El pueblo en el que plantaron a mano un bosque entero y tiene un museo con un árbol de 1.200 años

En Huinganco, localidad conocida como el “Jardín de la provincia de Neuquén”, funciona un vivero provincial que detuvo el éxodo de los pobladores. Luego descubrieron un ciprés que data del año 800 y se convirtió en un gran atractivo turístico. El testimonio de Isidro Belver, fundador del Museo del Árbol y la Madera, y de Flavia Saso, encargada de las visitas guiadas

Guardar

Nuevo

En una localidad de aproximadamente 1100 habitantes surgió el primer bosque comunal del país y luego innovaron con un museo (Fotos: Gentileza Flavia Saso)
En una localidad de aproximadamente 1100 habitantes surgió el primer bosque comunal del país y luego innovaron con un museo (Fotos: Gentileza Flavia Saso)

En Huinganco, localidad del partido de Minas de la provincia de Neuquén, hace casi 30 años abrieron las puertas del Museo del Árbol y la Madera. El descubrimiento de un ciprés de 1.200 años de antigüedad fue el puntapié para crear un espacio donde se pudiera exponer una rodaja del ejemplar más longevo de la Cordillera del Viento, junto a otros troncos petrificados, variedades de las especies autóctonas, y herramientas que dan cuenta de los eventos históricos que transcurrieron. De ingreso libre y gratuito, la sala se encuentra en el mismo predio que el Vivero Provincial, emblema del lugar.

A 470 kilómetros de la capital neuquina, sobre el margen izquierdo del Río Neuquén, se ingresa a la localidad también conocida como el “Jardín de la provincia”, que recibe a sus visitantes con un cartel de letras celestes que destacan en medio del Valle Encantado, y un boulevard que invita a conocer su historia. Se llega a través de la Ruta Provincial Nº 43, y las Rutas Nacionales Nº 22 y 40 hacia el norte. Viven alrededor de 1.100 habitantes, cifra que incluye a las familias del paraje Butalón Norte, y la comunidad se ha reinventado varias veces, con un gran sentido de pertenencia y el deseo de que todo el que pase por allí tenga ganas de regresar.

Te puede interesar: El pueblo que nació con la fiebre del oro y se ilusiona con ganar un concurso internacional de turismo

En la década de 1960 hubo un importante éxodo poblacional que dejó en evidencia la imperiosa necesidad de crear fuentes de trabajo, pero la comunidad no se rindió. La caída de la explotación minera y la merma de la producción de ganado potenciaron la retirada de los pobladores, que iban a otras ciudades en búsqueda de oportunidades. Desde hacía varios años, don Temístocles Figueroa y su hijo, Rogelio Figueroa, buscaban alternativas, y hoy los residentes los consideran “visionarios”, por su capacidad para proyectar el vivero que cambió el rumbo del pueblo y lo hizo resurgir.

El ingreso al Vivero Provincial Huinganco, cuyo lema es "Sembrando esperanzas", activo desde 1968
El ingreso al Vivero Provincial Huinganco, cuyo lema es "Sembrando esperanzas", activo desde 1968

El primer bosque comunal del país

La idea de tapizar las laderas de las montañas, casi desérticas hasta ese entonces, representaba la voluntad de progresar, y reactivar la economía con posibilidades laborales para los obreros forestales. En 1968 se fundó el vivero como una iniciativa comunitaria en la que todos aportaban, y al principio fueron seis hombres, luego ascendió a 80 y más tarde se duplicó a 160 para continuar con la plantación de coníferas. Además favorecieron la recuperación de especies autóctonas como los huinganes, cipreses y maitenes.

Te puede interesar: La historia del pueblo de 230 habitantes rodeado por un millón de árboles y cómo superó el paso de un tornado

La producción fue en aumento, y con 3.700 hectáreas cultivadas se convirtieron en el primer bosque comunal del país, y pronto siguieron su ejemplo otros municipios cercanos. Árbol por árbol, los trabajadores llevaron una a una las plantas para forestar la cordillera -con un promedio de 2.000 árboles por trabajador-, se ayudaban y cuidaban mutuamente cada nuevo ejemplar que se sumaba al bosque simétrico. Con los años, aquellos pinos dieron la materia prima necesaria para crear nuevos puestos de trabajo en carpinterías y aserraderos, que junto a la piscifactoría, y los cultivos de frutas generaron la apertura de una fábrica de dulces artesanales.

