Laura Laprida es actriz, modelo y radióloga, reconocida por su trabajo en televisión, cine y series tanto en Argentina como en el extranjero. Alcanzó notoriedad por su papel de Paula en la miniserie Historia de un clan (2015), emitida por Telefe. A lo largo de su carrera intervino en producciones como Casi Ángeles, Jake & Blake, Solamente Vos, Los ricos no piden permiso, Golpe al corazón, Millennials y Campanas en la noche, así como en varias películas argentinas.
Laura pertenece a una familia reconocida en el ambiente artístico: es hija de María Eugenia Fernández Rousse, una de las Trillizas de Oro, ícono de la televisión argentina, lo que la vinculó desde joven al mundo del espectáculo. Además, se formó como radióloga y llegó a ejercer en el Hospital Fernández en la Ciudad de Buenos Aires antes de dedicarse por completo a la actuación.
En 2020, Laura se estableció en Madrid, España, donde continúa desarrollando su carrera y participa en proyectos internacionales para plataformas de streaming. En agosto de 2025 tuvo a su primer hijo, Otto, junto a su esposo, el diseñador industrial y fotógrafo Eugenio Levis.

—Hoy te tenemos acá feliz en Buenos Aires, pero estás instalada cien por ciento en España, ¿verdad?
—Sí, yo estoy instalada en España. Pero también voy donde esté el trabajo. Estoy muy conectada acá con mis representantes y hablamos si hay posibles trabajos que puedan llegar a traerme de nuevo al país.
—¿Cómo surge la idea de emigrar?
—Surgió en pandemia. Yo igual tuve siempre esa idea de probar mi carrera en el exterior. Mi primer objetivo era Los Ángeles, pero en ese momento estaba todo muy hostil y yo no tengo papeles y toda la parte burocrática es un poco más difícil. Y como acababa de sacar la ciudadanía italiana... Mi papá lo decidió (risas). Como mi prima se había ido seis meses antes a Madrid con el marido y su hijo, mi padre en plena pandemia me dice: “Vos te tenés que ir a Madrid”.
—O sea, él te empujó a irte.
—Claro, Eugenio, mi marido, que tiene su empresa de muebles, había renunciado a su puesto y dijo: “Estoy más tranquilo”. Y yo le dije: “¿Ahora nos podemos ir a vivir afuera?” Y él no me dijo nada en ese momento. Me enteré al día siguiente por mi suegra que me llamó y me dijo: “Así que te vas a vivir a Madrid”.
—O sea, él lo contó. Pero a vos no te dio ninguna confirmación.
—No me dio el okay. Y dije: “Bueno, nos vamos a Madrid”. Y así fue. Nos fuimos en diciembre del 2020. Fuimos a pasar Año Nuevo allá. El mundo era un caos. El aeropuerto fue terrible. La despedida de mis padres que no pudieron entrar a despedirlos fue duro...
—¿Qué búsqueda sentís que estaba detrás de esa decisión? ¿Solo la laboral o había alguna otra cuestión?
—Siempre hay otras cuestiones atrás de las decisiones que tomamos. Un poco personal, también como pareja. Eugenio acababa de renunciar a su trabajo y de repente nos encontramos los dos en una ciudad nueva.
—¿Una pareja de cuántos años en ese momento?
—Nos casamos en marzo del 2020 por civil y la fiesta me quedó colgada por la pandemia. Y yo estaba hace cuatro años con él. Y ahí nos fuimos a vivir a Madrid. Él se levantaba a las seis de la mañana todos los días y volvía a las nueve de la noche del trabajo porque trabajaba lejos. Y de repente nos encontramos en otro país. Había una búsqueda de él también, porque no era solamente lo laboral para mí. Y todo empezó a fluir. El objetivo era estar un año. “Vamos a probar un año, a ver qué pasa, a ver si puedo conseguir trabajo, a ver si me puedo integrar”, dije.
—Pero vos acá laburás bien como actriz...
