Judeline: “La primera vez que me subí a un escenario fue en un festival de mi pueblo en el que cantaba Leticia Sabater”

Lara Fernández presenta ‘Mangata’, el primer pilar de su disco. Sumergida en un aura de misterio, y fiel a sus preceptos conceptuales, la gaditana inicia su escalada hacia el éxito global. “Pienso en Andalucía y me relajo”, dice

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Lara Fernández, conocida artísticamente como Judeline. (Ana Arden)
Lara Fernández, conocida artísticamente como Judeline. (Ana Arden)

Mira su móvil con timidez y reclama la atención de su manager, Mar, que está al otro lado de la sala atendiendo una call. Lleva las zapatillas deportivas más codiciadas en TikTok, el modelo plateado de la colaboración de Adidas con Wales Bonner, y se atreve a romper el hielo hablando de Sexo en Nueva York. No ha visto todas las temporadas todavía, pero coincide en que pocos productos audiovisuales tienen su gancho. Dice ser fiel a Carrie Bradshaw, la iglesia predilecta de las mujeres que buscan un refugio femenino en la ficción.

Lara Fernández, Judeline en clave artística (Los Caños de Meca, 2003), rehúye de los adjetivos que la coronan como una de las grandes promesas de la industria española. Un término que se queda corto a la hora de hablar de una artista que ha encandilado hasta a la propia Rosalía (aunque en la entrevista nos pidan evitar preguntar por ella para evitar un cisma comparativo como el de Taylor Swift y Olivia Rodrigo). Presenta Mangata, “que es como llaman los suecos al claro de luna reflejado en el mar o en el agua”, dice a Infobae España. Es el primer sencillo de una mística tracklist que dará forma a su “bebé”, un álbum que comienza a desmenuzar tras varios años de confección y creación. “Todo va a cobrar sentido cuando se escuche, porque es un disco conceptual”, responde.

Mientras tanto, “ahora estoy con Julio Iglesias que no cago”, ríe. Su playlist actual la componen los grandes clásicos de la música en español, como Mecano o Luis Miguel. También el flamenco, que la transporta a su Cádiz natal. “Pienso en Andalucía y me relajo, es mi sitio feliz, pienso en mis antepasados y me siento un poquito más en casa”, afirma. Mangata está producida por Rob Bisel, un perfil que ha trabajado con artistas de la talla de SZA, Kanye West, Kendrick Lamar o Doja Cat. “En parte nos llevan años de ventaja y en parte es distinto”, explica sobre los estudios de grabación y producción afincados en Estados Unidos. Recientemente, Lara viajó a la ciudad de las estrellas para colaborar con Benny Blanco o Cashmere Cat, productores. “Miami es como hit, hit, hit... es hacer tres canciones en un día. Yo en Madrid con mis chavales (Mayo y Tuiste, sus nombres de confianza) estoy dos años para hacer un tema”, admite. Los Ángeles, sin embargo, es “más metódico”.

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Para Judeline, “una manera de ser original es volver a la raíz”. El folclore español se ha colado en las barras de trap y en los sonidos electrónicos que se envuelven en las tendencias clásicas del pop. “Las nuevas generaciones estamos estudiando lo que pasó en la época que no nos pilla”, un aprendizaje que eleva sus proyectos por encima de la necesidad del número o del éxito viral. El videoclip de Mangata está dirigido por Blur, compañía audiovisual que ha colaborado con Björk, Kim Kardashian o la ya mencionada Rosalía, junto a Partizan. Rodado en su tierra, la noticia se filtró en una de las cuentas de fanes que habitan en X (antes Twitter). “A veces pienso que tienen acceso a mi Google Calendar porque se enteran de todo”, indica entre risas. “Yo también he sido fan loca”, apostilla.

“Miami es como hit, hit, hit... es hacer tres canciones en un día. Yo en Madrid estoy dos años para hacer un tema”
Lara Fernández, conocida artísticamente como Judeline, atiende a 'Infobae España' para presentar 'Mangata', el primer adelanto de su álbum

Admite ser una persona de “energías”, aunque no desvela si es uno de esos perfiles que va con los cuarzos en el bolso (un accesorio que la ha acompañado de forma devota en el escenario). Tras un malentendido a raíz de una entrevista que otorgó a una cabecera nacional, Lara le ha cogido “un poco de manía a la prensa por cómo saca de contexto muchas cosas que se dicen de una forma súper relajada”. La polémica en cuestión fue referirse a Lady Gaga o Katy Perry como “polladas que escuchas en la radio”, una reflexión que, muy a su pesar, circuló por las redes sociales. “Mi lenguaje andaluz se puede confundir, hay gente muy aburrida en su casa, también soy tonta yo por leerlo, pero me da coraje”, dice.