La imagen panorámica de la localidad cambió por completo gracias al trabajo de los obreros forestales, que durante 50 años mantuvieron su tarea
La imagen panorámica de la localidad cambió por completo gracias al trabajo de los obreros forestales, que durante 50 años mantuvieron su tarea
Una vista aérea de las plantaciones de pinos realizadas por la mano del hombre en Huinganco
Una vista aérea de las plantaciones de pinos realizadas por la mano del hombre en Huinganco

“Puro esfuerzo y constancia, porque hasta en días de helada iban al pie de los cerros cargando los plantines al hombro, y sin ellos no habría sido posible”, expresa Don Isidro Belver, personalidad destacada en Huinganco por su aporte a la cultura y la creación de escritos y material inédito sobre la historia neuquina. Nacido en Andalucía, a los 5 años llegó a Cutral Co junto a su madre. Arribó en 1952, tras la posguerra, y su padre ya los estaba esperando y les había mandado los pasajes en barco desde lo que llamaba “la Argentina soñada”.

Al terminar sus estudios continuó su formación en Fortín Mercedes, Provincia de Buenos Aires, donde siguió su vocación de sacerdote en el Colegio de los Salesianos. Luego se recibió de maestro, y tras varios años se replanteó su proyecto de vida. “Mi preocupación siempre fue por qué Neuquén no tenía libros y escritos que relataran y difundieran la historia de la provincia”, comenta. Decidió dejar el sacerdocio, y se dedicó de lleno a la docencia en Huinganco y Andacollo. Más de 20 años después de la inauguración del vivero, fue él quien se dejó llevar por la curiosidad y se sorprendió cuando supo el valor de lo que había encontrado.

Isidro Belver, historiador cuya obra fue nombrada Patrimonio Cultural de la provincia de Neuquén por sus aportes en la biblioteca virtual "Neuteca"
Isidro Belver, historiador cuya obra fue nombrada Patrimonio Cultural de la provincia de Neuquén por sus aportes en la biblioteca virtual "Neuteca"

Te puede interesar: La maestra que vive en una escuela rural: 8 alumnos, auxiliares que caminan en la nieve y 100 años de historia

“Fue una gran casualidad, porque yo había estado trabajando como maestro en una escuela cercana, hice un cambio para trabajar en la educación de los obreros forestales. Un buen día uno de ellos me trajo un trozo de ciprés de la cordillera, que era bastante grandecito, y como soy medio carpintero se me dio por alisarlo, lijarlo y pulirlo hasta dejarlo casi como vidrio”, revela. Cuando terminó el corte se dispuso a hacer una de las cosas que más le apasionaba: contar los anillos del ejemplar, para conocer su origen histórico.

“Además de que cada anillo es un año de vida del árbol, es un verdadero libro abierto, porque ahí está la historia del ambiente que lo rodeó, si los anillos crecen apretados fueron años muy malos de sequía, si está espaciado es porque hubo bastante agua y lluvia, y así se va especulando qué pasó a su alrededor”, detalla. Asombrado, al ver que había más de los que podía contar a simple vista, trajo una lupa y luego otra más que colocó encima para tener la mayor precisión posible. “Llegué a contabilizar más de 1.200 años, resultó ser un tesoro viviente que era como para guardarlo, refugiarlo y hacerle una casita”, sostiene.

El abuelo de los árboles neuquinos

Don Isidro tiene 78 años, y con simpatía aclara: “Y bien cumplidos, con ganas de que no pase el tiempo, pero el DNI no miente”. Además de su carisma, espíritu alegre y carcajada contagiosa, lo caracteriza la bondad de ofrecer su sapiencia, y siempre está escribiendo nuevos aportes para dejar asentados en la biblioteca virtual que creó, a la que bautizó “Neuteca”, un sitio web de acceso libre para todo el que quiera aprender. “Las cosas que no se comparten se pudren, lo que llegue a saber, lo comparto. Así nació el museo, por el deseo de dar a conocer ese tronco que casualmente tiene la forma de la provincia de Neuquén”, confiesa sobre el ejemplar que está considerado el “abuelo de los árboles neuquinos”.