—Sí. Incluso me tuve que bajar de proyectos por decir: “Me voy a Madrid”. De repente te tentaban con algo y yo decía: “No, me voy a Madrid, me voy a Madrid” porque tenía las cosas dadas para hacerlo en ese momento.
—Tenías mucha convicción de esa búsqueda.
—Sí, fui muy determinada. Y cada vez era: “Intentemos un año más, intentemos un año más, intentemos un año más”. Y así nos quedamos.
—Y ese primer año de prueba se convirtieron en seis años y en un bebé.
—Sí. Mi hijo, el españolito.
—¿Y enseguida encontraste laburo?
—Sí, al mes yo ya estaba trabajando en Barcelona, Girona, Valencia porque se rodaba todo en la parte de la costa. Y empezamos a hacer amigos argentinos allá, también tengo amigas españolas que he conocido en cursos, porque sigo como formándome actualmente con directores de casting…

—¿Qué es lo que más extrañas o lo que más te dolió dejar para para ir en búsqueda de esta nueva etapa?
—Lo que me sigue doliendo y lo que sigo extrañando es mi familia, mis sobrinos. No viví el embarazo de mi hermana. Mi hermana más chica ahora tiene dos hijos. Pero mis otros sobrinos crecen, terminan el colegio…
—Cómo a través de ellos nos damos cuenta del paso de la vida, ¿no?
—Totalmente. El otro día me mandaba mi hermana más chica que se egresó mi sobrino de 18 años y yo lloraba en Madrid mirando eso. No puedo creer que no estoy, no puedo creer que ya tiene 18 años. ¿En qué momento pasó todo esto y es un adulto? Mi hijo tiene cuatro meses y se lleva tantos años con su primo. Pasa que mi hermana quedó embarazada cuando muy chica tenía 22 años y yo tenía 17 años cuando me convertí en tía. Entonces a mí este bebé, el que tengo yo ahora, no me agarra re primeriza porque aprendí muchísimo de mis sobrinos, tengo mucha cancha con los bebés. Y la verdad que me manejo súper. Cuando me preguntaban, ¿cómo estás con la maternidad? Joya. Porque vengo de esa experiencia.
—Más allá de que iniciaste trabajando como modelo desde muy chica y después como actriz, si hoy tuvieses que decirle a alguien que no te conoce quién sos, ¿cómo te describirías?
—Soy muy sensible, muy empática. Tengo mi defecto y mi virtud que es la misma: soy muy buena. Y soy actriz, soy artista, soy también “hija de”, siempre fui “hija de”, pero de alguna manera supe separarme de ese título, aunque a la gente y a la prensa le encanta decir: “Laura Laprida, la hija de bla bla bla” y cargarme con títulos. Soy muy independiente. Me encanta mi independencia, más allá de que tengo una familia súper apegada…
—Se los nota muy unidos.
—Somos muy unidos. Yo me crié con mis primos casi como hermanos. Entonces, tenemos un grupo de todos los primos, de las primas mujeres, del clan trillizas. Estamos todo el tiempo juntas, todo el tiempo conectadas. Y soy actriz, artista y escribo también.
—Mucha gente no sabe que escribís.
—Sí, escribo. De hecho, hice teatro en España por primera vez y estaba embarazada. Yo estaba estrenando, estaba embarazada y no lo sabía. Y pasé todo el primer trimestre embarazadísima, quedándome dormida, las luces me mataban y yo estaba ahí, que no podía contar que estaba embarazada, porque viste que no contabas en el primer tiempo. Y cuando terminé el teatro dije: “Bueno, tengo tiempo para empollar” y escribí una peli. Porque en pandemia hice un curso de guion y siempre tuve como facilidad para escribir, soy muy creativa, soy pisciana. Y de repente empecé y escribí un guion, escribí una peli, la pulí, la presenté y la estoy presentando en España. Y acá también estuve charlando con algunos directores presentándosela, a ver cómo surge todo. Y la verdad que está muy bien. Aparte tengo otros proyectos que también vengo moviendo en España, más allá de ser actriz.
