Le otorgaron salidas transitorias a uno de los asesinos de Gonzalo Acro: la estrategia del barra de River para conseguir el beneficio

A 17 años del crimen, Rubén Oveja Pintos, quien fuera condenado a prisión perpetua, logró salir antes de tiempo

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Un mes después de participar del crimen de Acro, se presentó en la comisaría 51 para avisar que era el nuevo jefe de Los Borrachos del Tablón
Un mes después de participar del crimen de Acro, se presentó en la comisaría 51 para avisar que era el nuevo jefe de Los Borrachos del Tablón

El 7 de agosto de 2007, un crimen conmovió a toda la sociedad: Gonzalo Acro fue asesinado en Villa Urquiza. Era el corolario de una interna feroz que se había abierto en la barra brava de River a fines de 2006. Aquella noche, quien secundaba a Adrián Rousseau en una de las facciones de Los Borrachos del Tablón salió a las 23.12 de un gimnasio al que concurría con otro barra, Gastón Matera, ubicado en el cruce de las calles Cullen y Bauness. No sabía que afuera había una emboscada que ejecutaría el grupo de Palermo de la barra, que por entonces andaba de buenas relaciones con el otro líder, Alan Schlenker. Lo cierto es que logró caminar apenas una cuadra cuando Ariel el Colo Luna y Rubén Oveja Pintos lo cercaron. Acro se puso en posición de pelea sin saber que Luna tenía un revolver 6,35 con el cargador listo para disparar. No hubo reacción posible: en cuanto intentó defenderse recibió un ataque mortal. Dos balazos. Uno para bajarlo, otro para rematarlo. Dos días agonizó en el hospital Pirovano hasta que el 9 de agosto falleció.

Fue el momento más impactante de la violencia en el fútbol argentino. Cuatro años después, la Justicia condenó a prisión perpetua a Luna, Pintos, a Pablo Cucaracha Girón y Sergio el Pelado Piñeiro, que estaban en un auto en la zona en medio del plan, y a los hermanos William y Alan Schlenker por considerarlos instigadores del homicidio. También fue condenado a 10 años de prisión como partícipe secundario Maximiliano Pluto Lococo, otro barra cuyo testimonio complicó en el juicio a los hermanos Schlenker al afirmar que esa noche, cuando lo invitaron a pasear e ir a tomar un helado, lo habían utilizado a él como coartada. Pero hoy, 17 años después de aquello, uno de los barras condenados a perpetua ya está caminando por la calle: se trata de Rubén Oveja Pintos, quien consiguió que la Justicia le diera el beneficio de las salidas transitorias. A Luna, que pidió lo mismo, se lo rechazaron. Y detrás de la noticia, hay una historia.

En realidad Pintos no podía acceder en este 2024 a ese status. Pero como su causa se unificó con otra que tenía por falsificación de documento público (en su momento, con causas por robo, obtuvo con apoyo de gestores del Renaper un documento a nombre de un tal Nicolas Villani que estaba fallecido para poder salir del país a ver el Mundial de Alemania con la barra) su caso lo llevó otro juzgado distinto, el Tribunal Federal Dos, y no el juzgado de ejecución de la Cámara Nacional del Crimen. Aprovechando esa ventana, su abogado Rodrigo González logró lo que no pudieron los otros condenados: que salga antes de tiempo.

Para eso, el Servicio Penitenciario le otorgó un diez de calificación en conducta y certificados de estímulos educativos por haber realizado talleres de tapicería, restauración de muebles y peluquería. En los ámbitos de las cárceles suele decirse que los informes penitenciarios, clave para conseguir el beneficio, muchas veces están tarifados, pero el abogado del Oveja niega la situación y dice que su defendido tuvo una conducta intachable, por lo que recibió la mejor calificación posible. Gracias a eso logró que le bajaran 14 meses de condena y volver a sentirse libre desde este año. En el último tiempo había estado alojado en la Unidad 12 de Viedma en Río Negro, y en la Unidad Penitenciaria 19 de Ezeiza, donde suelen ser trasladados quienes están próximos a conseguir la libertad transitoria.

Pintos, con Gastón Albanese, quien fuera socio de Víctor Hugo Ovejero Olmedo
Pintos, con Gastón Albanese, quien fuera socio de Víctor Hugo Ovejero Olmedo

Pïntos es un personaje muy singular en el mundo de las barras y de la población carcelaria. Siempre fue marcado como el cerebro de una banda de barras que tenía por principal negocio las salideras bancarias. Ahí compartía pasión con Carlos Urko Berón, otro conspicuo miembro de Los Borrachos del Tablón que quedó malherido en lo que se dio en llamar “La batalla del playón”, una gresca con armas blancas entre los grupos rivales de la barra en mayo de 2007 tras un partido de local con Independiente. Y era el líder de la histórica facción Palermo de la tribuna y también tenía una relación de íntima amistad con Víctor Hugo Ovejero Olmedo, otro barra de River condenado a perpetua en este caso por el crimen de dos colombianos en un ajuste de cuentas narco en el estacionamiento del shopping Unicenter en 2008.

Tal era la impunidad con que se movía Pintos que, un mes después de participar del crimen de Acro, se presentó en la comisaría 51 del barrio de Núñez con Ovejero Olmedo para informar que era el nuevo jefe de la barra y que a partir de ahí todo lo tenían que arreglar con él. No fue por mucho tiempo: menos de un mes después la Justicia pedía su captura por el asesinato de Acro, pero Pintos, con información privilegiada, logró saber antes que nadie que salía su pedido de detención y se fugó durante dos años, donde vivió en distintos lugares del país y del exterior hasta que decidió entregarse en 2009 en un hotel de mala muerte de Constitución. ¿Por qué lo hizo? En el mundo del delito se dice que le habían asegurado un buen pasar a su familia y un pabellón vip en la cárcel de Ezeiza. Sobre lo primero, sus allegados dicen que su mujer e hijo no pasaron necesidades en todo este tiempo. Sobre lo segundo hay pruebas fehacientes: Pintos protagonizó un escándalo en 2012 cuando se supo que salía de la cárcel para participar en actos de todo tipo organizados por “Vatayón Militante”, una agrupación filo kirchnerista que sumaba reclusos para sus actividades culturales como parte de un proceso de resocialización que contaba con el aval explícito del por entonces jefe de Penitenciaría, Víctor Hortel.

En aquel momento dio una nota radial donde se le preguntó qué creía que podían pensar los familiares de Acro cuando lo veían tocando el bombo en actos en vez de estar recluido en su celda. Y su respuesta fue: “Me cuesta mucho ponerme en el lugar de un familiar de Acro”. Preguntas y respuestas que vuelven ahora a partir de haber conseguido el beneficio de la libertad transitoria ese que por el momento les fue denegado a Girón, que sigue preso en Marcos Paz y a Luna, que se mantiene tras las rejas en Ezeiza. En el caso de los Schlenker, William está también en el penal de Marcos Paz y Alan detenido en el de Rawson, en Chubut y sin vistas a conseguir ninguna morigeración hasta dentro de un buen par de años.