La estrella del Museo del Árbol y la Madera tiene la forma de la provincia de Neuquén y se extrajo de un ejemplar de Rahueco, volteado por una tormenta en 1989
La estrella del Museo del Árbol y la Madera tiene la forma de la provincia de Neuquén y se extrajo de un ejemplar de Rahueco, volteado por una tormenta en 1989
Además de la rodaja de ciprés más antiguo, que data del 800 D.C, también se exponen otros troncos petrificados
Además de la rodaja de ciprés más antiguo, que data del 800 D.C, también se exponen otros troncos petrificados

Como empleado del vivero en el staff docente, habló con su jefe, don Rogelio Figueroa, y deslizó la idea: “Qué lindo sería hacer un museo para mostrar esto y los otros troncos”. El lugar elegido fue un alero que se había agregado a la construcción original que hasta ese momento se utilizaba como depósito de herramientas. El 27 de septiembre de 1993 abrieron las puertas al público, en el marco de la primera Fiesta del Obrero Forestal.

El mismo día de la inauguración plantaron en la entrada un pequeño ciprés que trajeron de la cordillera, que cumple años a la par de la institución. “Tiene tres décadas y ya produce semilla, todo eso da una hermosa satisfacción, porque quiere decir que no estamos pasando por gusto nomás por este mundo”, celebra. Con sinceridad reconoce que tuvo miedo de que la propuesta no tuviese éxito, porque en aquel entonces se convirtieron en el primer Museo del Árbol y de la Madera del país, una vez más, con el sello del espíritu pionero. “No sabíamos si iba a gustar o si quizá solo nosotros estábamos muy entusiasmados, pero cuando vimos que venía cada vez más gente confirmamos que había algo más, que era interesante y así se fue haciendo famoso”, destaca.

El museo funciona desde el 27 de septiembre de 1993, y este año cumplirá tres décadas de aniversario
El museo funciona desde el 27 de septiembre de 1993, y este año cumplirá tres décadas de aniversario

Rescataron los troncos caídos que encontraban durante los trabajos de forestación, empezaron a lijarlos y regalarlos como souvenir para los turistas, una tradición que conservan hasta la actualidad. Isidro cuenta que investigó más a fondo y encontró testimonios de la existencia de un bosque de cipreses desde 1756, en escritos donde un grupo de jesuitas proyectaba llevarse los troncos por el Río Neuquén. “También supe de un estudio que hizo un equipo de ingenieros forestales canadienses y norteamericanos, que habían revisado todos los glaciares de América y la supervivencia de árboles a lo largo de los Andes y aseguraban que los ejemplares vivos de cipreses de Huinganco pueden tener más de 1500 años de antigüedad”, indica.

Al ser conscientes del patrimonio natural y cultural que tenían frente a sus ojos, fomentaron la creación del primer monumento forestal nacional de Cañada Molina, actual Área Natural Protegida, ubicada a 5 kilómetros de la localidad, donde se encuentran los árboles vivos más antiguos del hemisferio sur. “No sé qué no hicimos en aquella época”, admite entre risas por todas las iniciativas en las que participó la comunidad.

Con una vista única del mítico cerro La Corona en el exterior, en el interior hay una exhibición de elementos únicos de distintos momentos de la historia
Con una vista única del mítico cerro La Corona en el exterior, en el interior hay una exhibición de elementos únicos de distintos momentos de la historia

Un legado por delante

Desde la apertura en 1993 hasta su jubilación en 2008, Isidro trabajó en el museo. Antes de empezar con aquel legado, allá por 1981 se casó con Yoli, nativa de Huinganco, que trabajaba en la fábrica de dulces tradicionales. “Siempre todo lo que escribía se lo mostraba a ella y de acuerdo a lo que me decía me daba cuenta cómo venía, si tenía que corregir algo, me ha apoyado toda la vida y sin ella no habría logrado nada, le debo un eterno agradecimiento”, expresa, y cuenta que cada vez que volvía de trabajar le traía una flor de las plantaciones, y ella las guardó en una inmensa colección. “Una vez era pleno invierno, no había ninguna rosa y le traje una piedra más o menos linda, que también guardó”, dice entre risas.