—Mencionabas que hay una necesidad de referirse a vos como contando el árbol genealógico. Quizás es trillado preguntarte si en algún momento te pesó, pero ¿renegaste un poco de eso? ¿Intentaste hacer un esfuerzo mayor para terminar lograr ese desapego?
—Sí, porque ¿sabes lo que pasa? Con todo el tema que nos pasó en mi familia, que yo tuve una hermana que falleció hace un par de años, cada vez que sacaban una nota mía, ponían una foto con mi hermana. O ponían el título: “Laura Laprida, la hija de la trilliza de oro que perdió una hermana”. Es como que de repente empezás a tener más títulos atrás y decís: “loco, yo soy Laura Laprida actriz”. Yo sé que la gente le interesa todo esto, pero por favor, no. Y te juro que sigo luchando y cada vez que me hacen una nota es por favor, no nombren a mi hermana porque por ahí sacan contextos de notas viejas. Y decís: “¿Qué necesidad?”. Sí, reniego un poco de algunas cosas.
—Y es reeditar una parte que quizás te conecta más como con un dolor en lugar del recuerdo de todo lo lindo vivido, ¿no?
—Totalmente. Entonces es como decir: “¿Hasta cuándo?” Y me pasó mismo en España, ¿eh? Tuve que hacer una nota y me han sacado el título así… Entiendo que vende y que la gente le gusta un poco el morbo. Pero no está bueno.
—Y vos encaraste tu maternidad después de esta pérdida. ¿Cómo se sigue?
—Sí y me costó muchísimo. ¿Cómo se sigue? Mirándole la cara a mis sobrinos y decir: “Yo acá no me puedo caer”, porque mis sobrinos eran muy chicos. Y mi cuñado, lógicamente estaba muy golpeado, habiéndose quedado solo con los dos chiquitos y tuvimos que, con mi hermana más chica, salir a...
—Aparte también tenés una madre, o sea, una abuela, que quedó destrozada.
—Destrozada. Padres destrozados y nosotras, mi hermana y yo mirándonos y diciendo: “Acá tenemos que hacer un paso adelante nosotras”. Chat de mamis, colegio, uniforme, todo… La más chiquita, que es mi ahijada, tenía cinco años y el más grande 10. Eran muy chicos.
—Hablábamos recién de que te convertiste en mamá después de esta pérdida y me dijiste: “Sí, me costó mucho”.
—Porque yo sentí que había dado absolutamente todo por mis sobrinos en cuanto a maternar, preocupándome si tienen tos, si tienen fiebre, si despertarlos a la noche para darle el antibiótico. Y decís: “No puedo con esto y son mis sobrinos. ¿Yo aparte tengo que pasar por esto con uno mío?“. Aparte el miedo de que por ahí me pase algo parecido a lo que le pasó a mi hermana. Entonces, ese miedo de dejar unos hijos me tenía bastante paralizada.
—Me interpela mucho lo que decís, porque yo creo que cuando uno se convierte en mamá o en papá deja de pensar en uno. Pero también es como que hay algo de que no querés que te pase nada, no por vos sino por tus hijos.
—Totalmente. Cuando me convertí en mamá dije: “Lo importante que soy para este bebé”. La necesidad que tiene este niño de mí y cómo mis sobrinos se quedaron “sin”. Y eso me partió y me sigue partiendo al día de hoy y no puedo creer que les falta.

—Los chicos siguen adelante gracias al amor y la red familiar, pero el mayor dolor es pensar en una mamá que se va tan joven y en la angustia de dejar a sus hijos. Esa ecuación, cuando hay chicos de por medio, se siente profundamente injusta.
—Sabes que yo pensaba lo mismo y mi suegra, que no es una persona muy sensible, en su momento me dijo: “¿Qué madre se va sin saber dónde está dejando a sus chicos? Tu hermana se está yendo porque sabe perfectamente que los chicos van a estar bien con ustedes”.
—Se va tranquila.
—Se va tranquila. Y me dijo: “Vos quedé tranquila porque ella se va tranquila por ustedes con los chicos”. Y yo dije: “Okey, tenemos que salir a pelear esta batalla”. Me pareció muy sabio y me lo dijo con mucha convicción.
