La parábola argentina detrás de la historia del barrendero héroe

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El lunes 27 de agosto a las 9.30 de la mañana, Alcides Velázquez salvó milagrosamente la vida de un niño de dos años que sufría convulsiones en la vía pública. Le realizó masajes y lo llevó a un hospital de urgencia. Sin conocerlo, la madre de Noah confío en Alcides, que regresó al barrio en el que trabaja como barrendero con el niño sonriente en sus brazos y convertido en héroe.

A los 17 años Alcides soñaba con jugar en la Primera de River Plate, club del que es hincha fanático. Llegó a jugar en Defensores de Belgrano y pasó por las inferiores de Chacarita. Se enamoró, su mujer quedó embarazada y el club no lo esperó. Las necesidades económicas lo alejaron de la pelota. En el 2015 ingresó a Transur, concesionaria de limpieza del municipio de Pilar. En los primeros años, Alcides trabajaba como recolector de basura, pero un accidente lo imposibilitó de continuar con la ardua tarea. Se convirtió en uno de los tantos barrenderos que recorren todas las mañanas el acomodado barrio de Villa Morra en Pilar. "Hace poco se mudó un dirigente político de la Camporá (SIC)" me cuenta el héroe sorprendido por la increíble capacidad de ahorro de algunos argentinos.

Ese lunes mágico, Alcides ya estaba fuera de su horario de trabajo pero regresó sobre sus pasos, pues había perdido uno de sus guantes. Se entretuvo a conversar un segundo con el verdulero de la esquina de la casa de Antonella, en Villa Morra. "Escuché los gritos y corrí a ayudarla, estaba desesperada" recuerda Alcides. Madre de otro niño de cinco meses, Antonella se encontraba sola con sus hijos y no sabía qué hacer cuando vio que Noah no respiraba y su rostro estaba morado. Una fiebre no curada habían provocado las convulsiones. El barrendero no dudó. Lo masajeó, introdujo un dedo sobre su boca para que no se atragantase con la lengua y corrió con el niño sobre sus brazos gritando "ayuda".

Un auto pasó como si nada. Pero Roberto frenó su camioneta 4×4 y los llevó al Hospital Sanguinetti. Fueron los cinco minutos más largos de sus vidas. El conductor le decía a Alcides que confiara, que Dios lo iluminaría. El barrendero seguía masajeando a Noah en su espalda. Al llegar al hospital, los médicos no entendían cómo ese hombre con el uniforme de Transur había salvado al pequeño mientras se retrasaban en preguntas burocráticas: "¿Dónde está la madre? ¿Usted qué relación tiene con el menor?".

La historia tuvo un final feliz. Milagroso. Algunos comunicadores contaron la historia centrándose en el valor del RCP. Alcides nunca estudió las técnicas de reanimación. Tampoco sabe si las realizó efectivamente. Algo hizo y salvó al menor. Decidió comprometerse en un país en el que gran parte de la dirigencia argentina mira para otro lado. Hace unos meses, el héroe comenzó a pagar el terreno en el que construyó su pequeña casa en el barrio Solares del Norte. Camina 20 cuadras hasta la parada del colectivo sobre la ruta 8 que lo deja, todos los días, a otras 15 cuadras del depósito de Transur donde recoge su carro de trabajo.

Pilar es la metáfora argentina. Riqueza y marginalidad a metros de distancia. A pesar del pomposo nombre, en Solares del Norte no hay cloacas, veredas, no pasan los colectivos, las calles son de tierra, los autos apenas puedan transitarlas y las noches son inseguras. El Estado amaga a decir presente hace 70 años. El agua potable provoca diarreas constantes y el olor a podrido aflora en cada esquina. Pero Alcides es un hombre feliz que disfruta de su bella mujer que espera su segundo retoño. Su hija sonríe porque el papá está en la tele. Todos los días es su héroe. El hombre que dejó el fútbol para convertirse en padre. El barrendero que salvó una vida y que vive en un barrio en el que nadie barre las calles.