La Organización del Atlántico Norte -OTAN- nace en 1949, con el impulso de la Doctrina Truman. En 1945 murió el presidente Roosevelt, quien fuera seducido y engañado por el dictador soviético Joseph Stalin, que le había prometido que apoyaría elecciones libres en los países de Europa central que había ocupado en el año final de la Segunda Guerra Mundial.
Fue su sucesor, Harry Truman, el encargado de poner en funcionamiento el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa Occidental y construir un esquema defensivo que impidiera el avance de la URSS.
En 1955, la URSS lanzó el Pacto de Varsovia para agrupar a los países de Europa Central que había puesto bajo su órbita y responder con un emplazamiento de lanzaderas de misiles atómicos que neutralizaran el ya puesto en práctica por la OTAN a lo largo de la “Cortina de Hierro” que dividía al continente europeo.
En 1992, ya disuelta la URSS, desaparece el Pacto de Varsovia y los países que habían estado durante 35 años bajo el yugo soviético se incorporaron a la OTAN como resultado directo del triunfo norteamericano al final de la Guerra Fría.
En paralelo, se empieza a construir desde la década de los cincuenta la Integración Europea que va consolidándose desde la firma del Tratado de Roma en 1958 hasta la constitución en Maastricht de la Unión Europea en el 2001.
Los EEUU tienen asentados en Europa unos 84.000 hombres, de los cuales la mitad están en Alemania, Italia, España y el Reino Unido. La otra mitad, en Rumanía -en proceso de retiro-, Eslovaquia, Bulgaria y Hungría. Como señales amistosas hacia Putin, Trump está retirando TODOS sus efectivos de Europa Central. Llegaron a tener 1 millón en los primeros años de la Guerra Fría, después de 1945.
Durante las administraciones de Clinton, Obama, Bush (h.) y, sobre todo en el periodo de Biden -estimulado por la invasión rusa a Ucrania-, la OTAN se extendió a los “grandes neutrales” - Suecia, Finlandia y Suiza- pero la llegada de Donald Trump giró el eje de la Alianza Atlántica - USA+la UE- hacia un objetivo central de la nueva administración norteamericana: alejar a Rusia de China y construir un eje “Washington-Moscú” que dejara de lado la “perniciosa” influencia de la doctrina social de la Iglesia y el pensamiento socialdemócrata, ambos, según Trump, intervencionistas y comunizantes.
Por eso, Trump se muestra amistoso con los partidos de derecha dura que le están disputando el poder al socialismo democrático y la centroderecha en la mayoría de los países europeos.
Este objetivo, ganar la “Batalla Cultural”, interpretada como el triunfo del pensamiento único, de extrema derecha, no corresponde al acervo occidental de alternancia y diversidad democrática. Es de esperar que en los próximos años se recentre el espectro político e ideológico hacia posiciones más moderadas que permitan encontrar caminos de síntesis universales más proclives al diálogo y el equilibrio, especialmente entre Oriente y Occidente.
La restauración de la Alianza Atlántica permitirá alejar el peligro de un enfrentamiento entre China y USA y un rol más activo de otros actores regionales como el Mercosur, el Sudeste Asiático, México, Canadá, Turquía o Indonesia.
Hoy estamos atravesando una “Transición Caótica” entre el orden del siglo XX y el del siglo XXI. Roguemos que el bien triunfe sobre el mal, y la paz sobre la guerra.