—¿Y quedaste temerosa? No me refiero a tu parte de mamá, sino como mujer.
—Sí, quedé más temerosa y un poco más alerta. Me hago los estudios un poco más seguido de lo que preferiría. Y siempre que voy a hacerme estudios estoy un poco más alerta, más ahora que soy mamá. Aparte siento una responsabilidad de que mis padres no pueden volver a pasar por lo que pasaron. Mi hermana no puede volver a pasar por esto. Esto no lo sabe mucha gente, pero el día que nos dicen que mi hermana se va a ir, mi mamá se quedó en el hospital con mi tía y yo me fui con mi papá porque no lo quería dejar solo. Y ahí tuve una charla con él, porque yo siempre tuve miedos de la maternidad, de tener hijos. Y le dije: “En esta situación que te está pasando, ¿te arrepentís de haber tenido hijos?” Y mi padre se me queda mirando y me dice: “¿Sabes lo que pasa? Tener hijos es una apuesta, es un 50 y 50. Esto no debería pasar. A mí tu hermana me dio el mejor día de mi vida y me está dando el peor. Pero no quita todo lo demás, vale la pena tener hijos”, me dijo. Y yo dije: “No puedo creerlo”. Porque yo ahora tengo un bebé y lo amo y no quiero ni pensar que le pueda llegar a pasar algo malo. No me lo puedo imaginar. Y es todo el tiempo pensar en estas palabras de mi padre y decir: “Vale la pena, vale la pena tener hijos y vivirlos”.
—Lau, si pudieses tomarte un mate con vos hace 10 años atrás, ¿qué te dirías? Con todo lo que transitaste, lo bueno, lo malo, la experiencia, el desarraigo...
—Me diría que confíe un poco más en el proceso, que todo se está acomodando como tiene que ser, que no se mueva la loca, que no esté tan alerta, que disfrute un poco más. Yo ahora estoy disfrutando mucho, pero también siento que me pasó un camión por encima. Entonces, el disfrute a veces está como ahí, porque siempre que estoy muy bien, muy contenta, muy feliz, tengo miedo a que pase algo. Y no es así. Hay que disfrutar. Me diría: “Abandoná el estado de alerta, soltá”.
—Y si pudieses volver a vivir un momento de tu vida, ¿cuál elegirías?
—Tengo muchísimos. Todas las navidades, por ejemplo, en familia. A mí no me gusta la multitud, pero mi multitud sí me gusta. Yo no soy fan de ir recitales, a mí llegar un lugar donde hay mucha gente y el ruido, me agobia. Ahora, mi gente, mi multitud, mis sobrinos que hagan todos ruidos, me encanta. Y todas las navidades, toda la vida fue muy multitudinaria. Y yo pasé dos navidades en solos en Madrid. Con amigos que me dicen ahí, que era como: “Te conocí hace dos meses”, ¿querés venir a pasar Navidad a mi casa? (risas).
—No sé cómo se vive en el mundo, pero para los argentinos la Navidad es una fecha muy familiar. En mi familia recuerdo que nos decían a los más chicos: “En Año Nuevo, salen. Pero Navidad es en casa”
—Totalmente. Sabiendo que somos una familia muy grande y están todas casadas con hijos, también se tienen que dividir sus navidades. Entonces, hay una Navidad, una vez por año, donde todos coincidimos y eso está bueno. Y yo siempre estoy en Madrid y ahora no coincido porque ya están todos con sus familiares políticos. La Navidad que coincidía fue la pasada y yo no pude venir por trabajo. Y bueno, esos recuerdos de las navidades con todos los tíos de mi mamá, que eran miles y cada vez que veo una foto y los recuerdo… Me gusta mucho recordar, pero no mirar con nostalgia sino desde el lugar de qué lindo, qué bien que lo disfruté, qué bien que ahora lo puedo recordar con tanta alegría, qué suerte que lo tuve. La familia a mí me tira mucho, pero bueno también hay que soltar a veces.




