¿Es posible escribir una novela en seis palabras?

La leyenda dice que ese desafío fue recogido -con éxito- por Ernest Hemingway en los años en que “París era una fiesta”. Mito o verdad, leerla es admirar la belleza de la concisión

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Se atribuye a Hemingway la autoría de una emblemática novela de seis palabras
Se atribuye a Hemingway la autoría de una emblemática novela de seis palabras

En un almuerzo con amigos y colegas, en algún momento de los años 20 ó 30, el futuro autor de Por quién doblan las campanas se dice capaz de escribir una novela en seis palabras. Ante las risas sarcásticas de los presentes, Hemingway le pone atractivo al desafío: 10 dólares por cabeza; si él lo logra, se los lleva, si fracasa, paga el doble.

Sobre una servilleta, escribe su mini-novela. Los demás comensales leen: "For sale, baby shoes, never worn". Seis palabras que, en castellano, se hacen siete: "Se vende. Zapatitos de bebé. Sin uso".

Una tragedia en menos de un renglón y un texto que se ha vuelto "referencia en materia de estructura narrativa" y "ejercicio en cursos de escritura creativa", según la revista Slate.

Desde entonces, se le atribuye a Hemingway la autoría de esta micro-historia y hasta el haber dicho que era su novela más lograda. No había por qué ponerlo en duda, considerando el estilo conciso del autor de Adiós a las Armas y su apego a la attenuatio, o lítotes, esa figura retórica emparentada con la ironía y el eufemismo, que relativiza o atenúa el sentido, o bien afirma las cosas por la negativa: "No está nada mal"; "no fue muy inteligente de tu parte".

Pero, en el año 2013, el sitio Quote Investigator (un sabueso de las citas, que muchas veces terminan siendo atribuidas al autor equivocado) hizo un exhaustivo rastreo del origen de la novela en seis palabras para descubrir que la historia que se creía de Hemingway ya había sido publicada en una fecha tan temprana como 1906, cuando aquel era un niño de apenas 7 años.

Un sitio especializado en frases célebres rastreó la autoría de la mini-novela
Un sitio especializado en frases célebres rastreó la autoría de la mini-novela

En 1917, una revista literaria había publicado un artículo de William R.Kane sobre la potencia narrativa de las historias cortas, de muy significativo título: "Zapatitos. Nunca usados". Y, desde entonces, la mini-novela aparecerá sucesivamente en muchos textos de diarios y revistas.

No está claro que la impostura haya sido obra de Hemingway; más bien parece iniciativa de terceros seguramente bien intencionados. Por otra parte, él bien pudo haberla escrito, como se dijo, porque va con su estilo.

"Lo que vale, es la historia -escribe Elise Costa en Slate-. La historia, desgarradora, de un padre que no pudo nunca ponerle a su bebé los zapatitos que le había comprado. Desde un estricto punto de vista literario, se trata de una estructura narrativa sin errores. El ejemplo ideal de la potencia de la lítotes, de la cual Hemingway era el perfecto representante. Señalarlo como fuente del texto fue quizás un simple homenaje".

El experimento ha hecho escuela. Existe un sitio dedicado a autobiografías en seis palabras y la micronovela ya es un subgénero.

Hemingway en París (segundo desde la derecha)
Hemingway en París (segundo desde la derecha)

Del primero, podemos citar éste, muy logrado:

"Nixon childhood, Reagan teenager, hope finally." (Nixon niñez, Reagan adolescencia, finalmente esperanza), de Tonia Mohammed-Madejczyk, Northport, New York.

O bien, ya no en estilo autobiográfico: "Post-Valentine's Day, kisses going half price" (Día Post San Valentín, besos mitad de precio)

En respuesta a un desafío lanzado por el diario británico The Guardian, Helen Fielding escribió: "Dad called: DNA back: he isn't" (Papá llamó. Resultado ADN. No es él).

Uno de los beneficios de este divertimento es que puede servir para ejercitarse en la economía de palabras o, dicho de otro modo, en tomar conciencia de lo mucho que se suele incurrir en redundancias y sobre adjetivación, además de apreciar la potencia de la concisión. Lo bueno, si breve…

El estilo telegráfico del inglés se presta más a este tipo de juegos que las lenguas latinas, desde ya.

Sin embargo, entre nosotros, también hubo maestros de la sobriedad. Rodolfo Walsh, por ejemplo, dominaba el arte de decir mucho y muy profundo con pocas palabras, como en ese texto escrito al enterarse de la muerte de su hija: "Hoy en el tren un hombre me decía: 'Sufro mucho. Quisiera acostarme a dormir y despertarme dentro de un año'. Hablaba por él pero también por mí".

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