A un año de la invasión a Ucrania: bajas, costos y escalada

Las estimaciones sobre las bajas de cada país son diferentes y contradictorias al cumplirse doce meses del conflicto. Los números de las consecuencias económicas, por otro lado, ponen en una marcada desventaja a Ucrania

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ARCHIVO - Militares ucranianos caminan entre los escombros de edificios dañados tras un ataque ruso en Járkiv, Ucrania, el sábado 16 de abril de 2022. Como hito, el primer aniversario de la invasión rusa en Ucrania es tan sombrío como exasperante. Es un año repleto de muerte, destrucción, pérdida y daños que se sienten mucho más allá de las fronteras de Rusia y Ucrania. (AP Foto/Felipe Dana, Archivo)

Al cumplirse un año de la invasión rusa a Ucrania, las estimaciones sobre las bajas -una variable importante para evaluar la marcha de la guerra- son diferentes y contradictorias. El 10 de noviembre, el jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, el general Mark Milley, dijo que ambas partes habían tenido 100.000 bajas entre muertos, heridos y desertores, y que ello mostraba la imposibilidad de llegar a una definición en el terreno y la conveniencia de acelerar las negociaciones de paz. A fines de diciembre, el secretario de Defensa británico, Ben Wallace, que ha ocupado el cargo con los últimos tres primeros ministros, dio la misma cifra de bajas rusas, pero sin hacer mención a las de Ucrania. El 21 de enero -al día siguiente de la reunión del “grupo de contacto” de la OTAN en Bruselas-, el Estado Mayor noruego sostuvo que las bajas rusas alcanzaban las 188.000, casi el doble que las informadas en noviembre por Milley y a fin de diciembre por Wallace. El 22 de enero, fuentes de inteligencia estadounidenses, escudándose en el anonimato, coincidieron al sostener que las bajas rusas habían sido 180.000. En los días posteriores, observadores noruegos hablaron de 180.000 bajas rusas y 100.000 ucranianas.

A comienzos de febrero, sin precisión sobre su origen, medios estadounidenses hablaron de 150.000 bajas por cada parte. A su vez, en esos días, el Ministerio de Defensa ucraniano dijo que los muertos rusos superan los 135.000, lo que significaría un fuerte incremento respecto a las valoraciones anteriores, que incluían heridos y desertores. El 17 de febrero, coincidiendo con la conferencia de seguridad de Múnich, la Secretaría de Defensa británica informó que Rusia había tenido 200.000 bajas -casi el doble de las que informó a fines de diciembre- y entre ellas, los muertos podrían ser entre 40.000 y 60.000. En la misma conferencia, el secretario de Estado estadounidense confirmó las 200.000 bajas rusas. Pero el dato clave es que la población rusa es tres veces y media la ucraniana y las bajas, más allá de sus notorias diferencias, deben proyectarse sobre ese dato.

La otra cifra relevante sobre el conflicto es el daño económico sufrido por las partes. En enero, la estimación sobre la caída del PBI ruso durante 2022 era de 2,9%, cifra que al ser revisada a principios de febrero se redujo al 2,1%. Es decir que el daño económico sufrido por Rusia es relativamente bajo para un conflicto bélico de esta envergadura, y el haber sufrido un aislamiento económico y una desconexión tecnológica sin precedentes, no va a impedirle continuar la guerra. En cuanto a Ucrania, las cifras de los organismos financieros internacionales estimadas sobre la caída de su PBI en 2022, es de entre el 30 y el 35%, es decir, un tercio de su economía. Esto se explica en un contexto en el cual la mayor parte de la infraestructura del país ha sido destruida por los constantes bombardeos rusos y que la producción económica se ha visto reducida, así como también su exportación. Además de los 44 millones de habitantes que tenía al comenzar el conflicto, han abandonado el país 8 millones. También han abandonado sus hogares sin salir del territorio ucraniano, aproximadamente 6. Si a ello se suma el creciente reclutamiento exigido por el esfuerzo de guerra, la fuerza laboral ucraniana se ha visto fuertemente mermada.

