Mauricio Macri jugará con cautela en la crisis política de Venezuela

El presidente argentino no buscará negociar entre el régimen venezolano y la oposición, pero empujará un mecanismo internacional que facilite la renuncia de Maduro y se convoquen elecciones

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Enemigos políticos… Mauricio Macri y Nicolás Maduro.
Enemigos políticos… Mauricio Macri y Nicolás Maduro.

No habrá una visita relámpago de Mauricio Macri a Nicolás Maduro, ni la creación de un resorte diplomático ad hoc que coloque al presidente argentino en medio de los esfuerzos para lograr una transición política ordenada en Venezuela. Al contrario, Macri optó por empujar con muchísima cautela un mecanismo internacional que facilite la renuncia de Maduro, la convocatoria a elecciones presidenciales y la aprobación de una agenda institucional que evite una tragedia civil, castigue los principales casos de corrupción y promueva un modelo de cooperación económica que frene en seco la crisis social que golpea a Venezuela.

Antes del golpe palaciego ejecutado por Maduro contra la Asamblea Nacional Legislativa se desplegaron desde América Central, China, Rusia, Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y el Vaticano un puñado de iniciativas para contener la tendencia totalitaria del sucesor de Hugo Chávez. Llegaron a Caracas funcionarios públicos, delegados internacionales y negociadores secretos autorizados por Raúl Castro, Xi Jinping, Barack Obama y Donald Trump, Ángela Merkel, Vladimir Putin y el Papa Francisco. Fue un viaje sin sentido: Maduro se aferra a su relato como un naufrago y nunca entendió para qué sirve la geopolítica.

En Santa Marta aún se recuerda la visita del presidente venezolano y su pedido suplicante a Francisco para que mediara en la crisis económica causada por la corrupción, el populismo y la caída del precio del barril del petróleo. Francisco diseñó un plan, envió a su secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, y puso en juego su prestigio como líder político y religioso. Maduro –y la oposición con su mirada de cortísimo plazo- dinamitaron la vocación del Papa y sus intenciones de abrir una transición en Venezuela.

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Macri conoce el fracaso de todas las mediaciones internacionales que se hicieron con el régimen de Maduro. Y nunca limitó sus críticas al sucesor de Chávez. Al contrario, el presidente explicitó su posición durante las dos conversaciones que mantuvo con Trump, en la gira por España y Holanda, y cuando visitó por última vez a Francisco en Roma. Se trata de una postura que exhibe desde la campaña electoral y que se mueve a la velocidad que fija la agenda doméstica e internacional de la Argentina.

El Presidente decidió que se usen todos resortes multilaterales para condicionar a Maduro y arrancarle una hoja de ruta que asegure una transición ordenada en Venezuela. Macri se apalancará sobre el Mercosur y el Unasur –Argentina asumirá su conducción en dos semanas—y utilizará las reuniones de emergencia de la OEA para encontrar un punto de contacto entre los países que juegan al lado de Maduro y los estados que pretenden expulsar a Venezuela del organismo multilateral más antiguo de la región.

Desde América Latina, por razones políticas o económicas, Macri es el único que puede garantizar continuidad en sus posiciones ideológicas e institucionales. Maduro no soporta al presidente argentino, pero lee los diarios y sabe que en los últimos 15 meses ha contactado con los principales jefes de Estado del planeta. Es más: en Caracas ya saben que Macri se reunirá con Trump, Xi Jinping, Merkel, Putin y Francisco en los próximos cuatro meses.

La diplomacia argentina, ahora respaldada sin segundos pensamientos por Brasil y Uruguay, apuesta a evitar que la crisis de Venezuela ponga en jaque a toda la región. Y que un efecto dominó de esa crisis institucional afecte el flujo de inversiones que deberían volar desde Europa y Estados Unidos hacia la Argentina. No se trata únicamente de ratificar la intención de poner a Macri como líder regional, se busca ordenar una transición que aún está sin control y con posibilidades de causar una tragedia política inédita.

Lo que suceda en Caracas tendrá efectos alrededor del planeta. Es un país clave en la región y tiene reservas millonarias en petróleo. Una combinación explosiva que la historia ya registró en Irán e Irak, cuando sucesivas crisis transformaron en dilema geopolítico a esos países que siempre habían respetado las reglas del juego.