El 2025 quedará en la memoria como un año bisagra. La irrupción de la inteligencia artificial y su crecimiento exponencial marcaron un punto de inflexión a nivel global. En la Argentina, en tanto, las elecciones de medio término confirmaron una apuesta social por un sendero más previsible y estable, con orden fiscal y la posibilidad de recuperar una mirada de largo plazo. Aun con desafíos persistentes en la coyuntura y en la realidad de muchos ciudadanos e industrias, ese marco permite renovar la esperanza.
Para el sistema financiero, fue un período de profunda transformación. El cambio en la política económica, con la adopción de un esquema cambiario más flexible en busca de su normalización, reactivó la operatoria y reordenó incentivos. Sin embargo, no estuvo exento de desafíos: la liberación de las tasas de interés y el retiro de mecanismos de administración monetaria incrementaron la volatilidad, especialmente en los meses previos a las elecciones. Entre julio y octubre, la fuerte suba de tasas impactó de lleno en la economía real, frenando el financiamiento y generando un aumento en los niveles de morosidad. Hay una curva de aprendizaje inevitable en un contexto de baja inflación, que obliga a cambiar la forma de gestionar las finanzas, la productividad y el crédito.
La fuerte suba de tasas impactó de lleno en la economía real, frenando el financiamiento y generando un aumento en los niveles de morosidad
En ese contexto, el desafío para quienes formamos parte del sistema fue doble: transitar ese marco macroeconómico volátil mientras seguíamos innovando para dar respuestas concretas a personas y empresas. El año dejó aprendizajes claros. La simplicidad pasó a ser una condición básica para cualquier propuesta, y la integración de servicios financieros y no financieros se consolidó como el camino para mejorar la experiencia de los usuarios.
Mirando hacia 2026, el escenario es optimista si se sostienen las condiciones que ya empiezan a delinearse. Se espera un crecimiento económico más equilibrado, con una expansión de la actividad y una inflación que continúe desacelerándose de manera gradual. En ese marco, una baja de las tasas de interés nominales -manteniendo rendimientos reales positivos- debería fortalecer la demanda de dinero, ampliar los depósitos y permitir que el sistema financiero canalice más crédito hacia el sector privado. Esto sumado a reformas estructurales largamente postergadas e incentivo para ingresar capitales al sistema financiero y a la economía productiva, pueden finalmente encaminar al país hacia una senda de desarrollo sostenido. Los desafíos para la industria financiera pasan por crecer y mantenerse innovando continuamente, en un contexto de mayor competencia y con la aparición constante de nuevos jugadores y modelos de negocio, que también requiere de parte de los reguladores de reglas que garanticen condiciones de competencia equitativas para todos los jugadores.
La inteligencia artificial, en particular, atraviesa a todas las industrias. Es probablemente la primera tecnología que evoluciona más rápido que nuestra capacidad de asimilarla, y eso la vuelve única. Por eso, más que un cambio tecnológico, estamos frente a un cambio cultural. Una nueva manera de pensar, de diseñar soluciones y de vincularnos con los clientes, y ya forma parte cotidiana de mi gestión al frente del banco.
La IA atraviesa a todas las industrias. Es probablemente la primera tecnología que evoluciona más rápido que nuestra capacidad de asimilarla, y eso la vuelve única
Estamos en la mitad de un puente y la sociedad eligió seguir avanzando para cruzarlo. Si esa confianza se consolida -promoviendo el crecimiento de los depósitos, incentivando la formalización del empleo y potenciando el rol del sistema financiero como motor de desarrollo- más proyectos encontrarán financiamiento. Con ello llegarán más inversión, más actividad y más trabajo formal, fortaleciendo un círculo virtuoso que el país necesita sostener en el tiempo.
Este proceso puede ayudarnos a construir una trayectoria de crecimiento sostenido que como país nos debemos desde hace mucho, y que se apoya en tres ideas: hacer las cosas bien, tener paciencia y entender que los cambios profundos requieren tiempo.
El autor es CEO de Supervielle