Sus charlas por WhatsApp, Venezuela y la formación machista: la intimidad de la reunión de Macri con jóvenes intelectuales

Junto a un grupo de jóvenes especialistas en distintas disciplinas, fui invitado a conversar con el Presidente en la Casa Rosada. Hablamos de Venezuela, el aborto, el futuro del trabajo y las ventajas y desventajas que trajo el Whatsapp para el ejercicio del poder

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El año pasado me llegó una propuesta: escribir un artículo breve sobre cómo imagino que será el periodismo en la Argentina del 2030. La idea, me explicaron Iván Petrella (Director del Programa Argentina 2030) y Pablo Marzocca (Coordinador), era que distintos "jóvenes" especializados en diferentes disciplinas imaginaran un destino posible. Acepté. (Tal vez sea de mal gusto, pero me parece pertinente aclarar que era una colaboración voluntaria, no remunerada).

Este año se publicó ese libro, hace menos de un mes. A partir de allí llegó una nueva propuesta: nos invitaron a algunos de los autores a reunirnos con Mauricio Macri. Nuevamente, acepté. ¿Qué periodista no querría reunirse con un primer mandatario?

La reunión fue esta tarde en la Casa Rosada. Para mí, significó la primera vez que mantuve una conversación con el Presidente. Más aún, la primera vez que conversé con un presidente, cualquiera sea. (Tengo un recuerdo del año 1994, pero es algo borroso: mi padre me llevó a un acto en el Cabildo, yo tenía 9 años, en un momento Menem se puso a saludar a la gente. Mi padre me alzó y -si mi mejilla no me engaña-, el presidente Menem me saludó con un beso. Pero eso es tema del pasado).

Llegué a las Casa Rosada no sin nerviosismo. La invitación fue clara: no se trataba de una entrevista sino de una charla informal. Si fuera una entrevista, hubiera tenido sin dudas más nervios, más responsabilidad. La informalidad le daba antes color de anécdota que de suceso periodístico. Esa misma informalidad impidió que grabara el encuentro. De hecho, tuvimos que dejar los celulares afuera de la sala.

Mauricio Macri (Télam)
Mauricio Macri (Télam)

Citaré en este artículo algunas frases que dijo el jefe de Estado, pero recurro a la memoria, por lo cual no debieran tomarse letra a letra, aunque sí representan fielmente lo que dijo.

No recibimos condición alguna. Quienes me invitaron saben que no soy un periodista partidario ni firmé nunca una carta de apoyo a ningún gobierno. Los demás invitados fueron María Emilia Cerra (especialista en Relaciones Internacionales), Micaela Mantegna (Derecho de Internet y Propiedad Intelectual), Melina Masnatta (Tecnología Educativa), Mora Matassi (Medios, Tecnología y Sociedad), Valentín Muro (filósofo), Antonio Vázquez Brust (Ciencias de la Computación) y Gabriel Weitz (Ingeniero Industrial).

Cuando apareció, el Presidente parecía de buen humor. Venía, dijo, de almorzar con su hijo. La primera pregunta que le hicieron fue cómo se manejaba el poder desde Whatsapp, si tenía diálogo con otros líderes del mundo. Citó a Sebastián Piñera, el presidente de Chile, que volvió a la presidencia luego de alejarse un periodo y no podía entender cómo habían cambiado tanto las cosas. Después contó qué saludó por Whatsapp a Boris Johnson, el nuevo Primer Ministro de Gran Bretaña, y que le respondió a los 10 minutos. "Antes tenías que pedir la llamada, esperar a que la organicen, sentarte", explicó.

El Presidente junto a su par chileno, Sebastián Piñera
El Presidente junto a su par chileno, Sebastián Piñera

Llegó mi turno. Me presenté, le dije que el último tiempo trabajé mucho con historias de Venezuela. Le conté que había publicado un libro al respecto, y aproveché la ocasión para preguntarle cómo veía la situación de Maduro. Dijo que siempre estuvo en contra del chavismo y recordó una vez que lo invitaron a la mesa de Mirtha Legrand y lo sentaron con Hugo Chávez, por entonces presidente de Venezuela. Sucedió en el año 2003. "El precio del barril de petróleo estaba en 140 dólares y Chávez hacía lo que quería", dijo.