En cada visita guiada del museo desplegó todos sus conocimientos, tanto sobre los distintos tipos de madera como de forestación, y agradece que anteriormente había acumulado experiencia al ser maestro de la escuela de Charra Ruca, la primera con orientación forestal de jornada completa de la zona, donde con la ayuda de los alumnos creó el primer diccionario del toponimia de la región. Con esa misma impronta didáctica se le ocurrió hacer una línea de tiempo con los anillos de la histórica rodaja del ciprés que está en exhibición.

“Durante una de las visitas de alumnos de escuelas para hacerlo más gráfico les empecé a preguntar cuándo fue que vino Cristóbal Colón, cuándo fue la Revolución Francesa, y así seguimos; después elegimos las más representativas para señalizarlas en el tronco, y marcamos algunas, como el 800 D.C, la estimación de cuándo data el árbol, el descubrimiento de América en 1492 y la declaración de nuestra Independencia en el 1816″, describe. Esa misma representación es la que permanece en la exposición, y ahora quien lleva las riendas de las visitas guiadas es Flavia Saso, oriunda de la localidad.

Los cortes de las distintas maderas, una de las caretillas más antiguas que utilizaban los pirquineros y los llaveros hechos con rodajas de ciprés
Los cortes de las distintas maderas, una de las caretillas más antiguas que utilizaban los pirquineros y los llaveros hechos con rodajas de ciprés

Flavia trabaja en el Vivero Provincial Huinganco desde hace 16 años, y hace cinco es la encargada del museo. “Me lo propusieron y me gustó la idea, aunque era algo nuevo para mí, que hasta ese momento había estado más que nada en la parte de plantaciones y mi marido trabaja hace 40 años en el vivero también”, revela. Ella lleva un registro de visitantes, y cuenta que han recibido hasta 40 personas por día, pero el ingreso varía según la temporada. “Hay meses que tenemos 300 turistas que vienen, y otros donde puede haber menos”, agrega.

En octubre y noviembre suelen recibir a delegaciones de distintas escuelas y también a grupos de jubilados que deseen disfrutar del tour. “Hacemos las visitas guiadas completas, mostrando también el vivero, la carpintería que tenemos, todas las actividades que se hacen, las primeras herramientas utilizadas por los mineros, las carretillas que se usaban, diferentes maderas, piedras moledoras de trigo, rueda de piedra del primer trapiche aurífero de la zona, y un recorrido por la historia de Huinganco y los primeros forestadores”, enumera.

Además del ciprés que plantaron en la inauguración, cuenta que frente a la entrada hay un huingán, árbol nativo de la zona, que le da el nombre a la localidad. Cada detalle tiene un motivo y un significado que denota la constancia y el cariño que siente por el lugar de cada uno de los trabajadores del vivero. En esta época del año el museo abre en el horario administrativo de 8 a 15, y cada visitante que pase por allí se lleva un presente. “Les damos un sobre hecho a mano, que tiene unas rodajas de madera adentro, un imán que dice Museo del Árbol y la Madera, folletería antigua y actual, con leyendas y poesías de Huinganco, como souvenir de la experiencia”, detalla.

Los imanes que entregan como presente a los visitantes al final del tour en el Museo del Árbol y la Madera de Huinganco
Los imanes que entregan como presente a los visitantes al final del tour en el Museo del Árbol y la Madera de Huinganco
Algunas de las artesanías en el sector de venta al público (Fotos: Gentileza Flavia Saso)
Algunas de las artesanías en el sector de venta al público (Fotos: Gentileza Flavia Saso)

También tienen un sector de venta donde ofrecen las artesanías que fabrican, como portasahumerios, lapiceros, y llaveros que realizan en la carpintería. “Siempre hay algo más por aprender, y cada vez que tengo una duda llamo a don Isidro para preguntarle”, comenta Flavia, la actual guardiana del legado que busca promover y rescatar las iniciativas culturales de la localidad.

Más de una vez Huinganco fue tierra de sueños, tanto para los pirquineros que fueron en busca de las preciadas pepitas de oro, como para los obreros forestales que plantaron uno a uno los árboles y lograron embellecer las laderas de la Cordillera del Viento. El esmero dio como fruto la victoria, que esta vez tiene aroma de pino, y representa una lección de compañerismo, paciencia y solidaridad aún en los tiempos más desventurados.

Seguir leyendo:

Guardar

Nuevo

Últimas Noticias