Acorralados, Los Monos repiten una estrategia del pasado: la violencia extrema

Esta semana atacaron la casa donde vivía un juez que los investigó. El trasfondo del atentado no parece ser la fortaleza sino la desesperación

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Ayer atacaron la casa donde vivía un juez que investigó a la banda narco (Foto: La Capital)

La secuencia de violencia explícita ligada a la Banda de Los Monos nunca había tocado a un miembro del Poder Judicial. Pero las cosas no pasan hasta que pasan. El atentado a balazos a la casa del presidente del tribunal que juzgó a la organización criminal rosarina es una advertencia a futuro que repite otras tantas del pasado. Cuando Los Monos se sienten acorralados, desfavorecidos u hostigados producen siempre los mismos mensajes. El trasfondo de este atentado no parece ser la fortaleza sino la desesperación. Desde principios de año los homicidios recrudecieron en Rosario junto a la evidencia de que esos delitos de sangre -pero sobre todo de los negocios que los explicaban- se tramaban desde la cárcel.

La semana pasada, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich empezó a presionar para que los cabecillas de los grupos encarcelados fueran trasladados a prisiones fuera de los límites santafesinos. Algo que las autoridades de seguridad de la provincia venían pidiendo desde el año pasado. La conclusión era que los grupos más conflictivos para bajar sus órdenes de acción extramuros usaban menos los celulares que los contactos con las visitas.

Fue así que se dispusieron órdenes de traslado a unidades federales para Ariel Guille Cantero, condenado a 22 años de prisión hace dos meses como líder de Los Monos, y a Emanuel Chamorro, uno de sus brazos históricos. Sus abogados resistieron con planteos de hábeas corpus que fracasaron. El último revés lo dictó el Tribunal Federal Oral 3 de Rosario. Horas después la casa donde había vivido el juez Ismael Manfrin fue acribillada con siete balazos. El magistrado se había mudado de esa vivienda al terminar el juicio, donde ahora residen un abogado con su esposa y dos hijas. Que el objetivo era Manfrin quedó ratificado porque un rato antes habían baleado el frente de otra casa a diez cuadras de allí. En ella había vivido el juez ocho años antes y su nombre aún figuraba en guía.

En 2013, la muerte a balazos del líder de Los Monos, Claudio Pájaro Cantero, desató un torbellino de sangre en la ciudad, que alcanzó ese año su pico de homicidios. La desaparición del cerebro de la mayor banda de Rosario descalabró un sistema de reglas que había mantenido una regulación implícita, donde cada banda prevalecía en su zona con estructuras de relativa paridad, pero todas en precaria armonía en el común reconocimiento de que Los Monos eran los más fuertes. Eso inició una cadena de matanzas sin que ningún actor fuerte surgiera . A los grupos que buscaban el predominio les faltaba sofisticación pero les sobraba descaro. El momento extremo de esa temeridad también lo marcó, como ayer, el atentado a tiros contra una casa: la del entonces gobernador Antonio Bonfatti, que un viernes de octubre de 2013 miraba un partido cuando tres balazos se incrustaron en la pared del living. Anoche dos de los balazos que estaban destinados al juez Manfrin también entraron a la casa.

Ezequiel Machuca, integrante de la banda delictiva “Los Monos” y conocido como “Monchi” Cantero

Cada vez que Los Monos ven tocados sus intereses aparece una violencia de máxima visceralidad. Esas réplicas han estado siempre recubiertas por un velo fantasmal: parece obvio de dónde vienen, pero no es tan fácil probarlo. Ese tipo de acciones fueron preparadas por un camino hecho de impunidad que durante años impregnó a este grupo de un sentimiento de invencibilidad. Eso cambió con el juicio que en marzo condenó a 19 personas como integrantes de la banda de Los Monos. Pero durante muchos años los que hacen esto sintieron que embestidas así no tenían costo porque el sistema penal santafesino no los tocaba.

El ataque de ayer se inscribe en una cadena de hechos similares que conjuga la misma lógica. El perjuicio para la banda del extremo sur rosarino se traduce en ataques a balazos que a menudo no se sabe de dónde vienen. En apretado resumen:

* Los tres acusados de matar al "Pájaro" Cantero en 2013 fueron absueltos en un juicio oral por falta de evidencia. El juicio no obstante pareció celebrarse en la calle. Los padres de los tres acusados fueron asesinados en 18 meses. Se llamaban Rubén Muñoz, Miguel Ángel Damario y Rubén Bassi. Ninguno de estos hechos fue esclarecido.

