Cuando la realidad gambetea a la matrix de Javier Milei

La persistencia inflacionaria pese al ajuste fiscal cuestiona los fundamentos teóricos del gobierno y abre un debate sobre la complejidad real de la economía argentina

El Gobierno defendió el reciente dato de inflación de noviembre, pese a que se mantiene firme por encima del 2% mensual

A principios de 2023, Joaquín Morales Solá le preguntó a Mauricio Macri cuál era la causa de la inflación. Antes de que terminara la pregunta, el expresidente mostró el dedo índice.

“Una sola, Joaquín”, le dijo Macri. "El déficit fiscal".

Esa idea tan sencilla, en los últimos años, se transformó en la Argentina en una especie de credo indiscutible. Los precios resultan de una relación lineal entre la cantidad de bienes y la cantidad de dinero circulante. Si la segunda no crece, los precios de los primeros tampoco. Para que no crezca, no hay que emitir. Y para no emitir hay que tener equilibrio fiscal. De tan repetida, esa seguidilla se transformó en una especie de rezo laico, de verdad esculpida en una roca.

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Pues bien: en estos días, esa verdad -a la que Milei adhiere con una pasión que, como siempre, multiplica la de cualquier otro ser humano- está siendo puesta a prueba. “La inflación es, siempre y en toda ocasión, un fenómeno monetario”, repitió el presidente una y otra vez, para que a nadie le quedara dudas.

Siempre.

Y en toda ocasión.

¿Seguro?

El jueves pasado, el Indec informó que en noviembre -mes 24 del gobierno de Javier Milei- la inflación fue del 2,5 por ciento. Eso significa que el año terminará alrededor del 30 por ciento, un número que supera a casi todos los años en los que Cristina Kirchner fue presidente. Esos datos reflejan que la Argentina sigue siendo uno de los países con más alta inflación del mundo. Pero, además, la inflación viene en aumento: es una décima más alta que en noviembre del año anterior, y es la más alta desde mayo. Encima, sobrevive en un contexto donde hay ancla cambiaria, ancla salarial, ninguna obra pública y un aluvión de importaciones. Pese a esos esfuerzos, la inflación se resiste a bajar, algo que no pasó luego de los planes de estabilización de Domingo Cavallo, en los noventa, y de Remes Lenicov y Roberto Lavagna luego de la crisis de 2001.

Esa circunstancia representa un gran desafío intelectual al encuadre que ha elegido Milei para entender el mundo. El Presidente ha dicho que realizó en tiempo récord el ajuste más importante de la historia humana y que eso aseguraría que la inflación sería un hecho del pasado en un lapso de entre 18 y 24 meses, que es lo que requeriría que el remanente del excedente de dinero fuera absorbido. Pero los 24 meses se cumplieron esta semana. Y la inflación está ahí, cómoda por encima del dos por ciento. Entonces, hay dos posibilidades. Una es que Milei no haya hecho el ajuste que pregona, o que no lo haya hecho bien. Eso sostienen algunos monetaristas, para los cuales el famoso equilibrio fiscal es, en realidad, apenas un relato. Pero Milei no acepta ese punto de vista. Por lo tanto, algo debería andar mal con la teoría. Sin excedente monetario, la inflación debería haber desaparecido: era una cuestión meramente matemática. Y no ocurrió. Ya se cumplieron los plazos, con creces. Y no ocurrió.

La inflación anual en Argentina supera el 30%, ubicando al país entre los de mayor inflación global, según datos recientes del Indec

Basta escuchar al Presidente para percibir que está incómodo con la situación. Antes, cuando la inflación bajaba, se multiplicaban los “grande, totoooo, el mejor de la historia”. Ahora, en lugar de celebrar, intenta dar explicaciones. Es lógico: los triunfos se festejan y las derrotas se explican. En el discurso que dio la semana pasada en un evento financiero organizado en el predio de La Rural en la Ciudad de Buenos Aires, el Presidente atribuyó la resiliencia inflacionaria a dos factores. Uno de ellos –sostuvo- es que la sociedad argentina no se maneja con expectativas racionales debido a la historia de las últimas décadas.

“Las expectativas, y con razón, los argentinos no las forman acorde a un modelo de expectativas racionales…el problema ahora es: los argentinos forman sus expectativas mirando el dólar. Yo no me quejo de eso. Yo tengo que resolver problemas…¿ustedes qué van a hacer ante esa situación? ¿se van a enojar con la realidad o van a actuar teniendo en cuenta que los argentinos de bien durante 90 años fueron estafados por una institución que se llama Banco Central de la República Argentina, que se dedicaba a financiar a un conjunto de estafadores que son los políticos que hacían déficit fiscal?... Si los agentes me miraran con expectativas racionales, mirarían la cantidad de dinero, la base monetaria amplia.. El problema es: ¿los agentes hacen eso? No. Tienen malas experiencias de los últimos 90 años. El que se quemó con leche, ve la vaca y llora”, enfatizó.

El segundo elemento que explicaría la inflación es la existencia de una oposición destructiva. “Si yo del otro lado tengo un tipo que dice que va a destruir todo, va a romper todo, la estrategia era no pago, no esto, no otro, rompo los contratos, rompo todo. Ese escenario se parece mucho a un escenario que se llama escenario del fin del mundo…. Si estamos en el escenario del fin del mundo, ¿qué sentido tiene trasladar consumo al futuro? Si no hay futuro, es el escenario del fin del mundo. No hay demanda en el futuro,¿cuánto es el precio de bienes futuros? Cero. Por lo tanto, la tasa de interés, ¿cuánto es? Infinita”. En definitiva, como el pasado pesa, y la oposición amenaza con volver a ese pasado, los precios suben cada mes a mayor velocidad.

