Cada vez hay más personas que optan por "desconectarse" del mundo de hoy. Y Enric Puig Punyet relevó quiénes integran esta nueva tribu urbana: los "desconectados"., que de hecho, él mismo es uno de ellos.
A todos los describe en su libro La gran adicción. Cómo sobrevivir sin Internet y no aislarse del mundo. Infobae habló con el autor sobre si es posible llevar adelante una vida activa, laboral y socialmente, por fuera de internet.
-¿Es una opción hoy vivir "descontados"?
Esa era una pregunta que yo me hacía y que me llevó escribir mi libro sobre esta temática. No tenía una respuesta clara y fue eso lo que me motivó a ir detrás de estas historias. Empecé a buscar casos que, por supuesto, no iba encontrar por medio de Google. Por lo tanto, tuve que hacer una búsqueda muy artesanal: hablar con amigos, tomar muchos cafés, hacer decenas de entrevistas. Fue un proceso muy humano. Tenía claro que lo que no quería mostrar era la típica historia de la persona que rompía con todo el mundo moderno para retirarse a vivir al campo. Quería ver si había personas activas, profesionales, convencionales y con vida social que hubiesen podido optar por quedarse al margen de la hiperconexión actual. Y si eso era posible, cómo y con qué costos.
El germen del libro es saber si hoy efectivamente nos es posible vivir sin Internet
-¿Y con qué historias te encontraste?
Me encontré con que, efectivamente, mucha gente optó por vivir en una desconexión digital como una manera de poder volver a conectarse con su entorno físico. Por eso es que digo que no me interesaba la típica historia de la persona que inicia una vida bucólica fuera de la ciudad, sino que quería ver los casos de gente normal, de la vida moderna y urbana que decide salir del ciberespacio para reapropiarse del espacio de la ciudad en la que vive, pero de otra manera: estableciendo otro tipo de relación con ella misma, con el entorno real y con los otros conciudadanos.
Porque creo que hay ahí una cuestión social y muy política también, que tiene que ver con el contacto y con el espacio público. El hecho de que estemos tan pendientes de nuestros smartphones y tan volcados a internet, nos está haciendo peores ciudadanos y peores seres sociales, tal como lo entendíamos hasta ahora y que es en el mundo real, el mundo físico.
-¿Qué escena de la cotidiana del futuro te imaginas? ¿Cómo será la relación hombre – Internet?
Por un lado, me preocupa mucho la relación de los jóvenes con Internet. Hay muchos estudios de psicólogos, neurólogos y especialistas que señalan que utilizar las nuevas tecnologías, en exceso y desde muy joven, puede llevar a que no se desarrollen determinadas capacidades que se generan en la etapa de formación y que son muy importantes. Me refiero a capacidades sociales, relacionales, de ubicación en el espacio-tiempo, o de escritura. Entonces, si un adulto – que tiene bien asentado el desarrollo de estas capacidades – utiliza mucho las tecnologías, no se ve tan perjudicado como lo estaría un niño o un adolescente, que todavía tiene que entrenar y desarrollar todas estas habilidades, vitales para su vida.
Pero, por otro lado, no soy muy negativo en esta evaluación, porque encuentro cada vez más adolescentes que apuestan a generar un cambio de actitud y que tienen un comportamiento totalmente distinto al de muchos adultos o al que tenían los chicos de esa edad pero hace cinco años, cuando estaban completamente volcados al ciberespacio y a los videojuegos. Ahora, veo que está apareciendo una suerte de 'nueva conciencia social'. Cada vez más se hacen apreciaciones del estilo de: 'estaba cenando en un restorán y la pareja del lado se pasó todo el día con el móvil ni siquiera conversaron entre ellos, ni se miraron a los ojos'. Esta nueva conciencia social está apareciendo con fuerza también en los adolescentes.
-¿Hay grupos de jóvenes que apuestan a la desconexión?
Lo que yo he relevado son casos de chicos de 18 a 20 años que, por ejemplo, directamente no tienen redes sociales porque 'pasan totalmente de eso' y en su entorno se ve normal , como una opción. También hay otros que optan por una especie de 'descontaminación digital' en determinados momentos. Por ejemplo, salen a comer con amigos o se van al campo y pautan no llevar teléfonos móviles a esos encuentros. Creo que es toda una señal de avance porque recordemos que esto es algo que no se daba hace algunos años. Yo tengo la esperanza de que sea el inicio de algo nuevo, de una normalización. El Internet, actual como se está ofreciendo al día de hoy, es muy adictivo. Crea ese estado de dependencia y de ansiedad, una realidad muy distinta a la que existía en tiempos de su nacimiento, por eso que hay que cambiar aquel discurso, actualizarlo.
-¿Por qué emprender el camino de la desconexión?
Por ejemplo, los casos que se recogen en mi libro, son de personas que optan por una desconexión total porque sentían que necesitaban reconectarse con el mundo real. Se trata de gente que en algún momento tuvo una crisis existencial, no estamos hablando de personas que utilizarán las redes o Internet de una manera mucho más intensa que cualquiera de nosotros, casos normales y no necesariamente patológicos. Pero sí fueron personas que sintieron que estaban usando mucho estas tecnologías y que decidieron poner el freno y decir: 'bueno, hasta acá, ahora desconecto'. Entonces, por un lado está esa una opción, si nosotros creemos que nos está afectando negativamente y que sería mejor para nuestras vidas salir del mundo digital para reconectarnos un poco más con el mundo físico verdadero, y es muy válido. Pero hay puntos intermedios en que no se trata de perder del todo el mundo virtual en pos del real, porque hay muchos círculos sociales laborales y familiares que no nos permiten eso.
-¿Alguna receta para hacer una desintoxicación digital?
No la hay, cada uno tiene que sentarse a pensar en qué casos y en qué momentos las tecnologías digitales son útiles y nos aportan algo positivo a nuestro trabajo y a nuestra relaciones Y, sobretodo, ver que nosotros tenemos el poder sobre esas tecnologías y no al revés. Hay que estar atento cuando ocurre precisamente lo contrario y si son esas tecnologías las que tienen el poder sobre nuestras vidas, si nos están interrumpiendo constantemente, si están pasando por encima de las acciones que deberíamos estar viviendo y disfrutando en ese momento, entonces hay algo que está mal. Pero como tips, creo que como primera instancia fundamental, todos deberíamos quitar las notificaciones de nuestros dispositivos portátiles. No es positivo, bajo ninguna circunstancia y en ningún caso, que estemos a merced del pitido del smartphone que interrumpe constantemente la actividad que estamos realizando y el momento en el que estamos inmersos. La idea es que nosotros, cuando queramos, podamos entrar y chequear los mensajes, etc y no que esté interrumpiendo permanentemente nuestra vida cotidiana. Esto es lo principal, luego cada uno sabrá cuáles son los pasos a tomar 'a la carta' que más le convienen. Hay que sentarse y reflexionar sobre cuáles son las cosas que la tecnología le están robando a nuestra vida o si le están provocando algún daño o un impacto negativo.
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