* El abogado Jorge Bedouret renunció por decisión personal a la defensa de la familia Cantero en abril de 2016. A fines de mayo una persona lo citó por teléfono para una consulta legal en un paraje rural sobre la Ruta 18, a 20 kilómetros de Rosario, y le pegó cuatro tiros. El Ministerio Público de la Acusación tiene constancias de que inmediatamente antes y después del atentado un teléfono conectado con el celular desde el que convocaron a Bedouret a esa reunión recibió al menos diez comunicaciones desde la cárcel de Rawson, donde en ese momento estaba Guille Cantero. El ataque a tiros contra el abogado está impune.

* La Procuración de la Corte de Santa Fe impulsó un acuerdo de juicio abreviado contra 14 miembros de Los Monos que fue rubricado por las partes en 2015. Pero tres jueces de sentencia decidieron no refrendarlo para la incongruencia entre la historia del caso y las bajas penas impuestas a tres de los imputados, entre ellos Guille Cantero. De hecho a Guille le daban en ese abreviado 8 años pero en el juicio regular por los mismos delitos recibió casi tres veces más pena. Días después la sede de la Procuración en Santa Fe, que había acordado ese pacto más beneficioso para los imputados finalmente caído, apareció acribillada a balazos. Nunca se supo nada de los autores.

* El juez de sentencia Edgardo Fertitta, que tiene su despacho al lado del juez cuya casa fue baleada ayer, fue amenazado de muerte cuando por cuestiones legales negó un traslado hacia Rosario desde la cárcel de Rawson en Chubut a Guille Cantero. Frente a la negativa el 19 de agosto de 2016 sonó el despacho del juez y una pasante lo atendió. "Soy Guille Cantero y decile al juez que se meta el traslado ya sabe dónde y que lo voy a matar". A esa misma hora una cámara del presidio chubutense lo filmó a Guille hablando por el teléfono público del penal. En agosto pasado un fiscal pidió siete años de prisión en su contra por coacción agravada.

“Guille” Cantero (www.lacapital.com.ar)

Un veterano policía que participó como testigo en el juicio a Los Monos dijo una vez: "Estas personas están muy golpeadas porque hay mucha prueba contra ellos y ahora hay decisión de avanzar en su contra. Pero cuidado, porque los gatos cuando son encerrados saltan a la cara".

Este tipo de acciones engarzadas crean un escenario de miedo. También había miedo cuando allegados directos a Los Monos en la inminencia del juicio trasladaban mensajes nunca del todo explícitos pero cargados de sentidos a jueces, fiscales, secretarios penales y periodistas respecto de las expectativas de los imputados, sobre qué cosas les caían bien y cuáles mal. Mensajes elocuentes que emitidos desde cercanías a los que son capaces de acciones violentas tenían un propósito oblicuo aunque claro. Generar amedrentamiento.

Esto de ahora también es un mensaje rotundo. El atentado al juez que condenó a Los Monos, como en su momento el que tuvo como blanco al gobernador, buscan crear incertidumbre sobre la autoridad que fija límites, abrir preguntas sobre la auténtica capacidad de control de un territorio. Esto mismo estaba en el corazón de la hipótesis que llevó a juicio a esta banda. El juez Juan Carlos Vienna dijo al procesarlos hace cuatro años que la razón de ser de esta asociación ilícita consistió en provocar y usufructuar un territorio liberado mediante la imposición del miedo y con una organización sistemática de la violencia con el objetivo de hacer negocios económicos.

Ese miedo nebuloso que sirvió hace quince años para disciplinar a los vecinos de Las Flores, que sabían lo que les esperaba si contaban lo que pasaba, reaparece en el atentado al juez. Fue el mismo que hizo que testigos del juicio desertaran en masa o tuvieran que ser buscados por la fuerza pública. El miedo tiene sentido estratégico y produce un residuo disciplinario: obtener obediencia a partir de la violencia. Cuando la mafia italiana necesitó influir en el proceso político porque sus líderes como Toto Riima eran encarcelados, sólo le quedó un medio de hacerlo: el terror. Con los asesinatos de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borellino llegaron a un extremo que todavía en Argentina parece improbable. Pero ayer en Rosario la casa donde hasta hace dos meses vivió un juez fue atacada con ráfagas de nueve milímetros y los disparos terminaron adentro. El desafío está plantado. Justo unas horas antes de que el gato acorralado marchara rumbo a una cárcel federal chaqueña.