La reconstrucción de Ucrania ha sido lanzada por los países de la Unión Europea y la OTAN, lo que ha generado una gran movilización de las empresas de estos países para participar en ella. Pero con la guerra lejos de finalizar, la situación es imprecisa e incierta. Por un lado, hay más de 300.000 millones de dólares incautados a Rusia por los bancos occidentales, a los que se suman también las propiedades de los llamados “oligarcas rusos”. Este dinero podría ir destinado a financiar la reconstrucción ucraniana. Pero se plantean objeciones jurídicas importantes para hacerlo. Entre la entrega de armamentos, asistencia humanitaria y apoyo económico para financiar al Estado, Ucrania habría recibido 150.000 millones de dólares, la mayor parte en calidad de préstamos provenientes de Estados Unidos, y el resto de donaciones.

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Pero el conflicto está más cerca de escalar que de transformarse en una guerra crónica, mientras que las posibilidades de negociación se alejan. Tal es el caso de la presentada por Henry Kissinger en un artículo en “The Spectator” estadounidense del 21 de diciembre, que propone una hoja de ruta en lo diplomático para intentar llevar adelante una negociación. Pero este tipo de iniciativa resulta imposible mientras la OTAN delegue, como hasta ahora, en el gobierno ucraniano decidir cómo y cuándo se puede negociar. Enero dio muestras claras de escalar. El 20 de dicho mes, la reunión del “grupo de contacto” de la OTAN realizada en Bruselas, mostró desacuerdos sobre entregar a Ucrania tanques modernos. Antes de finalizar el mes, los líderes políticos tomaron la decisión de hacerlo, aunque implementar la resolución va a llevar meses. Inmediatamente, el presidente ucraniano solicitó en su gira por Berlín, París y Bruselas, la entrega de cazas multipropósito.

Los principales países de la OTAN manifestaron que iban a hacerlo, pero no en el corto plazo, buscando moderar la escalada. Pero la visita del presidente Biden a Kiev y Varsovia al cumplirse un año de la invasión, y su encuentro con el llamado Grupo de Bucarest (integrado por los tres países bálticos, los cuatro de Europa Central y los dos de Europa Oriental, los más duros frente a Rusia de la Unión Europea con la excepción de Hungría), ratificó el apoyo a Ucrania hasta la derrota de Rusia. La respuesta de Putin fue contundente: abandonó el tratado bilateral con Estados UnidosNew Start” o “Start III”, que establece la búsqueda de una equivalencia del armamento nuclear entre las dos potencias, y ratificó la escalada del conflicto y el riesgo de su extensión y amplitud.

El presidente estadounidense Joe Biden camina con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski durante una visita no anunciada, en Kiev, Ucrania, 20 de febrero de 2023. REUTERS/Evan Vucci

Pero al mismo tiempo, el primer aniversario del conflicto se cumple en un momento en que la tensión entre China y Estados Unidos escala por la guerra de Ucrania. En la conferencia de Múnich -que desde 1963 reúne a los responsables y expertos de seguridad más importantes de Occidente-, China rechazó las propuestas para ejercer presión sobre Rusia para que cesen las hostilidades y retroceda en sus pretensiones territoriales. El representante diplomático del partido comunista chino rechazó el pedido de la OTAN y sostuvo que China iba a mantener, de acuerdo a sus intereses, la relación con Rusia, y que los reclamos territoriales de ella debían ser contemplados. Fue el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, quien el 21 de febrero dijo que no había ninguna iniciativa de paz de Beijing, como lo habían puesto de manifiesto fuentes occidentales.

El representante diplomático del partido comunista chino visitó Moscú, Berlín y París, ratificando esta posición. Al mismo tiempo, los lanzamientos de misiles con capacidad intercontinental por parte de Corea del Norte, han acelerado el acercamiento militar de Estados Unidos con Japón y Corea del Sur. También las tensiones en torno a Taiwán van en aumento, incrementando el riesgo militar en torno a la isla. La ampliación de los lazos militares estadounidense con países en conflicto con China en su Mar Meridional, como es el caso de Filipinas, han incrementado la tensión y la posibilidad de escalada entre Washington y Beijing, durante 2023, que no ha llegado a cumplir dos meses.

Al cumplirse un año de la invasión rusa a Ucrania, el lenguaje bélico se impone claramente al diplomático y el conflicto escala peligrosamente.

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