Cómo capturar la atención de los chicos: tras los pasos de Mario Méndez en el Chaco

En la escuela Comandante Andresito de Resistencia, el escritor de literatura infantil y juvenil habló con los más chicos y les leyó uno de sus cuentos. Fue en el marco del 22° Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura que organiza la Fundación Mempo Giardinelli. “Los niños que leen tienen una ventaja: tienen más mundos donde vivir y la realidad se les ensancha”, les aseguró

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Mario Méndez, frente a los alumnos, hablando de la importancia de la lectura
Mario Méndez, frente a los alumnos, hablando de la importancia de la lectura

Resistencia, Chaco. Enviado especial.- Cuando Mario Méndez entró a la escuela N° 518 Comandante Andresito, lo que primaba era el silencio. El enorme multiuso por el que uno ingresa a este establecimiento público de la localidad de Resistencia, Chaco, era un desierto de piso frío con tiras de papel celestes, blancas y amarillas colgando del techo. Todos estaban en clase: las vísperas del recreo. Luego de saludar al personal que trabaja en el colegio y guiado por la directora de la biblioteca, Mario Méndez se dirigió justamente a la Biblioteca Escolar N°299 Graciela Cabal. Detrás de un patio soleado, un portón de chapa y, adentro, un grupo de 70 chicos bien sentados –todos con sus camperas de la promoción: negras y violetas con un 17 en la espalda– esperaban la llegada del escritor que tanto habían leído en sus clases de lengua y literatura. Nacido en Mar del Plata en 1965, hoy es uno de los grandes nombres en el mundo LIJ. Escribió El monstruo de las frambuesas, El vuelo del dragón, Cabo fantasma y el libro de cuentos Bestias ocultas, entre otras obras, pero su personalidad es tranquila y relajada. En el marco del 22° Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura, fue invitado por la Fundación Mempo Giardinelli a sumarse a las actividades, entre ellas visitar colegios y dialogar con los más chicos.

Los alumnos de entre 11 y 12 años le hicieron a Mario Méndez todas las preguntas posibles
Los alumnos de entre 11 y 12 años le hicieron a Mario Méndez todas las preguntas posibles

Afuera de la escuela, en el barrio Provincias Unidas, el sol achicharraba las flores secas. Adentro y a la sombra, el clima era ideal. Cuando esa multitud infantil de entre 11 y 12 años lo vio atravesar el marco de la puerta, el silencio fue total. Camisa a cuadros arremangada, pantalón claro, zapatos marrones y barba candado. Un escritor bajaba del pedestal de la fantasía y se hacía presente en una escuela del barrio: los chicos estaban algo impactados, desde luego. Una de las maestras tomó la palabra y, con su acento chaqueño virtuoso y zigzagueante, lo presentó. En la pizarra blanca contra la pared, una cartulina amarilla contenía una breve pero contundente biografía de autor. Nombre completo, año de nacimiento y libros publicados. "¿Su decisión de escritor nació de la jornada escolar?" le consultó una niña luego de levantar la mano. Así empezó la charla, bien participativa, en formato de pregunta-respuesta: "Sí y no", inició; "…pero cuando terminé el secundario ya tenía el sueño de ser escritor". Estudió Letras pero abandonó, entonces se metió en el profesorado: su gran interés por dar clases, por estar en contacto con todos esos "sujetos en proceso de formación", volvía a tener hoy.

Imagen de un recreo en la escuela de Resistencia
Imagen de un recreo en la escuela de Resistencia

Los chicos, inquietos y curiosos, le preguntaban de todo: cuándo nació su vocación, si es una pasión o un trabajo, si lo apoyaron sus padres, cuál es su objetivo, qué autores lo influenciaron, qué libro suyo le gusta más, cuál le costó más trabajo elegir. Cada uno de estos interrogantes los respondía con soltura, interesado en el interés de los chicos, una conjunción de sorpresas y comunicación. "Mi finalidad es que ustedes se enganchen con la lectura", les dijo en un momento. Luego contó que empezó a escribir a los 18 pero que recién a los 28 le publicaron su primer libro y que "el miedo a la hoja en blanco es el miedo a la mente en blanco". Por su boca pasaron Robert Louis Stevenson, Horacio Quiroga, Andrea Ferrari, Franco Vaccarini, Laura Ávila. También habló de sus dos hijas –sus primeras lectoras–, su novela para adultos inédita que finalmente no verá la luz ("hay literatura que dura para siempre, como Caperucita Roja, y hay otra que envejece") y remarcó la importancia de la lectura: "Los chicos que leen tienen una ventaja: tienen más mundos donde vivir y la realidad se les ensancha".

Mario Méndez es uno de los autores invitados al 22° Foro de Promoción de la Lectura de la Fundación Mempo Giardinelli (Ana Portnoy)
Mario Méndez es uno de los autores invitados al 22° Foro de Promoción de la Lectura de la Fundación Mempo Giardinelli (Ana Portnoy)

Sobre el final, y luego de un ida y vuelta sin respiros, llegó el momento de la lectura. Méndez tomó Bestias ocultas y comenzó a leer "Noche de brujas", un cuento de muy buen ritmo sobre un antropólogo que, de viaje en Colombia, se encuentra frente a frente con el chupacabras. Mientras leía, la sala parecía un estudio de grabación. Por la gran concentración, los de adelante tenían la boca abierta, con la mandíbula cerca del pecho. Los de atrás, acodados a la mesa, apoyaban su cabeza sobre la mano para relajarse y perderse en la trama. La historia, como toda buena historia, no terminó bien: aunque el personaje logra acercarse a la mujer que le gustaba, nadie captura al monstruo que seguramente hoy continúa, en algún lugar del planeta, mutilando vacas, atacando niños y asustando adultos. Al momento de la descripción del horroroso animal, un grupo de chicas al costado, cerca de la ventana, se miraron y rieron, más por nervios que por gracia: el chupacabras parecía existir realmente. Entonces, cuando terminó, el aplauso fue unánime. ¿Cómo lograr que un grupo de niños de entre 11 y 12 años preste atención? Contándole una buena historia.

Los chicos hicieron manualidades para recibir al escritor
Los chicos hicieron manualidades para recibir al escritor

Finalizada la performance de Méndez, la avalancha infantil se le acercó a saludarlo. Firma de autógrafos, intercambio de ideas, felicitaciones, orientaciones literarias y una veintena de selfies. Como un rockstar tímido, dejó la biblioteca agradeciendo el recibimiento. Ya encaminado hacia la salida, el multiuso que hace una hora estaba desierto y mudo, era un griterío insoportable: niños saltando, corriendo, bailando, jugando al fútbol con una pelotita de trapo. "¿Cuánto hace que no venías a una escuela?", me dijo antes de atravesar la puerta y subirnos al remise que nos esperaba derritiéndose al rayo del sol. "El contacto con los chicos –completó–, saber qué piensan, qué leen, es fundamental, sino ¿qué sentido tendría?".

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