El clan Moyano: un poder sin límites

Manejan sin oposición ni controles una de las obras sociales más grandes del país, el sindicato con mayor poder de presión, dos clubes de fútbol y un entramado de empresas que absorben miles de millones de pesos a los afiliados. Y todo eso, sin contar el poder de presión real que ejercen sobre fiscales, jueces y camaristas de todo el país

Compartir
Compartir articulo
Pablo y Hugo Moyano (Nicolás Stulberg)

Con la decisión del estrambótico juez Luis Carzoglio, ayer quedó demostrado que Hugo y Pablo Moyano mienten cuando aseguran que los medios presionamos a los jueces y logramos fallos a la medida de nuestros deseos.

También quedó evidenciado que el poder del clan no tiene límites. Manejan sin oposición ni controles una de las obras sociales más grandes del país, el sindicato con mayor poder de presión, dos clubes de fútbol y un entramado de empresas que absorben miles de millones de pesos a los afiliados.

Además, por la vía de la compensación de las pérdidas que sufre Camioneros en su servicio de salud, también se quedan con parte de los impuestos de todos los argentinos. Y todo eso, sin contar el poder de presión real que ejercen sobre fiscales, jueces y camaristas de todo el país.

También es mentira que el Gobierno los persigue. Al contrario: si el Poder Ejecutivo tuviera la decisión política de limitar este enorme poder, ya hubiera dispuesto medidas para garantizar la democracia sindical en el gremio, colocar veedores y hasta intervenir a OSCHOCA, la obra social que tiene los números en rojo, y va camino a la quiebra.

Por cuestiones parecidas están detenidos Omar Caballo Suárez, mandamás de SOMU, Juan Pablo "Pata" Medina, exsecretario general de la UOCRA seccional La Plata, y Marcelo Balcedo, el hombre de la enorme estancia en Punta del Este, al que todavía la justicia no se la pudo expropiar.

Pero lo más grave de la escalada del clan Moyano es que su poder de coerción atraviesa todo el entramado del sistema democrático. De otra manera, no se explica cómo la familia del camionero puede encolumnar a toda la CGT en defensa de su hijo Pablo, el Salvaje, cuando no se lo está investigando por la defensa del derecho de los trabajadores, sino como sospechoso de una asociación ilícita organizada para defraudar a uno de los clubes de fútbol más grandes de la Argentina.

Y otro dato sorprendente es el silencio cómplice de la mayoría de la dirigencia política: ¿no tiene nada que decir Cristina Fernández, quien también fue víctima de los aprietes de Hugo Moyano, sobre lo que está pasando ahora? ¿No va a levantar la voz el peronismo no kirchnerista, contra el poder omnímodo de los sindicalistas millonarios que afectan los derechos de la mayoría de los argentinos cuyo voto quieren conquistar? ¿No tiene nada que denunciar la izquierda troskista, otra víctima del autoritarismo sindical, ante el avance asfixiante de esta burocracia millonaria, o la consideran una contradicción secundaria, porque su principal objetivo es que Mauricio Macri no sea presidente?

Lo que pasó ayer no es una anécdota. Es la expresión más brutal de lo que Jorge Fernández Díaz definió como la verdadera grieta.

Mafia versus democracia. Poder sin límites contra un mínimo equilibrio de poder. Organizaciones con jefes que gobiernan hace más de treinta años sin oposición ni controles y que imponen sus decisiones incluso a los empresarios, quienes prefieren a estos burócratas millonarios frente a los sindicalistas de la izquierda irracional.

Ahora parece que un grupo de legisladores nacionales pretende que Moyano y sus colegas presenten sus declaraciones juradas, como cualquier funcionario público. Las carcajadas de los gremialistas todavía retumban en las paredes del Congreso de la Nación.