Esos razonamientos son problemáticos. En principio, porque hace pocas semanas el propio presidente sostuvo que no había riesgos de inestabilidad con el dólar porque, gracias al ajuste, no había plata para que hubiera demanda. Y sin demanda, los precios no suben. Ahora parece que sí. Pero además, sucede que el dogma decía que la inflación era “siempre y en todo momento” un fenómeno monetario. Ahora resulta que si las expectativas son irracionales, también podría haber inflación. Y que una oposición destructiva puede ser otra de sus causas.

Algunos epistemólogos suelen explicar que de esa manera evoluciona la ciencia. Hay un paradigma que parece explicarlo todo hasta que empiezan a aparecer excepciones que el paradigma no logra explicar. Cuando las excepciones se acumulan y ya no hay manera de adaptarlo, tarde o temprano surge otro paradigma superador, que reemplaza al anterior. Por momentos, parecería que Milei está por descubrir que la inflación es, a veces, solo a veces, un fenómeno monetario: ni siempre ni en todo momento. O que no es solamente un fenómeno monetario. Pero no termina de romper con su dogma original porque es la piedra basal de su identidad y debería reconocer entonces que su plan se apoyó en una convicción fallida o insuficiente. Entonces elonga: habla de la caída de la demanda de dinero, del kukismo, del comunismo, de la historia de la patria.

Milei atribuye la resiliencia inflacionaria a expectativas irracionales de la sociedad y a la influencia de una oposición considerada destructiva

Todo este debate sería interesantísimo y desafiante para un análisis académico -¿qué sucede cuando un plan de estabilización solo se apoya en un ajuste fiscal gigantesco?-, si no fuera porque define la calidad de vida de toda una sociedad. Si el dogma básico de Milei acerca de los motivos de la inflación, o del motivo único de la inflación, estuviera equivocado, entonces la política que puso en marcha y todo el enfoque que la sostiene debe ser revisado, porque se corre el riesgo de acelerar hacia mayores errores. Tal vez eso explique ciertos comportamientos erráticos del presidente: del crawling peg, a la dolarización endógena, al sistema de bandas, a las tasas de interés astronómicas, y ya nadie se acuerda de las promesas de dolarización o de eliminación del cepo. El ministro de Economía pasó en pocas semanas de gritar “¡Flota!” a explicar que sería imprudente que el dólar flote. Demasiadas contradicciones, cambios de fondo. Si todo era tan fácil como lograr el déficit cero. Si se trataba apenas de una relación matemática entre la cantidad de dinero y los bienes y servicios, ¿cómo es que ahora se han complejizado tanto las explicaciones?

En cualquier caso, la nueva teoría de Milei también merece ser puesta a prueba. El Presidente argumenta que, aun cuando haya déficit cero, si el pasado y la oposición juegan en contra, la inflación sobrevive. Pero hay muchas personas e instituciones que sostienen que esos problemas se agravan por las inconsistencias de su programa económico: desde los economistas que Milei más respetó durante su vida, hasta colosos del mundo financiero como el fondo Pimco, el banco Barclays, el J.P. Morgan, o instituciones como el FMI o la OCDE. Pocas veces ha habido tanto consenso acerca de la inconsistencia de un programa económico. Si la desconfianza genera caída de la demanda de dinero, y eso repercute en el índice inflacionario, está claro que para muchas personas Milei y Caputo no aciertan a generar confianza. Y eso se refleja, entre otras cosas, en la evidente dificultad que tiene el Gobierno para conseguir que le presten plata en plazo e intereses razonables.

Son muchas las máximas de Milei que están siendo desafiadas por la realidad. El Presidente sostuvo que los ajustes son expansivos cuando los gobiernos generan confianza. Sin embargo, la Argentina tiene serios problemas para crecer, salvo en áreas muy puntuales, como el sector financiero o el sector primario. ¿Por qué? ¿Su gobierno no genera la confianza que sí explicaba el crecimiento de los planes de Cavallo, Remes y Lavagna?

Esas preguntas se pueden aplicar a otras políticas oficialistas. En los años noventa se flexibilizó el mercado laboral y, sin embargo, se batieron récords de desocupación. En cambio, después de 2001, se crearon 5 millones de puestos de trabajo registrados, con un sistema mucho más rígido. Pero Milei acaba de enviar al Congreso un proyecto flexibilizador con el argumento de que eso mejoraría la situación de los trabajadores. La teoría sostiene que si se le da el derecho a los patrones a despedir sin costo, ellos emplearán más gente. ¿Seguro? ¿No es, otra vez, una manera demasiado lineal de pensar las cosas? ¿No dependerá de otras cosas la creación de fuentes de trabajo?

Esta historia tal vez tenga una moraleja. Una sola, Joaquín, para citar a Macri. La economía es un artefacto endemoniado, tramposo, traicionero. Especialmente la economía argentina. Ataca por la espalda en el momento más inesperado. Mejor respetarla. Pensar que un solo elemento, uno solo, explica todo, parece un ejemplo espectacular de pensamiento mágico. Sirve para hacer campaña y explicar que hay una receta sencillita de implementar y que si no hizo antes es porque los otros son incapaces, corruptos, o ambas cosas. Pero no para mucho más que eso.

Siempre y en todo momento.

Las cosas que se le ocurren a cierta gente.

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