A grandes rasgos somos dos bandos, cada uno acusa al otro como si fuera el enemigo. Y vivimos como enemigos, cada dificultad que atravesamos nos pone a prueba, nos desnuda en nuestra impotencia de ser uno. Un desaparecido es un dolor que nos atraviesa a todos, la acusación convierte el conflicto en tragedia.
Todavía seguimos enfrentándonos en torno a Nisman y ese caso era mucho más cercano al gobierno que se fue, tenían demasiadas razones para que se dudara de su responsabilidad. En plena ciudad y al lado de los custodios, un enemigo del gobierno decide "suicidarse". Ese asunto tenía olor a servicios propios o ajenos, olor a exageración de la ortodoxia oficialista. Aquellos "iban por todo", después del pacto con Irán ya los excesos formaban parte del paisaje. Pero sin duda la Presidenta no tenía nada que ver en esa tragedia, digo esto para dejar en claro que confío en las instituciones por sobre mis diferencias.
Ahora todo resulta más absurdo, Macri y su gobierno pueden tener miles de defectos, pero sin duda en este hecho no tuvieron nada que ver. Eso no quita que asombre la inocencia con la que se defienden. Esa ridiculez de Duran Barba de imaginar que la política es lo viejo, esa tontería los deja en manos de gente que no sabe hacer política; en consecuencia, no saben protegerse ni siquiera en el caso donde obviamente nada tuvieron que ver. Unos gerentes defendiendo un conflicto político suena parecido a un equipo de futbol integrado por jugadores de Póker. Pese a sus aspiraciones posmodernas, Durán Barba es apenas "modernoso", pero la humanidad hace política desde antes del mismo Maquiavelo y es un arte muy complejo para dejarlo en manos de gerentes; lo mismo que cualquier empresa, en tiempos difíciles necesita del talento del dueño.
Y asombra la situación donde entidades que jamás abrieron la boca para enfrentar a los Kirchner hoy parecen atacadas de valentía y dignidad pidiendo al Gobierno que responda por el posible desaparecido. Cuando vemos los desmanes de grupos contra edificios históricos de la Ciudad, cuando hay detenidos que son liberados en apenas unas horas y salen otros a culpar a las fuerzas del orden -cuando todo eso pasa- uno se pregunta si es cálculo electoral o miedo a la realidad. El poder es como las bayonetas: uno no puede sentarse sobre ellas, o se ejerce o se pierde.
Si el Gobierno gana las elecciones corremos el riesgo de que imagine transitar por el camino acertado. Si Cristina gana en la Provincia, desde esta miseria opositora, va a seguir impidiendo la construcción de una alternativa democrática. Uno solo puede esperar que el Gobierno intente salir de esta manía economicista y se ocupe de reconstruir las instituciones.
Además, si Cristina triunfa en la Provincia seguirá dificultando la recuperación del peronismo, y si pierde desaparece y para el movimiento nacional todo será mucho más fácil. En ambos casos su presencia en el Senado no será mucho más decorativa que la de Menem. Siempre eligió ser una legisladora solitaria y no va a cambiar ahora después de la derrota.
Alfonsín fue sin duda el mejor presidente de esta etapa de la democracia. Aun así, cayó en la absurda tentación del "tercer movimiento histórico", en la idea de quedarse para siempre. Ni hablar de cómo ese sueño acompañó a los Menem y luego a los Kirchner y cómo ahora parece contagiar a Macri.
Necesitamos un presidente que no trabaje para quedarse con todo sino para arreglar lo que pueda y retirarse con dignidad. Todo el que sueña con durar termina cayendo en desgracia con la mayoría, y lo peor es que nadie aprende de este absurdo. Si uno se conformara con gobernar un período y retirarse, tendríamos el primer "estadista" de esta nueva democracia. Por ahora ninguno transita por ese digno horizonte.