Yo la letra y tú la música

Rusowsky, Ralphie Choo, Drummie, Barry B, Amaia, Amore... Lara enumera algunos de los nombres que están “queriendo marcar la diferencia” en España, principalmente en la escena alternativa. Pero, ¿cómo distinguirse de un rebaño que ya es diverso? “Noto mucho cuando alguien se centra demasiado en hacer algo original”, afirma. En una industria en la que muchos referentes beben de la misma fuente inspiracional (las divas que han puesto la tendencia dosmilera sobre la mesa han adorado a perfiles como Rihanna, Britney Spears o Gwen Stefani), resultaría insultante pensar en la copia como un método enarbolado por una mente retorcida y matemática. “Todos nos retroalimentamos, cuando crees que eres el primero que ha hecho algo, de repente aparece una persona que hace 20 años hizo lo mismo”, indica.

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Lara es una suerte de dictadora pacífica, un antagonismo redundante que la define en su trabajo y en su reglado método de composición. Sabe lo que quiere y cómo lo quiere, de ahí que Interscope Records, su discográfica (cuyo catálogo lo conforman artistas como Bad Gyal, Billie Eilish, Olivia Rodrigo, Lana del Rey o Karol G), le permita tener la libertad creativa que tanto anhela y necesita para fluir en el estudio. “Tener un buen productor es súper importante, pero si tus letras son malas no vas a ningún lado”, sentencia. Otro trend del que no quería abusar era el de colaborar con cantantes de renombre para inflar sus cifras o darse a conocer de forma menos orgánica. “Sentía que mi proyecto se podía gastar con facilidad si iba a la colaboración fácil”, admite. “Es la forma fácil de subir, pero no terminas de posicionarte, porque eres cambiable y volátil, y yo no quería que la gente entrara a la canción sólo por el otro nombre”, añade.

Ahora que puede, lo recuerda con cariño, pero en su momento no fue tan agradable como lo describe actualmente. “La primera vez que actué en Madrid”, en una sala cercana a la estación de Chamartín que no recuerda del todo, “el técnico de sonido estaba buscando tutoriales en YouTube”, dice. Al no tener dinero, tuvo que conformarse con lo dado por el establecimiento. “Me sentí fatal, no dormí durante una semana después de eso”, afirma. Rebuscando aún más en el baúl de los recuerdos, llega a la fecha en la que se subió por primera vez a un escenario. “Fue en un festival de mi pueblo en el que después cantaba Leticia Sabater”, sonríe.

“Tener un buen productor es súper importante, pero si tus letras son malas no vas a ningún lado. [...] Sentía que mi proyecto se podía gastar con facilidad si iba a la colaboración fácil”

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Judeline. (Ana Arden)
Judeline. (Ana Arden)

Sin ‘look’ no hay paraíso

La moda “va de la mano” de la música, y viceversa. No es de extrañar que los grandes maestros de la alta costura confeccionen todo tipo de bellezas drapeadas para sus divas. Lo hizo Bob Mackie con Cher y desde entonces ningún atelier ha cerrado en horario nocturno. Hace un par de días, Lara acudió a la presentación de Fashion Freak Show, el espectáculo de Jean-Paul Gaultier que estrecha sus plumas e icónicos diseños en el Teatre Coliseum de Barcelona. Tras el show, tuvo tiempo para conocer al maestro. “Estoy aprendiendo”, dice del universo creado entre telas y genios creativos. “La moda me flipa, pero hasta que no me mudé a Madrid no tuve idea de nada”, añade. De hecho, “mi hermana me regaló una camiseta de Jean-Paul Gaultier y mi madre y yo la regalamos cuando hicimos limpieza en la casa”, se lamenta. Las piezas de archivo son como los bolsos Hermès, se revalorizan con el tiempo.

La creatividad de Lara, o de Judeline, también se expresa a través de su estilo, una convicción que, de adolescente, había estado dormida (y limitada). “Me cortaba las camisetas y hacía pedidos de Aliexpress”, suspira. “No podía tirar de mucho más, me daban cinco pavos para gastarme a la semana”, ríe. “También cogía calcetines y me los ponía en las mangas”, concluye, transportada por los recuerdos de su infancia.