Para Macri no es probable que Maduro decida finalmente abandonar el poder. Cree que ni él ni la cúpula a su alrededor darán un paso al costado. Resaltó que el problema mayor lo tiene Colombia, donde ya llegaron casi 2 millones de venezolanos (la cifra la dio él), y que a nuestro país llegaron cerca de 200 mil. También, destacó la actitud con la que llegan esos venezolanos. "Hay pleno empleo para ellos. Son ingenieros tal vez pero quieren trabajar de lo que sea y están haciéndolos para salir adelante. Eso demuestra que si se quiere, se puede", dijo. Y contó que empezó a ver la serie sobre Simón Bolívar en Netflix, interesado particularmente en la aparición de San Martín.

María Emilia Cerra le agradeció por haber abierto el debate sobre la despenalización del aborto y le pidió, de algún modo, que mantuviera ese compromiso. El mandatario confesó que fue criado en una familia absolutamente machista y que recién gracias a la política aprendió a abandonar esa manera de pensar. No me pareció el prototipo de macho deconstruido. Sí, tal vez, el de un presidente consciente de la importancia de un tema que él no termina de entender.

Nicolas Maduro  (REUTERS)
Nicolas Maduro  (REUTERS)

Dijo que está a favor de todos los debates y ante la consulta de si abriría o no un plebiscito al respecto, dudó. No dijo que sí ni que no, simplemente se mostró pensativo.

Fue un encuentro de más o menos cuarenta minutos. Hablamos del futuro del trabajo, de la necesidad de incorporar la industria del conocimiento a la educación, de las redes sociales, las iglesias evangélicas, de la responsabilidad del poder y de cómo evitar ser transformado por ese poder. Dijo que está acostumbrado a las críticas, pero que en ocasiones le parecen injustas. Recordó una vez en que tenía que ir a una reunión determinada en helicóptero pero quería ir a ver a su hija al colegio antes, por lo cual pidió que el helicóptero lo buscara no en Olivos sino cerca del colegio. Según relató, los medios en ese momento dijeron que había utilizado el helicóptero para llevarla, cuando no había sido así.

"¿Qué es ser un buen líder?", le preguntó Melina Masnatta. Saber manejar los egos, entre otras cosas, respondió el Presidente (y volvió a agradecer la existencia de Whatsapp: "Gracias a los grupos puede avisarle una decisión a todos los funcionarios a la misma vez"). Sobre los riesgos del Whatsapp, contó algunas anécdotas desopilantes sobre el tipo de mensajes que recibe de distintos desconocidos. Todos reímos, fue gracioso el modo en que lo relató. Es probable de todas formas que el efecto se haya visto multiplicado por su investidura. Pienso en cómo evolucionaría mi humor si tuviera la garantía de que el otro siempre va a reír. No es una pregunta que parezca preocuparle a Macri, para su fortuna. Tampoco me dio la impresión, cabe decirlo, de ser alguien que busque hacer reír.

Sobre el final, Micaela Mantegna se expresó sobre la importancia de formar a los jueces en informática e inteligencia artificial para que puedan juzgar gran parte de los conflictos que se vienen con conocimiento de causa. Macri coincidió pero aclaró, con cierta ironía, que todavía está en un estadío anterior, el que definió como "formar a los jueces para que impartan justicia".

Pienso en el cliché de decir que el Presidente me pareció un tipo común. No obstante, me pareció un tipo común, con lo bueno y con lo malo. Una persona en la que cabe la ternura de enojarse porque no lo dejan buscar a su hija por el colegio en paz, y una que pareciera entender el trabajo de presidente como un trabajo más. Todo lo ordinario y lo extraordinario de lo que somos capaces de pronto me pareció un azar. Pero también, quizás, un acto de ingeniería. ¿Quién es el presidente Macri? No sé si la respuesta estará en la Casa Rosada o en la Quinta de Olivos mientras mira la serie de Bolívar en Netflix y adelanta hasta que aparece San Martín. Ninguna conclusión puede nacer de una sola charla, salvo entender esa complejidad como una conclusión en sí misma.

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