contamos todos: que cada una de estas instituciones es un constructo (¡sic!), una realización en marcha de algo inacabado, siempre perfectible".

Un párrafo que lleva a preguntarse por el grado de inserción en la realidad de quienes elaboran estos cursos.

La función de la escuela debilitada

En este reino de los pedagogos, dice Gonzalo Santos, "un par de muchachos semi-ágrafos me quieren enseñar a mí a enseñar literatura y no leyeron un libro en su vida". "Pretenden constituirse en paradigma de lo que debe ser la enseñanza en cualquier materia. La didáctica está bien, pero no creo que alguien que se dedica a ciencias de la educación tenga mucho que decir sobre cómo enseñar literatura. Se puede trabajar la sintaxis de muchísimas formas, pero para eso hay que tener un conocimiento profundo de la materia. Si solo tengo una mirada panorámica muy general, me va a costar elaborar otros métodos, eso es lo que no entiende esta gente de Flacso…", agrega, aludiendo a la usina principal de estas ideas.

Creen que hace falta más pedagogía, es decir, que los maestros tienen que leer los textos que los pedagogos producen (Santos)

De los resultados de las pruebas PISA, del hecho de que los alumnos tienen cada vez menos competencias en los núcleos básicos de enseñanza, ¿no sacan ninguna conclusión?

"No –responde Santos-, sacan la conclusión contraria, creen que hace falta más pedagogía, es decir, que los maestros tienen que leer los textos que ellos mismos producen. Se fue debilitando la función de la escuela como transmisora de la herencia cultural y se fue difundiendo otra cosa, aprender a aprender, con un vaciamiento de contenidos".

En honor a la verdad, hay que decir que el programa Nuestra Escuela no se limita a estos postítulos. "El programa tenía diferentes componentes –explica Cecilia Veleda-. Lo que antes era Componente 1 ahora es Formación situada, es decir, en la escuela; se trata de que los equipos docentes puedan reflexionar y cooperar entre sí en torno a cinco capacidades fundamentales: comprensión y producción de textos, resolución de problemas, comprensión del mundo utilizando conceptos de las ciencias, trabajo cooperativo o en equipo y autorregulación del aprendizaje o aprender a aprender".

Son 6 a 7 jornadas al año con suspensión de clases.

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Esto se complementa con otros dispositivos, por ejemplo, los destinados a los directores, actualmente muy centrados en tareas administrativas. "La idea, dice Veleda, es que puedan focalizarse en lo didáctico, ayudar a los docentes, observar las clases".

Finalmente, los ateneos didácticos son una propuesta de formación más centrada en las 4 áreas básicas –lengua, matemática, ciencias naturales y ciencias sociales-. "Se reunirá a todos los maestros que dan lengua de primaria o literatura en secundaria por distrito con un especialista. En este caso serán encuentros de 2 horas, sin suspensión de clases".

El componente 2 del programa es la Formación especializada. "Son trayectos de formación, por ejemplo, en temas como el bullying, adicciones, uso de nuevas tecnologías; también formación para determinados roles: docente formador de otros docentes, docente formador de docentes noveles, seguimiento de estudiantes practicantes", explica Veleda.

En cuanto al tema de la excesiva carga pedagógica de los diseños curriculares de la carrera, Veleda explicó que los lineamientos actuales proponen un peso relativo de 50 a 60% para el campo de la formación específica  -o sea el profesorado elegido: matemática, literatura, historia, biología u otro-, entre 25 y 30% para el Campo de la Formación General (pedagogía y psicología) y 15 a 25% para el Campo de la Formación en la Práctica. Como puede verse, el espacio del "relato" sigue siendo abrumador, entre 40 y 50% de la carga horaria.

Guillermo Fornaresio admite que, en el clima hiperideologizado de los postítulos, "uno escribe lo que ve que los profesores quieren leer y yo no me escapo a la regla".

En cuanto a la permisividad, promovida con el argumento de la inclusión, dice: "Realmente hay que exigir un poquito más a los alumnos. Uno tiene como referencia la propia trayectoria. Es muy claro que hay una caída importante en el nivel educativo. Hoy se nos pide cumplir con los días de clase. Pero los alumnos faltan y son reincorporados automáticamente. Un chico falta 30 días y el sistema lo avala".

"Hoy todavía los argentinos están bien preparados y los contratan en otros países, pero dentro de dos o tres generaciones eso no va a pasar más", es su amarga conclusión.